Dulces Mentiras, Amargas Verdades: Decisiones (libro 3)

CAPÍTULO 37

El ligero aroma a vainilla y la música eran infaltables en Winstead boutique, para hacer placentera la estancia de la clientela que iba a adquirir o solicitar una prenda de la diseñadora, que se había ganado críticas sorprendentemente favorables en el pasado evento que celebró la semana de la moda en Nueva York.  

Sin embargo, Rachell evitaba por todos los medios salir de su oficina e interactuar con su distinguida clientela. Se había puesto el manto de las excusas para evadirlas. No quería dar ningún tipo de explicaciones. Estaba completamente segura de que iban a preguntarle sobre su participación en el evento y lo que menos quería era hablar de eso, mientras se torturaba al mirar una y otra vez el video que ya lo habían colgado en la red.

Todo había sido completamente perfecto, ella había hecho un gran trabajo, se había esforzado lo suficiente para obtener ese mérito. Cada detalle lo había estudiado miles de veces para evitar cualquier error, hasta la sorpresiva lluvia de margaritas con que Oscar la había sorprendido pareció haber sido parte de su presentación.

La mirada y sonrisa de Samuel apenas ella pisó la pasarela, eran increíbles. Podía jurar que veía en su rostro orgullo y estúpidamente deseaba eso. Anhelaba que él se sintiera orgulloso de ella, de todo lo que había hecho. Él había entrado en el importante círculo de su vida donde sólo había muy pocas personas, tan pocas que podría contarlas con los dedos de una de sus manos y le sobrarían.

Pero de repente todo se derrumbaba, su mirada se fijaba en ese video que la expuso como Mariposa ante personas que no entendían  y que la prensa se valdría de eso para destruirla. Harían la hoguera a donde irían a parar todos sus sueños, no quería verlos quemarse, no quería verlo hechos cenizas y por eso evitaba las revistas o los periódicos.

Sophia entró sorpresivamente a la oficina y ella en medio del nerviosismo y la sorpresa, cerró la página en la cual estaba viendo el video.

—Otra vez Rach —acotó la chica al ver que su amiga seguía viendo el bendito video, era la más grande de las masoquistas—. Déjalo ya.

—No sé de qué me hablas. —Se defendió irguiéndose en el asiento y levantando la muralla delante de Sophia.

—Sabes perfectamente de lo que te hablo y si me meto en tu ordenador y me voy a páginas recientes, no tendrás argumentos. —La regañaba de manera sutil al tiempo que se sentaba en el sillón que casi siempre ocupaba durante sus visitas a la oficina.

—Está bien, sólo quería ver cuánto dura la grabación y cuánto puedo estar expuesta —dijo con falsa indiferencia. Se puso de pie y bordeó el escritorio de cristal.

—Ya lo has visto cientos de veces, sólo le estás dando más reproducciones. Estás a punto de convertirlo en viral. —Seguía con su mirada a Rachell que se paraba con las manos en las caderas y observaba la tienda a través del panel de vidrio y le daba la espalda.

—No puedo evitarlo… Tengo miedo Sophie, por primera vez en ocho años, vuelvo a sentir miedo —murmuró sin poder evitar que la barbilla le temblara, pero no iba a dejar que las lágrimas le ganaran aunque en el momento se sintiera realmente impotente.

Sophia se puso de pie y se paró de frente al costado de Rachell, le abrazó la cintura y apoyó la barbilla en el hombro de su hermana.

—Tranquila, todo va  salir bien Rach, las personas que han venido sólo preguntan por ti, me han dejado sus más sinceras felicitaciones, están felices por ti. —Dejó libre un suspiro y continuó—. Las cosas no son tan graves, simplemente que no puedes verlo porque tu estúpido perfeccionismo no te deja hacerlo, nadie se atreverá a criticarte. Han elogiado tus diseños y ya hasta te están casando con Garnett, esos son los comentarios que hacen, no has querido enterarte de nada y te estás perdiendo que te están vistiendo de novia. Los medios de comunicación se volcaron a hablar acerca del gesto que tuvo Reinhard Garnett contigo en plena pasarela. Sí han hablado del video, no te voy a mentir, pero hasta ahora nadie lo ha hecho de manera negativa, sólo se ha creado una gran expectativa en cuanto a eso.

—Sin embargo, que me estén casando sin mi consentimiento no es muy agradable y no sé qué hacer o decir con respecto a las expectativas del maldito video, ¿qué se supone que responderé cuando me pregunten sobre eso?

—Nada, tú sencillamente desvías el tema. Sé que para mí es fácil porque no soy yo la imagen de la marca y que lo puedo ver desde otra perspectiva, pero únicamente tienes que demostrar que no importa. Si tú le das importancia, entonces el mundo también lo hará… Rach no te conviertas en tu propia destrucción, sé que te gana el miedo, no era algo que esperabas, pero puedes salir adelante. —La alentó con una sonrisa.

—Voy a salir adelante…  —aseguró volviendo la cabeza y le dio un beso a su amiga en la frente—. Lo he decretado y no me cansaré, ni me dejaré vencer hasta conseguirlo. Lucharé, estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre si es preciso, desgastaré mis huesos si tengo que hacerlo para ver mis diseños en las pasarelas de Milán y París… y a quienes quieran hacerme daño le haré saber que conmigo no podrán. Mandaré a la mierda a todo aquel que quiera obstaculizarme. Al hijo de puta de Brockman no lo dejaré pasar, juré que nadie me jodería la vida y no será él quien lo haga —murmuró su sentencia.

—De Brockman ya nos encargamos, ya encontré a la jovencita que le hará pagar su estúpida jugada. Tiene dieciséis se llama Sarah y ya tuvo la oportunidad de conocer a su presa, me ha dicho que no va  a perder el tiempo, porque el viejo le gusta —le hizo saber Sophia de que el plan ya estaba en marcha.




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