Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 24

Sophia se encontraba en la oficina de Rachell, realizando llamadas al atelier y a algunas clientas, al mismo tiempo redactaba en el ordenador un correo, en el cual hacía un pedido de telas de sedas y rasos, al girar en la silla tropezó con el codo su bolso que cayó al suelo, tirando fuera casi todo lo que tenía dentro.

—¡Demonios! —exclamó exasperada doblándose para recoger las cosas que se habían salido de su cartera—. Esto solo le pasa al Coyote y a mí —hablaba para sí misma y se encontró con una tarjeta color champán y no pudo evitar sonreír al recordar el episodio de su vida en la cual se la había ganado—. Pensará que soy una mal educada, le arruiné los zapatos y ni siquiera lo he llamado… Sé que si lo hago la voz me va a traicionar y voy a parecer una cacatúa, pero podría redactarle un correo, tengo la oportunidad de leerlo varias veces y no meter la pata... Sí eso haré —se dijo con decisión y una vez más se sentó en la silla. 

Sin pensarlo mucho se fue a su cuenta de correo y escribió la dirección electrónica para después empezar a redactar, escribía un par de líneas y las borraba, cambiando de opinión o desistiendo de hacerlo, al final su mensaje fue corto y conciso en el cual se disculpaba una vez más por el rayón en el zapato y que estaba dispuesta a pagar el accidente con una cena, cuando a él le fuese posible. Sin pensarlo lo envió.

No era una niña virginal para estar ocultando sus deseos, después del incidente y de conocer a Reinhard Garnett en persona, en las noches cuando llegaba a su departamento tipo estudio, se la pasaba observando fotografías en la web, encontrándolo cada vez más atractivo, los ojos celestes poseían transparencia lo que lo hacía un hombre de confiar.

Sabía que era caritativo y debía confesar que le encantaba. Le caló en el corazón la última entrevista que le hicieron en la revista Forbes, donde después de nombrar las fundaciones de beneficencia que poseía y todas las donaciones que realizaba, sus palabras fueron “No solo quiero ser el hombre más rico de Brasil, también quiero ser el más humanitario”

Seguramente ni la recordaría con tantas cosas en su cabeza, no sería fácil llevar a cuesta tanta responsabilidad. La voz de Kelly Clarkson con Stronger irrumpió en el lugar ante la llamada entrante y el corazón se le instaló en la garganta al pensar que tal vez sería él, pero al ver el remitente todos sus sueños regresaron al pozo de lo imposible cuando divisó el nombre de Rachell. 

—¡Hola! Estás viva, pensé que Garnett te había descuartizado. —Olvidó a los extremos a los cuales a veces la llevaban sus pensamientos y sus ganas de tener a su lado un hombre que verdaderamente la quisiera.

—Sophie, estoy bien… Vamos saliendo de Chicago, esto es maravilloso, estamos en una estación de servicio llenando el tanque… Bueno, Samuel está haciendo unas compras para el camino.

—Supongo que se verán como unos recién casados —dijo sonriendo, sintiéndose feliz por Rachell porque la escuchaba realmente entusiasmada.

—Ni me lo digas que a todas las partes que llegamos es lo primero que nos dicen, a veces las personas se pasan de indiscretas e impulsivas, no miran antes que no llevamos ningún tipo de alianza, ninguna atadura.

—Es que se les ve muy bien juntos, y aunque me maldigas, se les nota el amor.

—¡Cursi! Estás perdiendo esencia Sophie… Te estás volviendo soñadora, no es amor, solo es química, atracción, ganas, qué sé yo... Bueno, te dejo, ya tenemos que irnos, le das un beso y un abrazo a Oscar de mi parte.

—Está bien, lo haré, Rachell no olvides la anticonceptiva porque me quito el nombre a que estás cogiendo a cada minuto.

—No exageres; sin embargo, para tu tranquilidad y la mía, llevo muy bien el control. Besos para ti.

—Me traes algo —pidió sonriente.

—Bien, lo haré.

La llamada llegó a su fin y la pelirroja dejó libre un suspiro y al ver la pantalla del ordenador, la bandeja de entrada indicaba un nuevo mensaje, al ver el remitente empezó a temblar sin control y el corazón se le instaló en la garganta.

Con manos trémulas apenas podía guiar el cursor y abrir el mensaje, soltó el ratón y respiró profundo unas tres veces para calmarse, eso le ayudó en demasía y logró con éxito acceder al contenido.

Su boca se abrió y no pudo evitarlo, ante los nervios y en un intento por ponerse de pie, tropezó con sus tacones y cayó de culo.

—¡Mierda! Soy la misma Julia Roberts en Mujer bonita… ¿Dónde habías estado toda mi vida Richard Gere? —Se preguntaba al tiempo que se ponía de pie y con una mano le hacía un gesto a Oscar que la miraba desde la planta baja, para que supiera que estaba bien y con la otra se mimaba las nalgas—. Tengo que responderle, no sé si deba preguntarle qué ropa usar… Ay ¡Dios mío! Lo siento por Samuel, pero me le voy coger al tío, que las ganas que le tengo no son normales —dijo sonriendo y llevándose el dedo pulgar a la boca para morderse la uña—. Lo primero que haré será apartar una cita en el Spa, depilación total, aún no me toca, pero solo por si acaso, no quiero dar una mala impresión.

Sin perder más tiempo envió su respuesta, era una locura, pero estaba dispuesta a vivirla, prefería arrepentirse de los errores que lamentarse por cobardía.

 

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