Dulces suspiros

Capítulo 15. Los presentimientos pueden ser ciertos.

Daina

Una vez leí un poema que decía:

Aquel que abre su corazón

para contar su historia,

deja una puerta abierta

para que otra persona venga y se ría en su cara,

pero también abre la oportunidad

de ser comprendido.

—Guadalupe Bojorquez.

Irónicamente, allí fue cuando comprendí muchas cosas. Podemos conectar con las personas, pero también con las letras plasmadas en los libros. En algún punto, estas dejan de ser simples letras y se convierten en estrofas muy allegadas al corazón. ¿Sería yo alguien tan especial para ser comprendida y no la burla?

Hacía muy poco desde que le había abierto mi corazón a Jason y, aun así, no acostumbraba a contarle exactamente todo. Simplemente no quería ser un peso más en su vida; mis batallas no le correpondian y no tenía que lidiar con alguien tan complicado como lo soy yo.

No le platiqué toda la historia de mi familia, porque ni yo la sabía. Papá siempre fue reservado con su pasado y ya no era una niña como para creerle que la cigüeña me había traído.

Tenía una madre progenitora, mas no una que me amara lo suficiente para haberse quedado a mi lado.

Solo sabía que ella era una hermosa española que decidió vivir su vida lejos de la mía, o eso decía papá.

¿Acaso la falta de mi madre me hacía crear vínculos con personas mayores para llenar su vacío?

No la necesité, aunque sí me hubiera gustado tener a alguien con quien pudiera hablar. Como Kate: su vista de cada tarde me entusiasmaba, un poco menos que las de su hijo.

Siempre era un placer invitarla a tomar un café. Aunque ella prefiriera el té, accedía para darme el gusto.

Este fin de semana no podía ser más aburrido; las ventas en las tardes estaban bajas y Susan se hartaba lentamente de mi cansancio convertido en arrogancia. Lo mejor fue dejarla ir a su casa antes de que terminara odiándome y aborreciéndome.

Además, tenía un poco de tiempo para la llorada de la tarde.

La pequeña crisis que se presentaba en las tardes, cuando reconsideraba cada parte de mi vida y deseaba nunca haber existido. Solo tenía que llorar un poco y todo volvería a estar bien.

Me sentía derrotada, decepcionada y el ser más espantoso de la tierra porque no había llorado; solo tenía que llorar.

—Buenas tardes —saludé al verla en la entrada —. Señora Kate, ¿se encuentra bien? —pregunté al ver su cara hinchada y roja, como si hubiera llorado.

Ya éramos dos que teníamos nuestras sesiones de llanto en las tardes.

—Solo una pequeña crisis, ya estoy mejor, bien dicen que una lloradita no le hace mal a nadie —contestó mientras se limpiaba las lágrimas y se aproximaba a las mesas.

Me senté justo enfrente para poder hablar con comodidad.

—¿Necesita que le llame a Jason o alguien? Dígame, ¿en qué la puedo ayudar?.

—En nada, cariño. Haces suficiente con escucharme y no juzgarme.

—Claro que no la juzgaré. Tengo un poco de tiempo antes de irme al hospital, por si gusta platicar.

—Cariño, ¿te encuentras bien de salud? —tomó mis manos y su semblante cambió —. ¿Por qué irías al hospital?.

Le sonreí levemente en el intento de transmitirle un poco de calma.

—No, no se preocupe, no soy yo —el nudo en mi garganta se presentó nuevamente, pero esta vez lo oculté; la señora Kate lucía más confundida que antes—. Mi padre tiene leucemia, y estas últimas semanas han sido complicadas. Él ha estado un poco grave.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Aquí estaba yo, abriendo mi corazón.

—Oh, Darling. No sabía lo de tu padre, lo siento tanto. Sabes que si necesitas ayuda puedes contar conmigo, ¿Jason lo sabe?.

La lastima que reflejo, era la misma que siempre he odiado. Por ello, nunca lo compartía.

—Lo de la enfermedad sí lo sabe. Sobre estás últimas semanas, no creo que sea necesario decirle.

—Yo creo que sí. Claro, si ya existe la confianza para ello —acarició con cuidado mis manos y me transmitió un reconforte que nunca había experimentado.

—En cualquier momento le contaré —sonreí forzadamente y a parte mis manos de su agarre—. Mejor platiquemos por qué llegó tan triste hoy.

—No, cariño, son cosas insignificantes. Ve con tu padre —insistió.

—No, ya le dije que no se preocupe. Cuénteme, de verdad.

—No sé si es prudente.

—Si hablarlo la hará sentir mejor, sí.

—Gracias, Daina —respiró hondo y desvió su mirada, tardando en poder contarme, yo esperaba lo que fuera necesario—. Tuve una pelea con el padre de Jason. En realidad fue otra pelea por la misma cosa. Cree que estamos en la antigüedad o algo por el estilo. No entiendo porque no deja que Jason haga su vida; no comprendo cuál es su interés de querer casar a Jason con ni él conoce, ya no es tiempo de casar a los hijos por dinero.

¿Casar, de marido y mujer? ¿Con otra?¿Sin mí?

Apreté mis manos a mis costados, empuñándolas fuertemente y luego las pase por mis piernas, limpiándolas. Quería limpiar la vergüenza que sentía. Lo estúpida que me pude ser. Era obvio que se iba a casar con otra.

—¿Jason se casará con alguien más? —susurré, sin dirigirle la mirada.

Busqué con mi mirada donde esconderme, quería salir corriendo. Huir. Borrar todo lo que sentía.

Necesitaba hacerme bolita en mi cama mientras lloraba.

—No, no. Él no quiere casarse, pero temo que sí lo haga, Jason siempre ha hecho lo que su padre le ha indicado. Intenta ser el mejor para él y me da miedo que, por complacerlo, lo haga.

Un nuevo miedo irracional fue desbloqueado: el amor de mi vida se casándose con alguien que no soy yo. ¿Y si ella es el amor de su vida? Nadie me mostró cómo identificar al mío. Posiblemente lo estaba confundiendo y me estaba dejando llevar por la atención que recibía de su parte.

—¿Me está diciendo que si su padre le dice que lo haga, lo hará sin ninguna negación al respecto? —lo repetí para poder creerlo.




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