Algunos lugares parecen estar destinados para las personas.
En el cuarto de hospital se encontraba Daina y su padre, el mismo cuarto blanco, en el cuál, le habían dado la noticia de la enfermedad de su padre. El mismo cuarto blanco que su padre visitaba en cada recaída, era como si ese cuarto blanco estuviera reservado para él.
Daina miraba a su padre acostado en la cama del hospital, fingiendo estar dormido para no tener que platicar con nadie, así no debía afrontar ninguna conversación no deseada.
Los ojos de Daina se llenaban poco a poco de lágrimas, deseaba que su padre nunca hubiera tenido que pasar por eso.
Por su mente los recuerdos de su infancia junto a él la inundaban, parecían como dos personas diferentes, ya no era aquel hombre joven aventurero que nunca le temía a nada, ahora estaba postrado en una cama de hospital y lo que más le dolía era su falta de esperanza, su falta de compromiso y su desinterés por mejorar su salud.
—Que bueno que ya te encuentres mejor, lo importante es que estés bien y que estés tranquilo. Aclaró su voz y escondiendo sus lágrimas lo mejor que podía, mientras se quebraba cada vez más, intentaba hablar con él, teniendo la ilusión de convencerlo.
—No fue para tanto, ya estoy bien, no tenías que venir y dejar de hacer tus cosas, ya has hecho mucho por mi. -La mirada de su padre iba directo hacia la pared, sus ojos se llenaban de lágrimas pero él las limpiaba rápidamente para no demostrar emociones que la pudieran preocupar más.
—Tan renegón y enojón como siempre, te voy cuidar y no quiero que empieces con tus cosas, ahorita nada importa más que tú salud. -Sentada en la silla al lado de la cama, tenía sus manos sobre esta, sin saber qué decir ni que pensar, el cúmulo de emociones la sobre abrumaba.
—De verdad niña, ya estás grande no puedes seguir deteniéndote por mi, yo solo soy una carga más.
—Papá, no quiero que inicies con esa plática, nunca serás una carga para mí, no te voy a dejar. -La tristeza de Daina, se tornaba poco a poco en un enojo. –Mejor cambiemos de tema.
—No, hija tienes que entender y aceptar lo que pronto sucederá, he intentado no hablar de ello contigo -la voz de su padre temblaba y tomó la mano de su hija-. Sabes que no tenemos mucho tiempo y…
—Nadie sabe qué sucederá, deja de hacer eso, deja de hacer como si eso fuera a pasar pronto, tal vez, si pusieras más de tu parte, “eso” que tanto temes que pase, no suceda, pero no, siempre tienes que aferrarte a una idea, incluso si eso no es lo mejor, aceptalo te rendiste y no lo haces por mi, lo haces por miedo y ese no es el hombre valiente que ha luchado siempre por salir adelante, no es el padre que conozco. Decía Daina interrumpiendolo mientras soltaba las manos de su padre y se levantaba caminando de lado a lado,
—No, no lo es, pero tienes que aceptar que ahora tu padre está cansado, sí, sí tengo miedo que las quimioterapias ya no funcionen, tengo miedo que la quimioterapia que sigue sea la última, tengo miedo de dejarte sola. Ya no puedo con la idea de que esto sea la manera en que terminará, cada quimio duele, como ni siquiera lo puedes imaginar y espero nunca lo vivas, cada fase de este proceso, de esta enfermedad ha sido un infierno, pero lo soporte porque eras una niña y aunque tenga miedo, sé que ya no me necesitas, seria muy egoista de tu parte querer que yo siga con esto, solo para estar contigo.
Daina al escuchar tales palabras, se detuvo de inmediato y le dio la espalda a su padre, mirando los cuadros que ella misma había pintado, los cuales decoraban el cuarto, permanecía callada.
El silencio incómodo reinó durante unos minutos, pues su padre no quería cambiar de tema y Daina se negaba a escucharlo, sin embargo, ella ya no podía responderle, no podía hablar, ni pudo al seguir recordando tales palabras.
Sin dejar de llorar, su padre, le pidió a Daina que se sentará junto a él, en la camilla. —Ven, por favor. -Al sentarse Daina en la cama, su padre la abrazó y le dio un beso en la cabeza. —Esta conversación es necesaria, entre más rápido lo aceptes, esto dolerá menos.
—No creo que esto sea necesario, ya no quiero pensar, no quiero hablar de eso, basta y sobra con esta situación, no empeoramos más las cosas.
— Tienes razón niña, mejor cuéntame ¿Cómo te fue en la pastelería hoy?.
Su padre deseaba por fin tener esa horrible conversación y hacerle entrar en razón a su hija. Las cosas habían cambiado y cambiarían según a pronósticos de los médicos. Solo deseaba hacerle ver a su hija las posibilidades de un futuro adiós.
Sin embargo, no valía la pena estar enojado o seguir discutiendo, si su hija era igual de terca que él.
Daina tomó un suspiro y prefirió ignorar su enojo, limpiándose las lágrimas le respondió: —No estuve en la pastelería mucho tiempo, fui al parque y.. conversé con un chico, Jason, platicamos y pasamos el rato.
—¡Jason!, suena elegante, No es de aquí ¿verdad, niña?, siempre te has enamorado de famosos del extranjero, asumí que te casarías con uno, si es que te casas.
—¡Apaa!..... Jason es de Inglaterra, solo platicamos en el parque y fue, fue bonito.
—Me da gusto niña y ¿Es guapo?
—Jajaja, papá, para qué quieres saber eso. Su sonrisita la delataba y su cara se tornaba roja de la vergüenza.
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Editado: 08.11.2024