En el restaurante del Hotel Palace, se encontraba reunida la familia Garnett y parte de la Ferreira.
Reinhard había llegado esa mañana en compañía de su hijo mayor Ian, su nuera Thais y su nieto Liam, quien se encontraba durmiendo. También los acompañaba, Diogo junto a su padre, quien conversaba animadamente con su gran amigo de toda la vida, el cabeza de los Garnett.
Todos habían sido invitados por Rachell Winstead al Fashion Week. Evento en el cual participaría. La diseñadora ya era conocida entre ellos como la pareja de Samuel, y aprovecharían la oportunidad para conocerla personalmente. Al ser la primera que obtenía tan importante título para el abogado de la familia, estaban tan impresionados y entusiasmados como cuando Ian presentó a Thais.
Ian fue el primero en ver que su hermano menor llegaba, por lo que se puso de pie y se dirigió a recibirlo. En medio del salón se dieron un abrazo, y aunque Thor era menor era unos centímetros más alto que Ian, le pasó un brazo por encima de los hombros y lo guio de regreso a la mesa.
—¿Cómo te va? Pensé que llegarías con Diogo —acotó el castaño de los tatuajes, que vestía de manera casual con una camisa negra, chaqueta y pantalón del mismo color, mostrándolo atractivamente peligroso.
—Él vino antes, tuve otro compromiso —contestó de manera casual. Sabía que Diogo lo cubriría y que no le diría a su padre y hermano que no había ido a trabajar por la mañana, porque se había quedado en el hotel donde desde la noche anterior se estaba hospedando con Megan.
—Metido de cabeza entre algunos muslos —especuló dándole un puñetazo de manera juguetona en el pectoral derecho—. Me dijo papá que andas entusiasmado con una adolescente… suéltalo — instó, exigiéndole detalles de la relación que llevaba con Megan y de la cual estaba al tanto. Para eso el padre los mantenía vigilados y ni él con esposa e hijo se le escapaba al radar de Reinhard Garnett.
—No es una adolescente, sabes que papá siempre exagera —dijo sonriendo con complicidad.
—Sí, ya investigué y es una niña… Pervertido —Siguió el juego de su hermano—. Fue un error haberle dicho el nombre a papá, no se le escapa una.
—Lo suponía —masculló alargando la mirada hasta donde se encontraba su padre que se ponía de pie, con una brillante sonrisa que expresaba la felicidad por ver a su hijo, al consentido del magnate.
A cada paso que daban se ganaban miradas disimuladas de las personas en el lugar. Las mujeres ante el derroche tropical que eran los dos chicos. Thor, aunque fuese rubio poseía de manera innata el aire latino y no pasaba como un estadounidense más.
—Bueno, tampoco te hagas dramatices, una más, una menos no afecta en nada, sólo que has tenido la mala suerte de encontrártelo y tener que dar explicaciones.
—Y me imagino que no te contó dónde y cómo nos encontramos. —Suponiendo que su padre lo exponía a él, pero que sus secretos los guardaba muy bien.
—No me digas que ahora a papá le ha dado por convertirse en un viejo verde —dijo reteniendo la carcajada que le burbujeaba en la garganta.
Thor sólo se alzó de hombros de manera despreocupada y frunció los labios en forma de media luna, disponiéndose a dar una respuesta que tuvo que dejar para otro momento porque la distancia que los separaba de su padre había desaparecido.
—Papá —saludó recibiendo el abrazo de su progenitor—. ¿Cómo estás? —preguntó mientras Reinhard le palmeaba de manera cariñosa una de las mejillas.
—Bien, contento de verte, ¿cómo te van las cosas?
—Igual que siempre, ya sabes que no me amargo la vida —dijo sonriendo de manera franca.
—Eso lo sé —Sin quitarle la mano de la espalda a su hijo menor, quien se dispuso a saludar a los presentes con abrazos y palabras de entusiasmo, bordeó la mesa hasta situarse al lado de Thais.
—¿Cómo estás cuñada? ¿Y el duende? —preguntó al tiempo que besaba ambas mejillas a la chica.
—Estoy bien, tratando de convencer a Ian para que nos quedemos una semana… —Mientras tomaba asiento al mismo tiempo que Thor—. Liam está durmiendo.
—Va a ser un placer ir a despertarlo —dijo con picardía.
—Después aguantas tú su llanto —advirtió, conociendo el mal humor que atacaba al pequeño si le interrumpían el sueño.
—Con lanzarlo por la ventana bastará —ironizó riendo.
— Y tú vas detrás, de la patada que te daré en el culo —intervino Ian, mostrándose como el padre protector que era. Arrancándole carcajadas a los presentes.
Rachell a cada paso que daba se preguntaba cómo demonios había llegado a tal punto. Nunca en su vida se había planteado tal situación, no se consideraba una mujer de familia. No estaba hecha para eso y no se sentía nerviosa, sencillamente confundida y lo peor de todo lo había hecho por cuenta propia, porque Samuel no se lo había pedido.
Sabía que la razón se debía a que no tenía a quién repartir las invitaciones que le habían dado para el evento, pero también sabía que había algo más que no podía definir. Unido a eso, le agradaba ver a Samuel entusiasmado con la situación, al punto de pedir la tarde libre para que la pasaran junto a su familia.
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Editado: 20.04.2022