Dulces mentiras amargas verdades: Revelaciones (libro 2)

CAPÍTULO 42

Banderas de todas las naciones del mundo ondeaban frenéticamente, en un mar excitado de personas con la adrenalina en el punto más alto, que se movían al ritmo de la electrónica, la cual no paraba mientras esperaban la salida de otro DJ que se encargaría de animar la tumultuosa fiesta que era trasmitida en vivo, además de muchos medios de comunicación concentrados en el lugar, por ser la primera sede del famoso festival a nivel mundial.

Rachell nunca en su vida había visto tantas personas disfrutando de un estilo de música en un solo lugar, admitía que era completamente aburrida y que nunca había asistido a conciertos en vivo, a pesar de que la música le encantaba, particularmente la electrónica le gustaba porque la llenaba de energía, pero ni siquiera sabía distinguir entre los géneros.

Su mirada sorprendida se anclaba en las personas eufóricas abajo, mientras ellos se encontraban en una plataforma de frente al escenario, estando menos abarrotado de gente, durante la tarde habían caminado por los bosques que les ofrecía un hermoso espectáculo, cuando el sol se colaba con sus rayos a través del follaje y estuvieron sentados a la orilla del lago, también le pintaron en la espalda unas alas de mariposa en colores negros y fucsia, era un evento para divertirse, para pasarlo bien y no pensar que el mundo seguía girando fuera de la villa de los sueños, como habían nombrado al lugar.

Y aunque todo era increíblemente mágico como en un cuento de hadas, también estaban incluidas las brujas bragas ligeras, no pudo evitar cabrearse, cuando ella dejó solo unos minutos a Samuel para lavarse los pies en el lago y dos chicas se acercaron y le pidieron tomarse una fotos con él,  eso no fue lo que le cabreó, lo que verdaderamente le cabreó fue la manera de agradecer el gesto de él, al darles besos como si fuesen de su propiedad.

Lo dejó tirado, se fue con rapidez entre los árboles y le importaba una mierda si se perdía, solo quería alejarse porque si no lo hacía podía terminar ahogándolo en el lago. Él se percató de su casi huida y la siguió, su mejor manera de ganarse su perdón, no fue con palabras, fue fallándosela contra un árbol.

Regresando al presente, la emoción la embargaba y su cuerpo se movía por sí solo, era como si estuviese poseído y no podía controlarlo y agitaba su bandera de Estados Unidos, sintiéndose más patriótica que un cuatro de julio.

Llevaba puesto un short vaquero y en la parte de arriba el biquini en forma triangular con la bandera de su país, mientras que Samuel llevaba una bermuda blanca y una camiseta sin mangas de la selección de fútbol brasileña, así como su bandera, las cuales adquirieron en la entrada del evento y no eran tan grandes como otras, por lo que podían agitarlas sin problema alguno o colgárselas de un bolsillo.

Todo era muy colorido, como habían ambientado el lugar era maravilloso, parecía un bosque encantado, era como un jardín de infancia en el cual todos los sueños podían hacerse realidad, pero había perversión y excitación por todos lados, al parecer la música, las bebidas y algunas drogas alborotaban las hormonas al punto de que si no buscaban la manera de saciar las bajas pasiones explotarían.

Samuel, disfrutaba con ella del festival, pareciendo un niñato de mierda, emocionado con la música, saltando y cantando, pero le gustaba esa parte tan juvenil e irreverente de él, ya después cuando llegarían a Nueva York seguro volvería a ser el fiscal cara de culo.

—¡Samuel! ¡Garnett! —un chico llegaba, era de cabellos castaños con algunos reflejos rubios y se encontraba eufórico y sin camiseta, enseguida  se les unió una chica de piel muy oscura pero con unos ojos ámbar brillantes y unas pestañas impresionantes, además de un cuerpo despampanante.  

Samuel al verlos los abrazó con euforia, demostrando la emoción que le causaba el encuentro, antes de que pudiesen hablar ya ella se había dado cuenta de que eran brasileños por las banderas, intercambiaron unas palabras en portugués, era la primera vez que escuchaba a Samuel hablar en su idioma natal con otra persona y el tono de voz le cambiaba a uno más grave y era sumamente excitante, siendo apenas consciente de la fluidez con que hablaba el inglés, porque lo hablaba como un norteamericano más, mientras conversaban, los chicos la miraban y el hombre no pudo ocultar cierto asombro ante algunas palabras de Samuel quien después la presentó.

—Noah, te presento a mi enamorada —dijo colocándole la mano en la parte baja de la espalda.

—Mucho gusto, Noah Lazzini.

—Igualmente, Rachell Winstead. —Apenas podían intercambiar palabras ante el estruendo de la música.

Hicieron la presentación de las chicas y después los brasileños se despidieron para regresar con el grupo que se encontraban.

—Noah es un gran amigo, también le gusta la capoeira, fue quien me llevó a las favelas por los mejores contrincantes, su padre se dedica al negocio de los caballos. —Le explicó una vez solos y le entregaba una botella con agua de la cual ambos tomaron un poco.

 La voz misteriosa e histórica que amenizaba el evento se dejaba escuchar una vez más anunciando a un nuevo DJ y el público enardeció sin siquiera haber escuchado el nombre de quien les animaría la fiesta.

¡Sebastian Ingrosso! —Fue nombrado y todo el mundo empezó a saltar y en el estómago de Rachell se abrió un abismo, a ese DJ sí lo conocía a la perfección, animándose aún más y disfrutando cada mezcla del hombre, así como gritaba eufórica cada vez que él saludaba y agitaba su bandera, aunque se encontrasen en Estados Unidos quería hacerse presente.




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