Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 29

Sophia se encontraba acostada boca abajo en el inmenso y placentero lecho, con su cuerpo laxo después de pasar una noche inolvidable, completamente satisfecha con la experiencia vivida. Abrió los ojos lentamente y las pupilas cerrándose ante la claridad de la habitación avistó en primer plano al culo de Reinhard Garnett entrando al baño, una sonrisa se apoderó de su rostro adormilado. En medio de un suspiro cerró los ojos y decidió revivir en pensamientos todo, una vez más.

Cuando el avión privado de Garnett aterrizó en la pista, las piernas empezaron a temblarle y el corazón a punto de vomitarlo, durante el viaje se había sentido como una reina. Los guardaespaldas le habían brindado todo tipo de atenciones, pero cuando se encaminó a la puerta de la aeronave vaciló al menos un par de minutos, mientras asimilaba que al bajar las escaleras una alfombra roja ¡una jodida alfombra roja! La esperaba, tuvo que respirar profundamente y parecer tranquila cuando solo quería llorar de felicidad, armándose de seguridad para no rodar por las escaleras y hacer de cuenta que esas cosas no la sorprendían, sino saltaría al ruedo la pueblerina o la mesera de restaurante de carretera.

Odiaba controlarse, pero con un hombre tan importante debía hacerlo, cada molécula de su cuerpo dio volteretas y cayó desmayada ante el asombro, cuando uno de los hombres más importantes del continente y el más influyente de Brasil, se acercaba sonriente con un smoking y un inmenso ramo de rosas rojas.

Le había dicho que tenía trabajo pendiente y que por esa razón no podía buscarla, pero que se encargaría de que su traslado fuese placentero, eso lo había cumplido, pero no pensó que la estaría esperando a su llegada.

—Bienvenida, es mi manera de disculparme por no ir personalmente a buscarla. —La voz de seguridad del brasileño se le aferraba a los nervios y tuvo que obligarse a mantener el autocontrol para no estremecerse.

—Gracias… No se hubiese molestado, comprendo que es un hombre muy ocupado. —Se felicitó mentalmente porque solo titubeó un poco, mientras recibía el ramo, que debía tener unas cincuenta rosas.

—Supongo que ha sentido el cambio de clima, por favor, vamos a un lugar más fresco. —Con una mano en la espalda la guio a un auto lujoso, con todo lo que había preparado esperaba una limosina, pero una de esas no le llegaba a los pies a la maravilla que tenía a pocos pasos.

«Es el clima, pensé que era mi temperatura corporal y todo lo que este hombre me provoca.», caviló la pelirroja y le sonreía amablemente.

Entraron al vehículo y al salir del aeródromo la vista de Sophia se paseaba del hombre a su lado al paisaje que se presentaba, así como se percataba de las camionetas que lo seguían y las que iban adelante, ni el jefe de Estado contaría con tanta seguridad.

—¿Es la primera vez que visita Brasil? —preguntó, al ver cómo la chica miraba atenta todo a su alrededor.

—Sí señor… Es tan alegre como me la imaginé.

—Reinhard, por favor llámeme Reinhard. —Le pidió amablemente.

—Está bien Reinhard, ¿podrías llamarme Sophia? —Le solicitó, mirando los hermosos ojos celestes del hombre y lo interesante que se veía con las líneas de expresión en la frente y alrededor de los ojos, también de las canas que adornaban sutilmente su cabello claro.

—Por supuesto Sophia… —Le agarró la mano con galantería—. ¿Cómo van tus cosas? —preguntó interesándose en ella, otro simplemente hubiese empezado a alardear de todo lo que poseía, punto a favor para el brasileño.

—Bien, muy bien… Trabajo todos los días, voy al gimnasio… No tengo muchas cosas de las cuales hablar —dijo sonriendo nerviosamente.

—Creo que sí tienes, solo que no tienes confianza, y lo entiendo, pero si quieres contarme en qué trabajas, pequeñas cosas que nos ayuden a conocernos mejor… De mí, tal vez sepas algunas cosas por los diarios, pero no todo el tiempo dicen la verdad.

—Trabajo en una boutique en la quinta avenida, es de mi mejor amiga, de usted solo sé que tiene dos hijos y es separado, también sé de su sobrino, el asistente al fiscal, a él lo conozco personalmente.

—¿Te has metido en problemas? —preguntó sonriente—. Espero y Sam no te haya hecho pasar un mal momento, tiene un carácter fuerte, pero…

—No… no —lo detuvo—. Lo conozco por casualidad, no por asuntos legales.

—¿Has salido con él? ¿O tienes a alguien? —Su manera de preguntar era sutil, ella en ningún momento se sintió intimidada.

—Si tuviese a alguien, no hubiese aceptado la invitación… y no, no he salido con Samuel. —Respiró profundo y parpadeó para agarrar el valor, porque sentía que debía hacerlo, debía decirle a Reinhard cómo era que conocía al sobrino—. Él está saliendo con mi amiga. —Soltó sin respirar, lo dijo sin pausa y con prisa.

—¿Tu amiga es Rachell Winstead? ¿La diseñadora?; ¿Con la que está viajando? Es decir, la misma de las orquídeas —preguntaba con una sonrisa de sorpresa.

—Sí —dijo tímidamente—. ¿Cómo sabe todo eso? —preguntó sin poder atajar su curiosidad.

—Tengo algunos informantes, Sam no me lo ha contado… Creo que en situaciones de mujeres pierde la confianza en su tío… Puede ser algo controlador de mi parte, pero sé cada movimiento de mis hijos y de mi sobrino… Quien se empeña en que haga la diferencia es Samuel, pero para mí es mi hijo también, es hijo de mi única hermana… —La voz del hombre al nombrar las últimas palabras se cargó de nostalgia.




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