Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 25

Después algunas horas de solitaria carretera, entraban a la ciudad de Oklahoma donde harían una parada de unas tres horas, para descansar un poco, almorzar, darse un baño, llenar el tanque y seguir.

Ya Samuel se había resignado a quedarse en moteles de carretera y no le preguntaba a Rachell, simplemente llegaba y bajaba con el equipaje de mano.

Primera vez en su vida que pasaba tanto tiempo compartiendo con una mujer, estaba con ella día y noche, conversaban por horas y horas de cualquier tontería porque escarbar en el pasado no estaba permitido, unas veces ella dormía mientras él conducía y otras era Rachell, quien lo hacía debido a sus propias exigencias; aunque Samuel se sintiese cansado no podía pegar un ojo, solo admiraba el camino o perdía su mirada en el perfil femenino, sintiéndose feliz, pleno, sin preocupaciones, le había dado una pausa a sus demonios, los había encerrado al menos por el tiempo que durara el viaje, ya después retomaría su venganza.

Discutían, imposible no hacerlo cuando sus puntos de vistas siempre eran tan distintos sobre todo en los gustos musicales, con la misma frecuencia en que estaban en desacuerdo tenían relaciones sexuales y ponían tierra de por medio a esas pequeñas molestias.

Rachell era menos intransigente que Samuel y buscaba soluciones a sus desacuerdos, como crear una lista de reproducción con los gustos musicales de ambos, el tener una instalación de iPod en el clásico ayudó en demasía, porque sería realmente complicado crear una lista de reproducción en un cassette. ¡Bendita tecnología!

En ese momento el tema Bitter Sweet Sinfony les amenizaba el viaje y Rachell aprovechó la oportunidad para hacer muecas con su cara, ayudada por sus manos, captando la atención de Samuel que iba con la mirada en el camino. Él al verla soltó una carcajada y llevó su mano a la cabeza de Rachell, obligándola a bajarla, casi se la enterraba en el suelo del auto.

—Te ves tan ridícula como Reese Witherspoon. —Sin poder dejar de carcajearse.

—Mejor me los ahorro, al fin y al cabo, no eres Ryan Phillippe, ya quisieras —dijo cruzándose de brazos y fingiendo molestia.

—Bueno ya, solo estaba jugando un poco. —Trató de enmendar el error.

—Ya te dije que no eres Ryan Phillippe y no estoy jugando… mejor me voy al asiento trasero —señaló incorporándose y con la precaución que requería por estar el auto en marcha, se pasó a su lugar de retiro, el que siempre ocupaba cuando se molestaba. 

—Ya estamos por llegar y si sigues con tus niñerías, me voy a reservar una habitación individual —amenazó mirándola a través del retrovisor.

—Te tocará dormir en el sofá, porque un caballero no dejaría a una dama dormir en el suelo.

—¡Dale con los caballeros! —exclamó de manera exagerada—. Soy del siglo XXI si quieres a un caballero busca una brecha en el tiempo, dudo que te guste alguno porque realmente no eran como los presentan en las series de BBC… ¡Estarás jodida! Cuando te veas rodeada de panzones que no se la alcanzan a ver y con un aliento a diablos…  pero para que no digas que soy tan desgraciado te dejaría dormir bajo mi cuerpo, tú decides.

—Lo permitiría con la única condición de que estés desnudo, de lo contrario, prefiero quedarme en el auto, así me asfixie con el monóxido de carbono.

—En ese caso esta noche nos rentamos una individual, tal vez debería hacerlo con el resto de moteles que nos quedan… Ahora ven aquí. —Le pidió tendiéndole la mano, al tiempo que reducía un poco la velocidad.

Rachell le agarró la mano y una vez más se pasó al asiento del copiloto, al sentarse Samuel se llevó el agarré a los labios y le depositó varios besos en la palma—. Te gusta discutir conmigo.

—Solo me entretiene —acotó sonriendo y amordazándolo juguetonamente.

Después de unos minutos llegaron al Motel Skyliner y Rachell bajó en medio de brincos, como si fuese una niña realmente emocionada al saber que se hospedarían en uno de los moteles más famosos de Estados Unidos, por la cantidad de veces que había salido en películas.

—Samuel trae la cámara quiero una fotografía en el letrero —pidió parándose al lado de la gran valla de luces de neón.

Al brasileño le encantaba verla tan emocionada y no podía negarle ningún pedido, ella estaba viviendo uno de sus sueños. Se decidió por la cámara profesional, ya que la polaroid era más apropiada para otros momentos.

—Te ves muy bien tras el lente… —dijo antes de tomar la primera foto, de tres que ella quiso en el letrero.

Unas personas llegaban al auto de al lado y Rachell no perdió la oportunidad para pedirles el favor, ya que quería fotografías con Samuel, el padre de familia amablemente se ofreció. Supuso que no saldría muy bien en esa imagen cuando Samuel la tomó por sorpresa y la cargó capturando el momento de su asombro.

Agradecieron la colaboración del hombre y se dirigieron al interior del motel donde reservaron una habitación matrimonial, necesitaban descansar esas dos horas y una cama individual no era la mejor opción para hacerlo.

Les tocó una habitación con papel tapiz floreado en beige y rosa viejo, que hacía juego con las sábanas y cortinas, el lugar se encontraba limpio y ordenado, la cama era amplia y cómoda, se dieron un baño y antes de dormir, Samuel activó el despertador para no dormir más de dos horas.




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