Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 3

Después de abandonar la fiscalía, Samuel se dirigió a la torre Garnett. En el momento en que cruzó el vestíbulo fue interceptado por Vivian, quien intentaba con mucho esfuerzo, igualar el caminar enérgico y seguro de su joven jefe. Samuel, se detuvo tras su escritorio mientras se desabotonaba la chaqueta para tomar asiento, tocó la pantalla de uno de los monitores y el ordenador cobró vida instantáneamente.

—Señor, ya todo está listo para la reunión, dará inicio en cuarenta minutos, las carpetas están sobre la mesa y el refrigerio llegará en veinte minutos para que coincida con el final de la reunión. —Vivian suspiró profundamente, deslizando su dedo índice por la tableta electrónica—. ¿Necesita algo más, señor? 

—No —respondió Samuel acomodando el nudo de su corbata—. Nada más, confío en tu trabajo Vivian. —Volvió su mirada al ordenador—. ¿Podrías traerme un poco de agua? Hablar con el fiscal general me deja la garganta seca —pidió con una increíble sonrisa, que de inmediato evocó una igual en Vivian, quien abandonó la oficina rápidamente.

Revisó su agenda, sabía que esa misma semana tendría una entrevista con su tutor en la maestría de ciencias de la justicia penal, pero no recordaba la hora, también tenía una reunión pendiente con su contador. Así, dejaba que su mente recorriera sus compromisos mientras divagaba en los altos y bajos de su apretada agenda. Sintió el iPhone vibrar dentro de su chaqueta, lo extrajo, extrañándose por la llamada entrante de Morgan.

—¿Pasa algo Morgan? —preguntó frunciendo el ceño con desconcierto.

—¿Garnett, estás en la torre? —indagó Morgan con una evidente nota de preocupación en su voz.

—Sí, acabo de llegar, ¿por qué?

—Estoy reunido con la señorita Sophia Cuthbert, la asistente de Rachell Winstead, creo que debes estar presente en esta reunión.

—¿Pasa algo? —preguntó reconociendo aquel característico tono de voz en Morgan, y no pudo ignorar cómo todos sus sentidos se ponían en alerta.

—Es mejor que vengas a mi oficina.

—Está bien —acordó cubriendo su voz con falso estoicismo—. Voy para allá. —Finalizó, y escuchó a través del teléfono cuando Sophia susurraba “No es necesario”

Se puso de pie encaminándose rápidamente. Vivian traía un vaso con agua en una pequeña bandeja de plata, y él se detuvo porque verdaderamente tenía sed, los efectos de la fumada en la madrugada le pasaban factura, así que dio un celestial y revitalizante sorbo. Casi gimió de alivio al sentir el agua fresca deslizarse por su garganta.

—¿Cuánto tiempo tenemos para la reunión? —preguntó devolviendo el vaso a la bandeja.

—Poco más de media hora.

—Bien —afirmó chequeando su reloj—. Voy a reunirme con Morgan, estaré de vuelta a la hora pautada.

—Sí señor.

Samuel una vez más emprendió camino, entró en el ascensor y descendió tres pisos para llegar hasta la oficina del abogado, el asistente del hombre le abrió la puerta y tanto Morgan como Sophia se pusieron de pie al verlo entrar, el semblante de la pelirroja era indescifrable.

—Hola Sophia —saludó, acercándose y depositándole un beso en la mejilla que ella recibió algo recelosa, después de todo estaba molesta con él por haber insinuado que su amiga era una fácil.

—¿Cómo está fiscal? —Le devolvió ella el saludo sin ocultar su pausada animosidad.

—Bien, gracias. —Sonrió Samuel leyendo la prevención en la pelirroja—. Pero habíamos quedado en que sería Samuel. —Le recordó, después desvió la mirada a Morgan—. ¿Pasa algo? —indagó llevándose las manos a los bolsillos del pantalón, queriendo tontamente esconder su delatador y repentino sudor.

—Es mejor que te sientes —pidió Morgan señalando una de las sillas al lado de Sophia con su mano. Samuel asintió y todos tomaron asiento al mismo tiempo—. Te mandé a llamar porque creo que esto podría interesarte. —Levantó una ceja deslizando un cheque sobre el escritorio para que Samuel lo viese.

El chico observó la cantidad en el comprobante, y ladeó la cabeza con la irritación burbujeando en su pecho, al percatarse de que equivalía al monto total del préstamo que le había hecho a Rachell semanas atrás.

—¿Qué significa esto Sophia? —preguntó con la voz suave y acompasada, desviando la mirada a la chica.

—Obviamente es el pago del préstamo, está claro, ahí lo dice. —El vello en su nuca se erizó en cuanto los ojos dorados de Samuel, aparentemente calmados, se posaron en los suyos. El tipo estaba cabreado. Rachell le había dicho que solo tenía que entregar el cheque, no le dijo que le armarían una emboscada.

—Sí, ya sé que es el monto, pero me refiero a ¿cómo ha encontrado Rachell el dinero? —cuestionó frontal y conciso.

—Ha tenido buena venta la boutique —murmuró Sophia una improvisada respuesta bajando la mirada. Ella era pésima mintiendo y lo sabía, cómo diablos lo haría frente a un encabronado fiscal.

—Sophia, ni con la venta de un año, la boutique tendría las ganancias para pagar esta cantidad —continuó Samuel con aquel tono calmo y profundo.

—Se han vendido algunos diseños exclusivos —masculló la pelirroja jurando que Rachell se las pagaría.




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