Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 12

La sonrisa de Rachell evidenciaba lo feliz que se encontraba y que en cierta medida ella no era realmente consciente de esa dicha. Sin embargo, las personas que la rodeaban sí, Sophia, Oscar, Silvia y algunas clientas ya le habían hecho saber que se le veía radiante, lo que ellos no sabían era que, debajo de ese perfecto maquillaje había escondido sus ojeras, esas que eran la prueba de que no le habían perdonado su desvelada a causa de su maratón de sexo, intenso y delicioso con Samuel Garnett, tanto que, temprano tuvo que recurrir a anti-inflamatorios.

Y su corazón latía emocionado al saber que en cualquier momento se presentaría en la boutique para acompañarla al banco, apenas pudo almorzar, porque la sensación de mariposas revoloteando en su estómago, no le dejaban espacio para nada más.

El aleteo cobró más intensidad y su emoción se desbordó al ver a un chico entrar a la boutique con un hermoso e inmenso ramo de rosas rojas, sin duda tenía más de cincuenta unidades, su presentimiento se convirtió en realidad cuando el chico preguntó por la señorita Rachell Winstead.

—Sí, soy yo —dijo, sintiéndose estúpida sin poder controlar la sonrisa, era mujer y como a todas, le gustaba esas muestras de afecto.

—Firme, aquí por favor. —Pidió tendiéndole una tablilla que tenía la hoja de entrega.

Ella se dio cuenta de que las manos le temblaban y respiró profundo para calmarse un poco, primera vez que se emocionaba de esa manera, tal vez porque las rosas eran de Samuel, muchos le habían regalado flores, pero ningún ramo le había alegrado tanto, lo recibió y con una sonrisa imborrable lo colocó sobre el mostrador, en ese momento Sophia se le acercó.

—¡Lo has dejado por el suelo! —dijo emocionada la pelirroja—. ¿Qué esperas? Mira que dice la nota.

Rachell tomó el sobre y sacó la tarjeta, antes de leer soltó un suspiro, tratando de no hacer tan evidente su nerviosismo.

 

Eres una mujer inolvidable, aunque lo intenté no pude sacarte de mi mente y mucho menos de mi corazón, soy ese búmeran que regresa a ti.

 

Richard Sturgess.

 

La sonrisa de Rachell se congeló inmediatamente y no podía definir las emociones que la asaltaban, no estaba preparada para eso, no lo estaba y el gesto en la cara de Sophia le indicaba que él se encontraba parado detrás de ella.

El corazón le iba a explotar y sintió marearse, pero si no se volvía y no constataba por ella misma que Richard estaba ahí, terminaría por desmayarse, se giró muy lentamente y todos sus momentos vividos con ese hombre rubio, pasaron frente a sus ojos  rápidamente, no había cambiado nada, se encontraba igual de hermoso e interesante, seguía siendo ese por el cual empezó a sentir de manera diferente, ese que la sumergió en el mundo del sexo y que le dio tantos momentos especiales, que le llenaron el alma en muchas oportunidades.

Inmóvil, muda, temblorosa se encontraba frente a él, después de un año Richard irrumpía en su vida con sus maravillosos detalles y su magnífica sonrisa.

—Estás más hermosa —murmuró en medio de su sonrisa de felicidad al verla, sintiendo que todavía la amaba, que esa niña que le había robado el corazón aún ejercía el mismo poder sobre él.

—¿Por qué no me avisaste que venías?, ¿qué haces aquí? —preguntó, con voz temblorosa sin poder creer a quién tenía en frente, sabía que no eran las preguntas más amables, pero no pudo cerrar su boca y pensar antes de soltar el cuestionario.

Sophia decidió alejarse del lugar, para brindarle privacidad a la pareja, por lo que se fue al lado de Oscar.

—Quería darte la sorpresa, sabes que me gusta sorprenderte. —Su tono de voz seguía siendo el mismo, esa manera tan sublime de tratarla permanecía intacta.

—Me alegra verte —dijo tratando de sonreír e imitar el gesto del hombre mientras el corazón le martillaba en las sienes.

—No lo parece… Rachell sé que debes estar dolida conmigo por la manera en que me fui, debí hablarlo contigo, pero ya no podía más… No podía, todos mis intentos de futuro a tu lado solo recibían de tu parte una negativa y yo te quería conmigo, en mi casa, en mi cama todas las noches, dormir abrazados, anhelaba un par de hijos…

—Richard… Bien sabes que no es lo que espero, el matrimonio no fue hecho para mí, te lo expliqué… Te confié por qué no podía aceptar tus propuestas.

—Y en ese momento no pude entenderlo, soy un imbécil, me tomó mucho tiempo asimilar la situación, comprender que te quiero tanto que estoy dispuesto hacerlo a tu manera... Déjame darte un abrazo, porque aún no creo que por fin esté aquí. —Sin esperar una respuesta por parte de Rachell la abrazó—. Quiero que me des una segunda oportunidad.

La mirada verde de Sophia se ancló en el Opel Ampera blanco, el cual tenía en su placa la insignia de abogado y ella estaba segura de que pertenecía a la firma jurídica Garnett, detrás del auto se estacionó la camioneta de los guardaespaldas.

Vio bajarse al fiscal y este se dirigía a la puerta con paso seguro, destilando seguridad y sexualidad.

—¡Mierda! Oscar esto está para reality show —murmuró cuando Samuel cruzaba el umbral de la boutique y su mirada se ancló en el abrazo entre Rachell y Richard, evidenciando su molestia al tensar la mandíbula—. Creo que deberás fungir de referí.




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