Dulces Mentiras, Amargas Verdades: Decisiones (libro 3)

CAPÍTULO 19

El agua tibia le había ayudado a calmarse un poco por lo que su llanto había cesado. Vistió su pijama de camiseta sin mangas de fondo blanco con conejos celestes y un culote rosado de encaje.

Su madre le había traído un poco de comida. Pensaba no cenar, pero Thor le había pedido que lo hiciera, por lo que aún sin ganas comió un poco de ensalada de col y tomates verdes.

Al terminar, su madre se quedó con ella por una hora, acariciándole los cabellos, mientras su cabeza reposaba en el regazo de Morgana.

—Ve a descansar mamá, tienes una cirugía programada y debes estar relajada —pidió en un susurro. No pretendía que su madre se desvelara por su culpa.

—No hace falta, estoy bien aquí contigo. Tu padre debe estar con su mal humor —dijo con media sonrisa y le pellizcaba una mejilla con ternura.

—No le hagas caso, sé que es por mi culpa, pero si quieres puedes ir a una de las habitaciones desocupadas, yo estaré bien. Prometo no darte ningún susto. —Megan estaba completamente segura de que su madre pensaba que al dejarla sola podría atentar contra su vida como lo había hecho anteriormente.

—Megan, mi princesa… —Morgana se dobló y le dio un beso en la frente—. Confío en que no lo harás, ahora tienes una ilusión y yo te apoyo. Tu padre tendrá que entenderlo, va a entender que ya no eres una niña —prometió mirando a los ojos grises de su hija.

—No lo hará, mi padre es demasiado obtuso —murmuró levantándose, dejando que su sedosa y larga cabellera castaña clara cayera sobre sus hombros.

—Voy a convencerlo ya verás, me voy a descansar sólo si prometes que tú también lo harás, que intentarás dormir un poco —pidió acomodándole los cabellos con tiernos movimientos y admiraba la hermosa carita de su hija. 

—Lo haré, voy a dormir, ve tranquila a descansar porque si sigues sin dormir, no sólo tendrás que hacerte la reconstrucción vaginal, también tendrás que recurrir al lifting —La pinchó sonriendo.

—¿Crees que me hace falta? —preguntó llevándose las manos al rostro y tanteándolo con cautela.

—¡No!, estás preciosa mamá, no te hace falta nada, ni siquiera sé por qué pretendes hacerte esa cirugía mañana —acotó un poco confundida con las decisiones de su madre. 

—¡Ay mi amor! Es que… verás, una mujer con los años va cambiando. Nuestra vagina es un músculo… —Morgana buscaba las palabras necesarias para explicarle a su hija—. Ya no siento igual que tú —dijo con complicidad—. Ya quisiera. Recuerdo todas las sensaciones que se viven cuando uno se inicia en la práctica sexual. —Dejó libre un suspiro—. Según el doctor dice que me voy a sentir como si tuviera veinte nuevamente —invocó sonriendo como una niña y Megan la secundo, sintiéndose identificada con su madre. Había descubierto que al confiarle su secreto de que ya no era virgen, dejó de verla como una mocosa, ahora la veía como a una amiga.

—Bueno, entonces ve a dormir, prometo hacerlo también  —le dio su palabra y se lanzó.

—Está bien, cualquier cosa me llamas —pidió con cariño y le dio un beso en la frente a su hija para abrazar a su madre dándole un beso en la mejilla.

—Lo haré —prometió dejándose caer acostada, abrazándose a una almohada y le sonrió para darle confianza a su madre. 

Morgana se puso de pie y antes de salir de la habitación apagó las luces, dejando solamente encendida la lámpara de mesa que reflejaba sombras de estrellas, nubes y flores en las paredes. Imágenes que captaban la mirada de Megan al verlas girar una y otra vez, poco a poco, la repetición de la misma secuencia de imágenes fue sumergiéndola en un sueño que la obligaba a ceder, sus ojos empezaban a cerrarse, sintiendo los párpados pesados.

Morfeo estaba a pocos segundos de raptarla entre sus brazos, pero un eco lejano inundó sus oídos y a los segundos se hizo más claro, distinguiendo el sonido característico de suaves golpes a un cristal,  lo cual hizo que su sueño desapareciera inmediatamente y que se incorporara casi violentamente.

El corazón se le desbocó, así como una sonrisa se apoderó de sus labios. Sin pensarlo saltó de la cama y corrió a su ventana, apenas creyendo que su guapo, maravilloso y enorme novio estaba en su balcón, con la más cálida de las sonrisas.

Le quitó el seguro a la puerta de cristal, la corrió y tiró de Thor por una mano. Sabía que parado ahí podía ser visto por alguno de los hombres de seguridad, sin perder tiempo y sin dejarlo hablar siquiera, se le lanzó encima, abrazándolo por el cuello y colgándose de él, mientras su boca ansiosa buscó la de Thor, que la besó con infinita ternura, un beso lento y sublime.

—¿Cómo has subido? —preguntó en medio de toques de labios, no quería dejar de besarlo por temor  a que desapareciera.

—Subir a tu balcón no es difícil y mucho menos si mi Julieta está encerrada. Te he estado llamando pero todas las llamadas terminaron en el buzón de voz —informó, dejándose caer sentado en la cama juvenil de Megan, la cual crujió un poco ante el peso de los dos.

—Mi padre lo tiene, no tengo como hacerlo para comunicarme contigo. —Abrazó con las piernas la cintura de Thor, pegando su centro contra el vientre de su novio.

—¿Te pegó? —preguntó acariciándole con los nudillos la mejilla maltratada por Henry Brockman, ella negó en silencio.




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