Dulces suspiros

Capítulo 19. Amelia y Aly

Muchas veces, el poder de decisión sobre uno mismo, el poder que poseemos para elegir nuestro camino, se ve obstaculizado por el cariño que le tenemos a ciertas personas,  un cariño que nos obliga a entregarles el privilegio de no sólo elegir por nosotros sino también de frenarnos, ¿es un error?, considero que sí, pero también, algunas veces es necesario delegar algunas decisiones a otros en orden de poder sobrevivir, lo importante es saber cuándo quitarles ese poder y con ello devolverte tu libertad. 

Una libertad que muchos no sabemos que tenemos hasta que la vivimos.

Unas horas antes de llegar Jason a la pastelería, se dirigió a la oficina de su padre decidido a ponerle fin al poder que esté tenía sobre él, al estar en el lugar, por su cuerpo recorría una gran ansiedad y desesperación, no sabía cómo reaccionaría su padre y mucho menos que pensaría, aunque la ansiedad lo corrompía, su corazón estaba seguro que era la decisión correcta, renunciar, rompería el lazo de empleado que le quitaba y opacan su lazo de hijo. Al entrar su padre, Jason solamente le entregó su renuncia, sin dejarlo reclamar o molestarse, salió con la cabeza en alto, sin miedo y sin temor al qué pensará su padre o el que dirá, se sentía libre, por primera vez no tenía la carga de ser el hijo perfecto, aún así contaba con la preocupación sobre su futuro, sobre su carrera, ya no tenía un sustento estable y no tenía idea de que le esperaba en la vida, ese miedo nunca se iría, sin embargo, en ese instante era lo menos que importaba. Inmediatamente salió a ver a Daina y contarle cómo se sentía.

—Hola, linda pastelera, Mira. Jason le entregaba orgullosamente su renuncia.

—¿Qué es esto?. Contestaba ella mientras abría el sobre con la renuncia.

—Oficialmente ya no soy empleado de mi padre. El chico lo decía de una manera orgullosa y un tanto triste.

—Jason, no, eso no está bien, tú has luchado por esto, no voy a dejar que hagas eso, tu padre puede ser una muy mala persona, tratar a los demás horrible, sangrón, déspota, prepotente.

—Entendí.

—Mi punto es, tu viniste aquí por una razón, cambiaste tu vida en inglaterra por venir a México, hiciste todo por tu madre, por tu negocio, por tu herencia,  no porque una chica apareció en tu vida vas a dejar todas tus metas pendientes.

—Te equivocas, vine aquí para cumplir los sueños de mi padre, no lo mios, si lo piensas es triste no saber cuales son tus sueños porque siempre estás cumpliendo los de los demás, nunca me enfoque en lo que me gustaba por darle el gusto a él, nunca supe que quería en la vida, me enfoque en ser su hijo perfecto, hasta me olvide de hacer las cosas que amaba, tan así que ahora no sé que me gusta hacer. La voz de Jason temblaba, le dolía decir esas cosas sobre su padre, le dolía aceptar que él era así, pero al decirlo se sentía igualmente liberado, se sentía libre. —Si, tú abriste mis ojos para que viera que existían más cosas en el exterior, no fue únicamente por ti, lo hice por mi.

—¿Tienes miedo?

—Bastante, no sé ni siquiera que me gusta, deje lo que único que tenía estable por conocer el mundo, por conocerme a mí, de lo que estoy seguro es que tengo con quien recorrer el mundo. Jason tomó la mano de Daina diciendo,— y eso será lo más bonito. Ella viéndolo a los ojos. dando un pequeño suspiro, le respondió, —Estoy comprometida a ser tu compañera de aventuras.

—Eso quiere decir, que si consideras casarte conmigo. Un tanto burlón se refería Jason.

Daina un poco nerviosa y halagada añadió.—Mm, mejor cambiemos de tema, tu primera aventura conmigo, bueno, no tan aventura pero sí una buena acción, es ir a repartir comida y galletas a los niños del hospital.

—Pastelera, pintora, panadera, escritora y ahora también altruista, vuelvo a repetir, ¿Hay algo que no hagas bien?.

Con risa de halago solo dijo. —¿Vienes?

—Me encantaría. 

Jason las ayudó a subir a su carro las múltiples cajas de galletas y comida, en el transcurso hacia el hospital, Susan se encontraba en los asientos de atrás, observandolos detenidamente cada acción que hacían y cada palabra que ellos decían.

—Ay que emoción, dijo fuertemente Susan, tan fuerte que los espantó, ambos voltearon rápidamente y la miraron con cara de confusión. — Es que me siento como el mal tercio, pero también me siento como si yo fuera su hija. Aún más confundidos ambos se miraban de reojo, pensando que su amiga se estaba volviendo loca, Susan un tanto sentimental, les dijo.—Amo aquí, es que como les explicó que estoy muy feliz por ustedes, amo que dos de mis personas favoritas, mi mejor amiga y mi casi mejor amigo terminarán juntos. Todos comenzaron a reír. 

Al llegar al hospital, Jason y Daina empezaron a bajar las cosas, mientras que Susan se encontraba reuniendo a los niños y a las personas del hospital. Todos se encontraban muy agradecidos ante tales atenciones,  para Daina era una manera de poder reconocer su valentía, darles un poquito de felicidad, distraerlos en esos momentos tan difíciles y  agradecer su gran ayuda con su padre, él se encontraba en las salas con los demás pacientes que requieren más atención, por lo que, ellos no podía salir, acompañada de Jason, Daina fue a repartir la comida a la sala donde se encontraba su padre.

 Justo antes de llegar se dio cuenta que a lado del cuarto de él, se encontraba una linda niña, aproximadamente de 8 años, su cabeza está cubierta por un gorrito color rosa, sus ojitos se veían cansados, su cara estaba pálida, se miraba débil y frágil, sin fuerzas, las miradas de ambas coincidieron, con una linda sonrisa Daina se acercó a ella y con el permiso del doctor le otorgó una pequeña galleta, la niña no dejaba de ver a Daina, la cual, llevaba su cabello semi suelto y un lindo broche de mariposa.




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