Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 6

El Citi Field, estadio de los Mets de Nueva York se encontraba de un lleno total, la algarabía del público era muestra de la adrenalina que los embargaba por ver al equipo jugar en casa, y los primos Garnett en compañía de Megan Brockman se encontraban en el palco a la espera del inicio del partido.

La joven de ojos grises estaba en medio de los chicos con su gorra autografiada y realmente emocionada, le gustaba escaparse con ellos, porque nunca había salido con hombres, su padre no lo había permitido, no en vano, era el centro de burlas de la universidad; aunque, no fuese una apasionada por el béisbol, al menos comprendía y lo que verdaderamente disfrutaba era estar al lado de su novio, quien la estaba enloqueciendo con su colonia y esa belleza ruda de la que era dueño, solo lo miraba de soslayo y en algunos momentos lo rozaba de manera casual porque le tocaba disimular delante de Samuel y eso ya no le estaba gustando, quería poder abrazarlo y besarlo, inevitablemente se mordió el labio inferior y bajó la mirada a sus rodillas al recordar que estuvo a punto de convertirse en su mujer, sintiendo como la excitación germinaba en ella.

Thor era consciente de cada movimiento de Megan, por muy leve que fuese, y él se encontraba de la misma manera, aprovechó la publicidad que le ayudaría en su cometido, ya que esta inundaría los oídos de Samuel, por lo que se acercó a ella y muy cerca del oído le susurró:

—Aún estoy maldiciendo al ingeniero de sonido. —Aprovechó y mordió suavemente el lóbulo de la oreja de la chica la cual vibró íntegramente.

Tal vez si Samuel no hubiera estado concentrado en cómo calentaba el equipo, se habría dado cuenta de la actitud de su primo con Megan, o seguramente era lo que quería hacer, ya que solo pensaba en que Rachell no había ido y por eso su visión y estado de alerta estaban vetados, sabía que Thor había hecho el intento de invitarla, de eso estaba seguro y ella era tan orgullosa que había declinado la invitación, no era un ser inseguro, nunca lo había sido, pero esta mujer empezaba a hacerle sentir lo que se sentía y debía admitir que no era para nada agradable, ese vacío, agonía y esperanza mezclados en su pecho, emociones contradictorias que lo gobernaban y lo hacían enfurecer con él mismo.

«Me estoy pasando de imbécil», —se dijo en pensamientos—.  «¡Maldita sea! Será que sale de una vez por toda de mi cabeza» —Soltó un suspiro y se reclinó en el asiento, cruzando los brazos sobre su pecho, sintiendo el dolor latir lentamente en su costado izquierdo, cada vez que respiraba, instalado como Rachell en su cabeza, podría decir que ella también empezaba a doler.

—Primo, ruédate… Samuel —pidió Thor sacándolo abruptamente de sus pensamientos, encontrándoselo de pie y detrás de él estaba Rachell, al verla su corazón pareció dar un home run fuera de su pecho, era jodidamente hermosa, lo traía loco, debía admitirlo, aunque ella no mostrara ninguna emoción. Siempre le habían gustado los retos, pero Rachell empezaba a ser algo casi imposible ¿o era que él había perdido facultad? Ella le había abducido la seguridad y se suponía que debía sacarla del círculo, alejarla de él, pero esa parte que se resistía le iba ganando la partida.

Ya no lucharía más, por eso al diablo alejarla, a la mierda sacarla de su vida. En ese momento decidió quedarse con Rachell, y coger con ella todos los días porque su deseo por ella era como el de un náufrago a la orilla, y si alguien llegara a tocarle un cabello iba a tener que atenerse a las consecuencias, se iba a arriesgar, a tenerla a su lado y protegerla, solo esperaba que se lo permitiese, porque el obstáculo más grande era la tozudez de ella.

«Solo no lo mires Rachell, no lo mire», se decía mientras saludaba a Megan que se encontraba sentada al lado de Samuel, algo muy extraño, realmente extraño hormigueó en su cuerpo, era una sensación de molestia y desconfianza al ver a la chica tan cerca del hombre que la turbaba, recordando cuando ella le dijo que él estaba “Buenísimo,” era evidente que le gustaba y ¡vaya! Que no perdía oportunidad.

Fue una imbécil a acceder ante la petición de Thor, aun cuando le dijo que lo hacía por él, muy en el fondo era mentira y lo sabía, solo deseaba ver a Samuel, quería ver esos ojos color fuego que cada vez que la miraban le incendiaban la piel y le consumían el alma, extrañaba las sensaciones que experimentaba su cuerpo cada vez que lo tenía cerca, ese palpitar enloquecido en todo su cuerpo, las jodidas mariposas haciendo fiesta en su estómago, esas que él había instalado ahí desde el instante en que lo conoció y que solo él podía hacerlas revolotear, las gobernaba sin lugar a duda, esa casi sonrisa que siempre se obligaba a controlar y cómo su centro desde que lo sintió entrando, irrumpiendo con insistencia y maestría, este le enviaba señales de que lo anhelaba, de que quería sentir el roce y las diferentes texturas resbalando en ella con la sincronía perfecta, el peso de su cuerpo, algunas veces divinamente sofocante y otras perfectamente equilibrado, soñaba sentir todas sus caricias, las tiernas, las posesivas y hasta las sucias, esas que no pedían permiso e irrumpían en lugares que nunca había osado tocar siquiera ella misma, pero despertando placeres que le arremolinaban lágrimas en la garganta.

Y la piel le aumentaba de temperatura al saber que todo eso era lo que Megan buscaba y ella no quería que así fuese, no lo quería y una presión se apoderaba de su pecho que le hacía difícil la respiración, pero más allá de todo ese deseo que la calcinaba e intentaba gobernarla, estaba el orgullo, por lo que hizo acopio de toda su fortaleza para mostrarse, segura, impasible y que él no tenía el poder de descontrolarla con su mirada, que no la estaba poniendo nerviosa, que sus ojos no eran los del jodido Merlín para hipnotizarla.




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