Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 14

Thor observaba divertido cómo Samuel mantenía una lucha con el corbatín y trataba de contener la risa, mientras los movimientos torpes de su primo empezaban a exasperarlo.

—¿A dónde la llevarás? —preguntó tratando de desviar la mirada del nudo que Samuel hacía.

—Al Per Se —contestó tratando inútilmente de armar el lazo—. ¡Maldita cosa! —exclamó dándole un tirón y liberándolo del cuello de la camisa de seda blanca.

—Si quieres te presto uno de los míos, que ya vienen armados. —Thor no era de los que se complicaba con esas prendas, siempre buscaba lo más fácil.

—Por favor, porque esta mierda me va a hacer perder los estribos. —Se dejó caer sentado sobre la cama para colocarse los zapatos.

 Thor salió de la habitación en busca del corbatín. Regresando a los minutos con varios de diferentes colores.

—Me parece que el gris va mejor, porque con el negro parecerás un camarero —aconsejó entregándoselo—. Entonces, otra noche que no te espero para dormir, deberías mudarte de una vez por todas con Rachell, quién iba a pensar que Samuel Garnett, el presidente de la firma de abogados más importante de Nueva York y fiscal del distrito de Manhattan, terminaría de refugiado en el apartamento de una diseñadora —hablaba en tono de burla.

—Para tu mala suerte, esta noche la traigo al apartamento, así que te recomiendo antes de dormir coloques Vivaldi. —Se ajustaba las mancuernas en los puños de la camisa.

—Para qué hablé —masculló arrepentido.

—Bien, me largo, no quiero llegar tarde —dijo agarrando la chaqueta, se la puso y se fue a la salida.

El tercer piso del complejo Time Warner en Columbus Circle, lugar donde se encontraba el exclusivo restaurante de estilo francés, Per Se, les daba la bienvenida a Rachell y Samuel. Él la guiaba y aún de soslayo le dedicaba miradas fugaces a la chica, la cual verdaderamente lo había impresionado, llevaba un hermoso y elegante vestido blanco con un peinado que la hacía lucir más alta, el níveo cuello despejado lo incitaba a morderlo suavemente, a saborear cada poro, pero debía guardar sus ganas para el final de la noche.

Los encaminaron a la mesa que él había reservado previamente, donde los esperaba una botella de champán enfriándose en la hielera.

Samuel comportándose como el más atento de los caballeros no permitió que el maître le ayudase con la silla, fue él mismo quien lo hizo, al igual al servirle la espumosa y dorada bebida, descubriendo en el brasileño a un hombre altamente servicial.

No sabía si la actitud tan encantadora de Samuel se debía a la presencia de Richard en el país, a que de cierta manera se sentía amenazado o a que como Sophia le había dicho un par de días atrás, se estaba enamorando. Algo a lo que verdaderamente le temía, porque no quería que él empezara a exigirle cosas que no podía ofrecer, que llegase al mismo punto en que Richard decidió marcharse, porque no podía vivir con lo que tenía para dar. 

—¿Por qué quieres brindar? —preguntó elevando su copa.

—No sé, tal vez porque llevamos dos semanas sin discutir —dijo sonriendo, gesto que hizo que sus ojos brillaran.

—Quien se arma las discusiones eres tú y eso que el abogado soy yo, pero quiero brindar por tu éxito laboral, me siento orgulloso de todo lo que haces, es de admirar. 

—Gracias por pensar en mí antes que en ti.

—Debo hacerlo para que me pagues lo que me debes… —Ante el gesto de ella no pudo evitar sonreír y poner en evidencia su broma.

—Prometo que esta semana te pagaré la primera cuota.

—Sabes que solo estaba tratando de molestarte un poco, no lo he dicho en serio.

—Sé que no lo has hecho en serio, pero yo sí te pagaré en serio, y si no quieres que rompa el brindis que acabamos de hacer, acepta lo que he dicho.

—¡Vaya! Aún no me he dejado amarrar a la cama, ni mucho menos me han dado azotes en el culo, pero es poco lo que te falta para que lo hagas.

—Samuel no intento dominarte, solo deja de ser intransigente y creo que podremos llevar las cosas bien... Olvidemos el tema del préstamo y cuéntame, ¿cómo te ha ido en el trabajo?

—Si te cuento como me va en el trabajo terminarás con la cara enterrada en el plato principal... Quiero conocerte un poco más Rachell, no a la diseñadora, quiero conocer a la mujer.

—No estoy preparada para presentarte lo que soy… —dijo bajando la mirada y con manos temblorosas trataba de colocar la servilleta sobre su regazo.

—¿Ni siquiera un poco? Solo ábreme una ventana Rachell porque voy a enloquecer tratando de descifrarte… Hazlo como los amigos que somos. —Le ofreció la mano por encima de la mesa, ella se armó de valor y correspondió al gesto, sintiendo ese calor tan reconfortante en el agarre.

—No sé hasta dónde pueda llegar, entiendo que quieras comprender ciertas cosas de mí, porque me pasa lo mismo contigo Samuel, pero no quiero ir más allá.

—Arriésgate… ¿Quieres saber algo de mí? Yo trataré de responder a tus dudas, pero si de verdad no puedo te lo diré, podrás hacer lo mismo, solo serán pequeñas cosas pero que pueden ser fundamentales para nosotros.




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