Dulces Mentiras, Amargas Verdades: Decisiones (libro 3)

CAPÍTULO 18

Megan llegó a su casa y pasó de largo hasta su habitación. Cerró la puerta de un golpe seco y se lanzó a su cama a llorar.

Debía ser fuerte porque Thor así se lo había pedido, pero sabía que su padre no se lo pondría fácil, que haría hasta lo imposible para separarla de su novio. Sin embargo, no estaba dispuesta a ceder, por primera vez no lo estaba.

Sentía rabia e impotencia y su única manera de expresarlo era mediante el llanto, pero no podía echarse a llorar toda la noche como una tonta, debía ser fuerte afrontar la situación y asumirla. Sobre todo hacer su parte por ayudar a Thor, porque no podía permanecer detenido.

Se secó las lágrimas con determinación y agarró el teléfono fijo que se encontraba en su mesita de noche, no quería perder tiempo por ir en busca de su iPhone que estaba dentro del bolso y lo había olvidado en el coche.

 Sin siquiera pensarlo marcó al móvil de Samuel, agradeció recordar el número de memoria. Era el único que podía ayudarlos.  A la primera la llamada fue desviada al buzón de mensajes de voz y ahogó una maldición ante el fallido intento.

—Samuel… —La voz le vibró y se convirtió en un chillido ante el llanto, pero respiró profundo para calmarse y contenerse. No debía llorar—. Por favor, apenas escuches este mensaje llámame, soy Megan, necesito comunicarme contigo, por favor —suplicó una vez más y colgó antes de que sus emociones reventaran nuevamente.

Sabía que Samuel la llamaría a su teléfono móvil por lo que salió corriendo de su habitación y estaba por atravesar el pasillo que la llevaba al garaje, ubicado dentro de la casa, vio su bolso en uno de los sofás que quedaba debajo de las escaleras, seguramente el señor Iván o Robert  lo habían dejado ahí.

Abrió el bolso, rebuscó hasta encontrar su teléfono móvil. Subió casi corriendo las escaleras de regreso a su habitación mientras marcaba el número de Thor, pero por más que intentaba, una vez, tras otra, sólo conseguía que sus esperanzas murieran con la voz de la operadora.

No había nada que hacer, simplemente esperar. Dejaría su móvil tranquilo para que si Samuel la llamaba lo encontrase libre. Lo que menos quería era seguir entorpeciendo la situación.

Morgana se encontraba en el jacuzzi de su habitación hablando por teléfono con su amante y no se había percatado de la llegada inesperada de su hija.

Los ojos celestes de Thor nunca habían mirado con tanto odio a una persona como lo hacía en ese momento con Henry Brockman, quien supo manipular perfectamente la situación y encontró razones suficientes para que lo detuvieran.

Le quitaron todas sus pertenencias, tomaron sus datos y sus huellas dactilares para abrirle el expediente, haciéndolo sentir como un vulgar delincuente.

—Señor Garnett, tiene derecho a una llamada, si desea hacerlo es necesario que nos facilite el número y nombre. El secretario se comunicara con la persona que usted decida —informó el oficial de los derechos que le correspondían como ciudadano.

—Sí, voy a llamar a mi abogado Harold Johnson, pero no me sé el número. ¿Puedo buscarlo en la agenda de mi teléfono? —preguntó con voz calmada mirando al oficial a los ojos y evitando por todo los medios mirar a Henry Brockman, porque en él latían unas ganas casi incontrolables de partirle la cara.

—Sí claro —dijo el hombre buscando en el sobre amarillo donde había metido las pertenencias del chico, sacó el iPhone y se lo entregó.

Thor buscó el número y se lo mostró al oficial, quien lo anotó en un pequeño taco de hojas y una vez más apagó el móvil. Hizo un gesto a uno de los policías que ante el llamado de su superior se acercó y se paró al lado del joven rubio.

—Es necesario pasarlo a una celda señor Garnett, en media hora le informaremos a su abogado —comunicó el hombre con amabilidad.

Thor no dijo nada sólo se puso de pie y le dedicó una mirada de reojo cargada de desprecio a Brockman, quien sonreía con satisfacción. No tenía la decencia siquiera de ocultar que esa era su intención.

—¿Puedo retirarme señor oficial? —preguntó Henry acomodándose las solapas de la chaqueta; aunque se sintiese satisfecho del proceder de la ley, no podía obviar el dolor en su rostro que lo sentía diez veces más grande.

Al menos había logrado el cometido de que el desgraciado pasara una noche tras las rejas, porque seguramente su padre movería sus influencias para sacarlo cuanto antes.

—Sí señor Brockman, ha sido todo. Sin embargo, deberá presentarse mañana  a las diez de la mañana —informó el hombre con tono ceremonial

—Bien, aquí estaré —dijo poniéndose de pie y le tendió la mano al oficial, quien por cortesía la recibió—. Feliz noche.

—Igualmente, uno de los oficiales lo acompañara a la puerta — notificó.

Henry asintió en silencio y al darse la vuelta ya el uniformado lo esperaba para conducirlo a la salida.  

Thor se dejó caer en la pequeña cama metálica con un colchón de goma espuma que no tenía un centímetro y medio de grosor y colocó a un lado la chaqueta. Se desabrochó los puños y se arremangó la camisa hasta los codos, desabrochándose varios botones, exponiendo parte de su pecho.

Se sentía enfadado y frustrado, no tenía previsto que las cosas con Megan fuesen a salir de esa manera, ni mucho menos que la chica fuese tan importante para él, al punto de defenderla de ese modo, al punto de querer tener la fuerza necesaria para doblar esos barrotes e ir a buscarla. 




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