Dulces Mentiras, Amargas Verdades: Decisiones (libro 3)

CAPÍTULO 42

La mirada gris de Oscar se encontraba atenta al dibujo que tenía en sus manos. Era un diseño sugerente de lencería en colores rojo y negro con atrayentes bordados que formaban una mariposa, mientras trataba de retenerlo ante los tirones que Sophia le daba al boceto para quitárselo.

—Lo estás viendo Sophia —la reprendió aferrándose a los diseños y los alejó de las manos inquietas de la chica.

—Es que quiero verlos mejor, además tú no sabes de eso.

—Te equivocas como hombre puedo dar mi opinión.

Sophia se cruzó de brazos, desistiendo de las intenciones de arrebatarle a Oscar el diseño y fingió enfado, como táctica para que el hombre cediera pero él no se conmovió. Siguió estudiando el dibujo en sus manos.

—¿Crees que es buena idea? —preguntó Rachell y se removía incómoda en el sofá de cuero negro, mientras esperaba el veredicto de Oscar, que con verlo fruncir los labios la ponía más nerviosa.

—Bueno aunque me cueste ser objetivo, admito que el diseño es realmente atractivo. Al parecer el fiscal tiene más que leyes en la cabeza y hasta es una buena idea —dijo dándole un último vistazo y se lo entregó a Sophia, que se lo arrebató de mala gana.

—Pero dame una opinión más concreta Oscar —pidió Rachell y controlaba sus impulsos por llevarse las uñas a la boca y acabárselas a mordiscos.

—¿Quieres mi opinión como hombre? —indagó y desvió la mirada del diseño en las manos de Sophia. 

—¡Oscar! No me hagas sufrir… obviamente por eso te la estoy pidiendo —dijo exasperada y apenas podía controlar la ansiedad que la embargaba.

—A mí me encanta —intervino Sophia sin buscar la mirada de Rachell porque la tenía puesta en el diseño.

—Si esto lo tuviese puesto la mujer que me gusta, no aguantaría mucho para quitárselo. ¿Te sirve esa opinión? Porque ya sabes que no sé nada de tendencias.

—Creo que sí me sirve, pero ¿seguro que te gusta? Porque si no es así puedes ser sincero y desisto de esta locura que ha metido Sam en mi cabeza.

—Me gusta, en serio me gusta. Tanto como para decir que por fin el fiscal ha hecho algo productivo en tu vida. —Rachell abrió más los párpados y se tensó un poco. Él asomó un atisbo de sonrisa al ver la reacción esperada en ella. Definitivamente Garnett le había ofrecido más que ideas productivas y eso ella no podía ocultarlo—. Es una idea que ni a mí se me hubiese pasado por la cabeza —agregó para darle un poco más de crédito al fiscal, tal como ella esperaba.

—Rach, vamos a donarle el primer diseño a la divorciada que vive al lado de Oscar. —Soltó Sophia con toda la intención de ganarse la atención del afroamericano.

—¿Qué quieres decir con eso Sophia? —preguntó el hombre fijando la mirada en la pelirroja.

Sophia puso los ojos en blanco y se peinó el flequillo con los dedos.

—No sé, será que me he dado cuenta de cómo la miras y como te mira ella, saltan chipas en el ambiente.

—Sólo es mi vecina, mi amiga y nada más —argumentó titubeante y desvió la mirada a Rachell quien empezó a reír.

—Amigos con derecho a quitarse las ganas.

—¡Ay Oscar! Es algo que Sophie y yo ya hemos notado. No puedes ocultarlo más. Deberías aceptar abiertamente la relación, ya hasta tienes un hijo de nueve años.

—Bien. —Se llevó las manos a las rodillas y se las frotó como mecanismo de defensa—. Ahora me hacéis una emboscada —masculló insinuando las intenciones de ponerse en pie.

—No tienes por qué alarmarte, tienes tus momentos románticos —prosiguió Rachell entornando los párpados en un gesto cariñoso.

—O lujuriosos —completó Sophia y colocaba los diseños sobre el escritorio de Rachell—. Pero si no quieres estrenar la lencería con tu señora divorciada, yo sí la quiero. Estoy segura de que Reinhard dará su opinión aunque a él con las medias le basta —acotó y se miró las uñas pintadas en color vino, pensando que aún podían esperar un día más para la manicura.

—Tienes que hacernos partícipes de los fetiches del señor Garnett —Oscar le dedicó una mirada de incredulidad, ante el desenfado de Sophia.

—No tengo problemas con eso. —Le regaló una sonrisa y le pellizcó una mejilla.

Rachell los miraba sonriente y se sentía muy feliz de tenerlos con ella. De que Dios los hubiese puesto en su camino. Estaba segura de que si no los hubiese conocido no estaría donde está.

—¿Entonces, sí os parece bien la idea? —interrumpió el duelo de miradas entre Sophia y Oscar.

—Sí —respondieron los dos al unísono.

—Me encanta la idea, es más yo misma hablaré con Reinhard para que nos ponga en contacto con esa agencia publicitaria de la que te habla Samuel, pero debes apresurarte con los diseños.

—No me presiones Sophie que me bloqueo. Estoy nadando en aguas desconocidas y tengo que ir con cuidado.

—¿Para qué tienes a tu hermana? Está noche me iré a tu apartamento y te ayudaré… ¡me encanta la idea de las mariposas!

—A mí también, siento que podría dejar gran parte de mi esencia en este proyecto.




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