Sophia regresaba del taller con cinco vestidos y tres prendas más, apenas podía salir del taxi con tanta carga y empezaba a maldecir a Oscar que no aparecía para ayudarle, sin detenerse a pensar que el hombre podría estar ocupado.
—Permíteme ayudarte Sophia.
La voz con acento portugués y las manos posándose en la cintura hicieron del interior de la pelirroja una montaña rusa de emociones, perdiendo el sentido de orientación por segundos y no fue consciente de en qué momento le habían ayudado con el peso de las prendas.
—¡Reinhard! ¿Qué haces aquí? —preguntó desconcertada y emocionada, realmente emocionada.
—He venido a visitarte, disculpa que no te haya avisado antes de hacerlo, he estado un poco ocupado. —Le agarró el brazo a la chica que lo tendía con un billete para pagarle al taxista y entonces Sophia fue consciente de que los guardaespaldas estaban a un paso, ante la seña que él le había hecho a uno de ellos, quien se acercó al coche y le pagó el servicio.
—Gracias —dijo sonriente.
Se dirigió a la boutique, mientras el magnate brasileño caminaba a su lado y se sentía muy importante, pero sobre todo feliz, aunque esa felicidad se congeló al igual que sus pasos a punto de entrar.
«Mierda… Mierda, Oscar lo va a reconocer y se lo dirá a Rachell, tengo que deshacerme de Reinhard a como sea.» Cavilaba con el semblante un poco alterado.
Estaba armando su plan para despedir al empresario y cuadrar una cita, porque estaba ansiosa por estar a solas con él, ya que la cercanía despertaba los latidos de todo su cuerpo, pero no le dio tiempo de despedirlo cuando Oscar los sorprendió en la puerta.
—Gracias señor Garnett, es muy amable —dijo el hombre encargándose de las prendas, y entonces la mirada que le dedicó a Sophia le hizo saber que ya lo sabía.
La chica quiso que un cráter se abriera bajo sus pies y se la tragara, pero eso no pasó, no le quedó más remedio que armarse de valor, respirar profundamente y entrar.
—Oscar, voy un momento con el señor Garnett a la oficina —informó pasando de largo, mientras era seguida por el brasileño, al subir las escaleras podía sentir la mirada del hombre encenderle el trasero y eso la excitó de una manera nunca antes experimentada, tanto que se lo follaría en la oficina de Rachell, sino fuese transparente, lo que le recordaba que debía comportarse.
—Toma asiento por favor —pidió y ella se sentaba a su lado y no en el sillón de su amiga.
—Sophia, disculpa que haya venido sin avisar y sobre todo haberme tomado el atrevimiento de venir hasta tu lugar de trabajo, pero quería comer contigo, esta noche debo regresar a Brasil. —Le tomó una mano mientras la miraba a los ojos… ojos color mar en los cuales ella quería ahogarse.
—No te preocupes Reinhard, me alegra que estés aquí, ya tenía planes para comer con Oscar, pero no creo que se enfade si lo dejo plantado y pido el resto de la tarde libre. —Las ganas que le tenía saltaban por su boca sin poder evitarlo, ya mucho se contenía delante del hombre.
Megan le había hecho el comentario a Thor, de que no conocía la tienda de Rachell, conversación que salió al ruedo cuando preguntó por ella y Samuel, para saber cuándo tenían previsto regresar.
Su novio la sorprendió cuando ya estaban frente a la fachada de Winstead boutique, él tampoco la conocía, pero sí sabía dónde estaba. Después de dejar el coche en un aparcamiento cercano se dirigieron tomados de la mano, ganándose las miradas de muchos, ya era costumbre la indiscreción de las personas y ellos sabían que se debía a la gran diferencia de estatura y contextura entre ambos, pero eso no era impedimento para los sentimientos y la atracción física que entre ellos existía.
—Buenas días —saludaron al entrar y vieron a un hombre afroamericano de ojos grises que los recibía
—Buenas días, bienvenidos a Winstead boutique, enseguida serán atendidos. —Les informó y una chica que se devoraba con la mirada a Thor se acercó sonriente.
—Buenos días, mi nombre es Silvia, espero ayudarlos. ¿Buscan algo en particular o prefieren un recorrido por la tienda? —preguntó amablemente, siendo profesional.
—Un recorrido, es la primera vez que vengo —contestó Megan sin soltarle la mano a Thor, marcando territorio, ese grandulón era de ella y sería mejor que Silvia moviera sus ojos a otra dirección.
—Bien síganme, empezaremos por las prendas casuales… —La chica parloteaba con profesionalismo mientras caminaba, explicando cada prenda que les mostraba.
—No me la imaginé tan grande, ni tan elegante… Es hermosa la boutique de Rachell —murmuró Megan a su novio, mientras sentía la textura de un pantalón de cachemir de corte recto y sin plises.
—Se parece a ella, tiene su estilo. —Sus dedos inquietos saltaron a la nuca de Megan y le acarició con las yemas hasta la base del cuello, disimulando la caricia ante la chica que los atendía y no pudo evitar sonreír ante el sutil estremecimiento que Megan le regaló.
—¿Se lo llevará? —preguntó al ver a la chica interesada en el pantalón.
—Me lo voy a probar.
—Los probadores están al otro extremo, permíteme. —Pidió Silvia quitándole el pantalón y llevándolo ella, sirviendo de guía a los clientes hasta los probadores.
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Editado: 19.12.2021