Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 51

"Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección".

«Antoine de Saint-Exupéry»
 

Después de tres semanas y media en cuidados intensivos, los gemelos fueron dados de alta. En ese transcurso de tiempo, Andrómeda —después de salir de su reposo— se mudó a su departamento y se encargó personalmente de los asuntos en Gambia. Sin embargo, con los niños finalmente fuera de peligro, tuvo que devolverse a la mansión, ya que Elliot también deseaba estar con ellos. 

Su relación no era la mejor de todas. El contacto entre ambos se limitaba a velar por el bienestar de los gemelos. Elliot había intentado acercarse a ella, pero su esposa había tomado la decisión de vivir sola bajo la supervisión esporádica de su psiquiatra y su psicólogo. Pensó que con ella de vuelta y bajo su techo, su relación mejoraría, pero Andrómeda estaba centrada en sus hijos, su salud mental y su trabajo. Tiene miedo de no poder volver a recuperarla. Después de todo, Andrómeda tenía razón, siempre la había tratado como si no fuese capaz de lidiar con sus propios problemas. El miedo de separarse continúa latente. Sin embargo, no desea volver a arrastrarla a la jaula de oro en la que se encontraba.

Elliot, al ver el lado vacío de la cama, suspira. Busca en el armario su maleta y comienza a preparar su equipaje. Endereza su espalda al escuchar la puerta. Resopla al ver que se trata de su abuela. Ella sonríe, divertida.

—¿Estás decepcionado porque soy yo? 

—Estoy decepcionado de que no sea ella.

Su nana ensancha su sonrisa. Se aproxima a él y toma asiento en el colchón de la cama.

—La última vez que fuiste a Gambia te veías bastante malhumorado por tener que pisar ese lugar, ahora te ves muy optimista. Un poco miserable, pero se te nota más optimista —su nieto bufa, haciéndola reír—. ¿Las cosas siguen muy mal con ella?

—Usted lo ha visto. Parecemos dos desconocidos bajo el mismo techo que solo tienen dos hijos en común. Está muy concentrada en los gemelos y en el proyecto. Cada vez que la veo, únicamente habla de trabajo. Me gusta oírla hablar y verla entusiasmada y determinada, pero… —restriega su rostro, frustrado—. Continúa enojada y distante conmigo. No me lo ha dicho directamente, pero es evidente que ha puesto un enorme muro entre nosotros. Eso me está enloqueciendo.

—Andrómeda nunca había sido realmente independiente. Ella te ama, pero está empezando a aceptarse a sí misma. Debes darle su espacio y ser muy paciente. Después de todo, ¿qué son los meses o los años cuando la has esperado una eternidad? —Elliot la observa, confundido. ¿Acaso su abuela…?—. ¿No es lo que dicen del verdadero amor? ¿Que esperamos una eternidad para encontrar a esa persona con la que nos conectemos en todos los sentidos? Entonces, no la dejes marchar.

Elliot sonríe, conmovido. Asiente. Puede que su abuela no lo sepa, pero él sí ha esperado mucho para finalmente estar con la persona que ama. No le importa seguir haciéndolo, pero no por eso deja de sentirse angustiado por tenerla tan cerca y no poder besarla o tocarla. Su distanciamiento lo lastima. Le duele más aún ver como Andrómeda sigue considerándose a sí misma una lunática y le enoja que crea que sus recuerdos solo son disparates suyos. Ahora que las cosas entre ellos se han enfriado tanto, ya ni siquiera puede decirle que todo fue real, sin que también lo considere un lunático.

—Abuela, ¿podrías hablarme más de…, la historia familiar?

La mujer alza sus cejas, incrédula.

— Cuando tenías ocho y te quise hablar de Charlotte Nicols te negaste diciendo que no era ella la niña que veías y luego, cuando te convertiste en todo un adulto y te enteraste del color de piel de su esposo, me prohibiste rotundamente contarte a ti o a Elisabeth algo sobre nuestros antepasados ¿Por qué ahora guardas interés?

—Las cosas son diferentes ahora.

—¿Por qué? ¿Porque tu esposa y tus hijos tienen la piel oscura?

—Porque deseo recordar. Los recuerdos son lo único que nos mantiene aquí. Lo único que logra cambiarnos.

—Recordar es vivir. Es el lema de los Nicols.  Nuestra historia es muy larga. Sonnike y Charlotte Nicols eran un matrimonio cuya historia de amor fue muy caótica, intensa y trágica. Él era un general suramericano que había sido esclavo y ella era la hija de un General, quien fuese su tío. Ambos tuvieron dos hijos, pero durante la guerra con la corona ella fue ejecutada por traición y su hijo menor murió con ella. Sonnike mandó a la pequeña Margaret a Inglaterra, completamente destrozado y sintiéndose incapaz de poder criarla como merecía, además de protegerla. Él murió en la guerra… Margaret se casó muy jovencita con un duque y tuvo un hijo, pero el duque la maltrataba.

—¿La maltrataba? —musita él, con un nudo en la garganta.

—Era habitual en aquel entonces. Él murió luego y ella volvió a casarse de nuevo con otro duque mucho más joven que ella. Tuvieron una hermosa hija. Quiso llamarla Charlotte, pero su hijo mayor ya le había puesto ese nombre a una de sus hijas ¿Sabes quién es Charlotte Hamilton?

—¿La cantante de ópera? 

Leila asintió, orgullosa.

—La primera cantante afrodescendiente en cantar ópera en el Metropolitan Opera de New York. Somos parientes lejanos. Al igual que somos parientes de Azalee Hamilton, la primera mujer policía de Inglaterra. Eran mellizas, muy idénticas, menos en su color de piel y cabello. Las famosas hermanas Hamilton…

Se sienta en la cama y sonríe, orgulloso.

—No tenía idea.

—Por supuesto que no. Nunca me preguntaste —declara su abuela—. En cuanto a la hija menor de Lady Margaret, decidió llamarla Thema.

El corazón de Elliot se hinchó al escucharla. Thema había sido el nombre de la madre de Sonnike.

¿Su hija Margaret había guardado aquel nombre en su mente con aprecio?

—Es un hermoso nombre.

—Lo es. En aquel tiempo, no era tan bien visto que una inglesa tuviera un nombre con una procedencia tan inferior, pero Thema era la hija y la hermana de un duque. Nadie jamás se atrevería a menospreciarla. Estudió periodismo, algo muy escandaloso para la época. Su familia la apoyó y viajó por el mundo, hasta que finalmente llegó a Boston para visitar a sus sobrinos. Fue cuando conoció a Harold Nicols, nieto del medio hermano de tatara nieto del medio hermano de su abuelo Sonnike. Él era un viudo cascarrabias, un político y empresario por el que sintió mucha curiosidad y del que quiso escribir… Y se enamoraron —sonríe, nostálgica—. Y de ahí, el resto son historias que nos conducen a este momento, justo en el que tú y yo nos sentamos en esta cama para conversar. Dime, ¿acaso no te sientes diferente? ¿No son los recuerdos de quienes nos precedieron algo maravilloso? Dos personas con una aparentemente insignificante historia de amor, pudieron construir algo tan grande. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.