Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 38

El próximo destino fue Las Vegas, después de tres años Rachell regresaba al lugar que la ayudó a crecer; ese que forjó su personalidad. Al ver los luminosos letreros que empezaban a encenderse uno a uno a medida que la noche arropaba la ciudad, se dio cuenta de que había extrañado ese lugar.

Se dio cuenta de que Samuel le había hecho trampa con el hotel, cuando ante ellos se presentaba iluminada la pirámide del hotel Luxor.

—Después de todo lo que vivimos en el Gran Cañón merecemos un poco de comodidad… En el Spa te están esperando —dijo posándole una mano en la rodilla derecha.

—¿Y el coche? —preguntó ya que lo habían dejado al sur del Gran Cañón.

—Ya nos está esperando en el aparcamiento del Luxor.

—Entonces nos daremos una ducha, bajaré al Spa, tú dormirás un rato y cuando regrese te daré un masaje.

—Joder… Entonces me tocará cancelar la cita con la japonesa que me iba a dar una sesión de relajamiento total.

—Si no quieres que mande a esa japonesa de una patada en el culo a su continente, será mejor qué la canceles… Yo me encargaré de darte la sesión de relajamiento total.

—¿Celosa? —preguntó elevando una ceja con picardía.

—Sí —dijo determinante y mirándolo a los ojos, tomando por sorpresa a Samuel que esperaba que lo negará y escuchar eso, hizo que su emoción aumentara, tanto que podía rebasar los límites que el taxi que los transportaba le ponía—. No voy a permitir que manoseen a mi guía.

—¿Más? Si tú ya me has borrado los poros —dijo divertido sin poder ocultar su emoción.

—Y dejaré mis huellas tatuadas en tu piel. —Se le acercó al oído, mordiéndole el lóbulo de la oreja, para después susúrrale—. Si dejas que otra te toque, podrás ir despidiéndote del premio, esta noche iba a dejar que empezaras a trabajar en ello, pero si otra te toca podrás despedirte definitivamente de lo que tanto anhelas.

—Rach… —murmuró el diminutivo con voz temblorosa ante lo que despertaba en él la expectativa—. Creo que podríamos empezar apenas lleguemos y después hacer todo lo demás.

—No… No señor, primero quiero estar relajada e hidratada, el sol me ha dejado la piel hecha un asco… Si vale la pena, se hace esperar, así que te toca esperar unas horas más y eso sí, te quiero mínimo como el señor Darcy.

—Como un británico desabrido, no por favor —masculló en medio de un puchero.

—¿Tienes algo en contra de los británicos? —preguntó elevando una ceja y en ese momento el taxi se detenía frente a la entrada del Luxor.

 Les abrieron las puertas y ellos bajaron, se fueron a recepción y de ahí los guiaron a la habitación, en el ascensor Rachell retomó la conversación.

—No has respondido Sam.

—¿Qué no he respondido? —preguntó haciéndose el desentendido.

—No me has dicho, ¿qué tienes en contra de los británicos?

—Yo —dijo señalándose el pecho—. Nada. —Elevó sus hombros y dejándolos caer despreocupadamente—. Es solo que has dicho como Darcy… Y la mujer… ¿Cómo se llamaba la famosa autora?

—Jane Austen —dijo sonriendo y mirándolo con entusiasmo.

—Bien, esa Austen no escribió. —Se acercó para murmurarle y evitar que el botones delante de ellos escuchara—. Al Darcy pidiéndole el culo al personaje femenino… ¿Cómo se supone que voy a hacerlo como él? Te tocará conformarte con un carioca cuidadoso, que sabe perfectamente cómo hacer el trabajo.

—Entonces me tocará confiar en un carioca “cuidadoso” —contestó sintiendo como la conversación empezaba a excitarla.

—De eso se trata, de que confíes en mí. Entonces, nos damos una ducha, tú vas al Spa y yo saldré a hacer unas compras de última hora.

Las puertas del ascensor se abrieron y el botones los guio a la habitación.

Al llegar, Rachell se percató de que el equipaje se encontraba en el lugar, sin perder tiempo entró al baño y se desvistió, entraba a la ducha cuando Samuel la alcanzó, ambos disfrutaron de un baño combinando diferentes temperaturas de agua, que ayudaba a disminuir el cansancio en sus cuerpos y sacar el bochorno del sol.

Rachell se secó un poco el pelo con el secador, para no perder el tiempo y se colocó un vestido celeste con flores blancas de un estilo silvestre, mientras Samuel se colocó un vaquero y una camisa negra, la cual se arremangó hasta los codos y se dejó los primeros tres botones sueltos.

Ambos salieron de la habitación y él la dejó en el Spa.

—Seguramente llego antes de que terminen contigo, te estaré esperando en la habitación. —Le llevó las manos a las caderas la adhirió a su cuerpo y combinó besos y suaves mordeduras en los labios de la chica.

—Está bien, de todas maneras, tengo el teléfono y así estaremos comunicados.

—Perfecto… Ahora sí, me largo porque este lugar me trae recuerdos que…

—¡Ya! No lo digas… Fuera de aquí. —Lo empujó juguetonamente y se dio media vuelta, entrando al lugar donde la mimarían un poco.

El olor a rosas y miel inundó sus fosas nasales y una mujer la llevó a los baños, donde se desvistió y se colocó el tanga desechable y la bata de baño, con su teléfono y vestido en mano, acompañó a la masajista hasta el cuarto que se encontraba iluminado tenuemente, ayudado por las velas aromáticas, se acostó en la camilla y la mujer le explicó en qué consistía la sesión que tenía preparada para ella.




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