Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 9

Las puertas del ascensor privado del apartamento de los primos Garnett se abrían y salía Samuel, quien aún intentaba asimilar la situación por la que había pasado, lanzó las llaves del auto a una de las mesas, mientras pasaba de largo hasta la cocina, donde se tomó la mitad de un vaso de agua de un solo trago.

El eco ahogado de los disparos evidenció la presencia de Thor en el salón de entretenimiento, jugando PlayStation, antes de ir a verlo optó por subir a su habitación y ducharse, para tratar de despejar el aturdimiento que aún lo gobernaba.

Estuvo unos cuarenta minutos bajo la regadera, recordando lo vivido en el Spa, Rachell iba a volverlo loco, no había conocido, ni cogido con otra mujer que lo hiciese sentir con tanta intensidad, esa combinación de sentimientos que lo azotaban mientras la penetraba y que solo quería demostrarlo besándola, era como si quisiese adorarla a cada segundo, mirar en sus ojos se había convertido en un fetiche para él, verse en las pupilas de Rachell que le presentaban a un Samuel no distinto, pero sí mejorado, con sensaciones que no sabía qué nombre darle, pero estaba seguro de que con solo ella se despertaban.

—Esto no es amor ¿o sí? Ay mierda… Mierda, estoy jodido —dijo con impaciencia sacudiéndose con las manos los cabellos y esparciendo agua que terminaba estrellándose contra los cristales—. Vamos Samuel, ¿qué cosas piensas? Es muy pronto… Demasiado, solo estoy hecho un nudo, estoy confundido, eso es todo, no me voy a adelantar a ponerle nombre ridículo a lo que no es más que una obsesión, eso es lo que es Rachell, se ha convertido en una intensa obsesión, ya llegará otra que la reemplace, ya llegará. —Una vez más se animaba a no dejarse arrastrar al hueco que tanto le había huido, al que siempre ponía la mayor de las resistencias para no caer.

Al salir se colocó un pantalón de chándal amarillo con franjas verdes laterales y en un costado bordada una bandera de Brasil, este era a la altura de las pantorrillas. Agarró el iPhone que había dejado sobre la cama. Con el torso desnudo y descalzo salió de la habitación y se dirigió al salón de entretenimiento.

Cuando llegó al salón, Thor se encontraba en medio de un tornado de improperios contra el videojuego, expresando su frustración por haber perdido.

—Acepta que de vez en cuando tienes que perder —dijo dejándose caer sentado en el mullido sofá al lado de su primo.

—No contra esta cosa. —Movió sus dedos en el control para iniciar una nueva partida—. ¿Cómo te fue, lograste ver a Rachell? —preguntó con la mirada celeste en la pantalla de plasma.

—Sí, logré verla y hablar con ella.

—¿Y cómo quedaron? Algo me dice que aún no se resuelven las cosas, sino, no estuvieses aquí.

—No sé si se resolvieron o no, pero ya sabes que “Rendirme” no está en mi léxico… Si la quiero iré por ella, una, dos, tres, mil veces si es preciso.

—Ese es mi primo —dijo sonriendo y palmeándole la espalda sin desviar la mirada de lo que hacía—. ¿Cómo es que no sabes si se resolvieron las cosas?  Al menos un indicio tuvo que darte.

—La sorprendí en el Spa, tal como había acordado con Sophia, no sé por qué me ayuda si antes ni me pasaba, en fin… Llegué, medio hablamos… Mierda Thor, no me salen palabras con Rachell, me bloqueo… Las pocas palabras nos llevaron a otra cosa…

—Bueno, al menos cogieron, eso te da puntos a favor, porque si no te hubiese abierto las piernas ahí sí diría que estás jodido primo. —Thor se adelantó a dar su punto de vista.

—Sí… Pero Rachell me la ha hecho, la pasamos bien, la invité a que siguiéramos en otro lugar, no tenía planeado estar aquí viéndote discutir con el videojuego —dijo señalando la pantalla—. Pero quedamos en encontrarnos en el estacionamiento y se escapó, se fue sin más, maldita confusión que sentí en el momento, me sentí como el más grande de los estúpidos.

—¿Te cogió y se fue? —preguntó Thor tratando de controlar la carcajada que se arremolinaba en su garganta.

—No, es decir cogimos… Bueno literalmente sí, se fue y me dejó con las ganas. —Trataba de comprender lo que había pasado unas horas antes.

—Entonces, abuso de ti —acotó el rubio imitando congoja.

—Más o menos —murmuró Samuel todavía un poco confundido.

—Samuel… —Dejó de lado el control del PlayStation y se puso de pie—. ¿Qué estás esperando? Vamos levántate… Tenemos que ir a poner la denuncia, hay que denunciarla. —Sin poder controlarse más explotó con una carcajada, ganándose una patada en el culo por parte de Samuel.

—Quieres dejar de burlarte.

—Rachell es mi heroína, la mujer maravilla no le alcanza los tobillos, te tiene agarrado de las pelotas y no te va a soltar. —Aseguró dándole un puñetazo en uno de los muslos a Samuel—. ¿Y qué vas hacer para vengarte? Tienes que dejarla con las ganas también, no es que vas a ir de boca abierta a hacerla gozar… Si estuviese en otro momento hasta me pondría a jugar con ustedes.

—Ni loco, tú te mantienes al margen, quedamos en que a Rachell no la voy a compartir.

—¡Tranquilo! Apunta para otro lado primo, ya te dije que, si estuviese en otro momento, pero sí quiero ayudarte a armar esa venganza, no te dejes Samuel, no te dejes —aconsejó animándolo.

—¿Me ayudarías a hacer lo que sea? —preguntó, mientras su cerebro era reemplazado por el de Nicolás Maquiavelo.




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