Las pláticas se vuelven más interesantes cuando se sabe que tenemos a esa persona especial que siempre estará dispuesta a escuchar. Y se volverán más amenas cuando esa persona te responda con la cosa más loca que hayas escuchado en tu vida.
El momento del encuentro entre los dos, se quedó tan grabado en la mente de Daina, no podía esperar a poder ver a su amiga Susan para contarle con detalle todo lo que había pasado aquella mañana.
Esa tarde de trabajo se convirtió en una tarde de chicas, mientras trabajaban en los pedidos las dos amigas no dejaron de hablar del tema.
Al terminar de contarle todo a Susan, esta se quedó callada, muy pensativa, Daina ya esperaba que de esa linda chica saliera la teoría más loca, conspirativa y ocurrente que haya escuchado.
—Okay, no estoy diciendo que sea, pero te acuerdas de aquella señora adinerada que vino la otra vez a la pastelería. El suspenso en la cara de Susan ocasionaba que mil ideas se vinieran a la mente de Daina.
—Si, la señora que se perdió.
—Entremos en contexto, un día antes de las visitas del chico misterioso esa señora vino, ambos son elegantes y extranjeros, coincidencia no lo creo.
La pastelera seguía en silencio tratando de seguir el hilo a su amiga.
—Daina recuerda bien ese día.
—Susan, qué flojera, no tenemos tanto tiempo para tus teorías conspirativas.
—Ah, no seas chillona y acuérdate.
—Mmm, ya que, ese día en específico me sentía rara, desde que inicio mi día fue un caos, la alarma no sonó o al menos eso creo, recuerdo que llegué un poco tarde, por suerte tú ya estabas aquí y ya habías puesto en marcha la producción de pan y pasteles y me dejaste para hacer las galletas.
Daina era la única que podía lograr crear unas galletas tan deliciosas y especiales. La receta no era secreta, lo que las hacía especiales era la experiencia que Daina ya contaba para realizarlas, las creaba desde niña, era la única cosa que recordaba de su madre.
Lo que conocía es que con esas galletas su madre enamoró a su padre, pero también fue la última receta que su madre realizó antes de abandonarlos.
—Nombre, si quieres cuéntame desde que naciste, enfócate. El sarcasmo de Susan le parecía hilarante a Daina.
—Grosera, yo solo estaba recordando bien.
Ese día, al llegar Daina se percató que una hermosa mujer se encontraba dando vueltas enfrente de la pastelería, sin embargo, aunque la apariencia de la mujer era muy sofisticada, también daba vibras de estar nerviosa, angustiada y sobre todo ansiosa.
—¿Sabes si la mujer de allí ha estado desde que abriste?. Un poco confundida fue a preguntarle a Susan, que estaba en la cocina en la parte trasera.
—Cuando llegue ella estaba en la banca de enfrente y ni siquiera me devolvió mis buenos días. -Respondió indignada.
—Iré a revisar, puede que necesite algo.
Daina salió de la panadería y se aproximó a la mujer, dándose cuenta que esta se encontraba muy preocupada y ansiosa.
—Disculpe, ¿se encuentra usted bien?. Preguntó Daina con un tono de voz tembloroso, pues se encontraba nerviosa.
— Si, solo estoy un poco perdida, salí a mi caminata matutina y no sé cómo volver, llevo pocos meses viviendo en México, no conozco todas las calles. La mujer miraba a todos lados confundida buscando algo que ni siquiera ella sabía.
Daina logró respirar y relajarse, pues en su mente se imaginaba cosas muy horribles sobre aquella mujer, por su aspecto y su acento podría entender que era extranjera y muy elegante.
<<Daina
Que raro, por un momento creí que esta señora era una delincuente, una cobradora, una estafadora, bueno tal vez sí lo es, que se supone que querrá, es muy raro, no creo que esté perdida, ¿debería llamar a la policía?, ¿debería confiar ella?, no, no ¿por qué soy tan confiada?, ¿que tal si es una asesina en serie?, o tal vez estoy exagerando.>>
—Es una mañana muy fría, pase a mi negocio, allá le daré un poco de café y le regalaré una galleta de chispas de chocolate, verá que le encantará, no soy presumida, pero los vecinos dicen que son las mejores de la ciudad.
Aún con un poco de miedo, Daina decidió ayudarla, con la esperanza de que no sucediera nada malo.
—Soy Kate, vengo de Inglaterra, llegamos a México mi hijo Jason y mi esposo Dylan hace unos meses, no quería incomodar, solo me perdí, no es necesario tantas atenciones.
La mujer movía sus manos de arriba a abajo y apretaba sus puños, estaba ansiosa puesto que debía volver a su casa para que su familia no se preocupará.
—No se preocupe, yo misma la llevaré a su casa, pero debe tranquilizarse, no es ninguna molestia. Tenga pruebe las galletas mientras le preparó su café.
—Eres muy linda, ¿cuál es tu nombre querida?. Hablo más tranquila Kate mientras tomaba la taza de café.
—Soy Daina, la dueña de este lugar.
—Bueno Daina, me encantaron las galletas, regresaré a mi casa, no te preocupes, sé que puedo hacerlo fue un placer conocerte, mandaré a mi hijo después, que por cierto, no soy presumida pero es un chico muy guapo y joven, sé que se llevarían muy bien, lo mandaré a que venga a comprarme mas galletas.
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Editado: 08.11.2024