Dulces suspiros

Capítulo 20. El amor puede ser un negocio

Jason

—Anne, te presento a mi hijo Jason, mi socio y mano derecha —expusó mi padre ante la bella mujer que estaba en la sala de juntas.

¡Anne! ¿Qué tan amigos son que se tutean? —señalé a ambos, supuestamente confundido, sabiendo que algo estaba raro entre ellos—. Me parece curioso que ahora sí soy tu socio; creí que era tu empleado.

Irónicamente, ahora sí importaba en la empresa y no solo era un comodín más. Era un sentimiento agridulce escucharlo: por una parte, una pequeña ilusión de poder ser importante invadió mi corazón; por otra, sabía que era mentira y que solo quería aparentar.

Qué casualidad que hace unos días era el peor hijo del mundo y ahora me hablaba como si nada hubiera pasado. Su frialdad seguía ahí y se contrarrestaban con la que yo le devolvía

Nada nuevo: volvió a ser cortante, distante y exigente conmigo

—Hijo, creo que no es momento para estos jueguitos —decía Dylan entre dientes.

Mientras su postura erguida como un roble imponía una gran seguridad, intentaba hacerle frente. En realidad, por dentro seguía siendo el niño asustado.

La mujer, que por lo visto se llamaba Anne, permaneció parada a lado de él. La sala de juntas era enorme, y en esta ocasión se hacía pequeña de la tensión que se generaba minuto a minuto.

—Es un placer, Jason —Anne se acercó para estrechar mi mano, y continuar fingiendo que le agradé—. Tranquilo sé lo que piensas de los negocios que tengo con tu padre. Dylan ya me ha informado de los percances; por el momento podemos posponer esas cuestiones, sin problema.

Esas “cuestiones" eran mis rechazos al no querer comprar los establecimientos.

Anne me dedicó la sonrisa falsa e hipócrita que alguna vez recibí. Sin embargo, sus ojos me recordaban a alguien: esos ojos secos, cansados y con un anhelo de ser amada y elegida los he visto antes.

Pretendí que me agradaba y la saludé de mano. Ella notó que mi mano temblaba, no pude estrecharla firme y confiado como papá me enseñó. Estaba nervioso y no me esforzaba por ocultarlo.

Anne no dejaba de analizarme de pies a cabeza; en otras situaciones hasta hubiera creído que me coqueteaba. Me armé de valor y fingí estar seguro de mí mismo.

—Con todo respeto, ya le comunique al Sr. Dylan mi opinión y ya realicé lo que debía hacer. Es mejor que me retire —Me limpié en el saco la mano con la que la había saludado.

Enfatizaba mi rechazo y desaprobación por ambos. Al instante, mi padre me jalo hacia una esquina. Aquí íbamos de nuevo.

—Si deseas continuar con el legado de tu madre, seguirás mis órdenes. ¿O deseas que tú y tu madre vuelvan a Inglaterra sin nada? —se atrevió a amenazarme.

Cualquier signo de nervios se esfumó en el momento en que mencionó a mi madre. Me solté abruptamente y lo confronté:

—Que te quede claro que no lo hago por ti. Lo hago por ella.

Ambos nos reincorporamos a la reunión con Anne. Nada podía empeorar, o eso creía, hasta que abrí las carpetas con la información de los nuevos locales.

Daina.

Carajo. ¿Es en serio?

La pastelería de Daina estaba al final del contrato en la lista de locales.¿Qué hacía la dirección de Daina en el contrato?.

Estoy seguro que ella no tenía ni idea

¿Mi padre sabía quién era ella?

¿Qué debía hacer?.

—¿Se podría saber por qué este pequeño negocio le interesa? —cuestioné, sutilmente.

Me dirigí únicamente a Anne e ignoré por completo la existencia de mi padre.

—Está ubicado en un gran lugar —respondió mi padre, metiéndose entre nosotros.

—Existen muchos lugares y mejores, ¿no crees, padre?.

—Jason, ella pidió personalmente ese lugar, y tú mismo irás a hacer las negociaciones con la dueña.

Si supieras qué tipo de negocios tengo con la dueña, estoy seguro que no dirías eso.

—No —me negué, como si eso importara—. No quiero ser parte de estos negocios.

Si rechazaba este proyecto, seguiría en la empresa y seguiría con Daina.

Anne solo permanecía callada, mirándonos atentamente, esperando una resolución.

Sus ojos nos perforaban; compartía con Dylan esa mirada de venganza.

—Entonces yo haré los tratos con ella —me retó mi padre.

¿Con ella?¿Sabe quien es ella?

—No —lo interrumpí, y por un momento no pude ocultar mi preocupación—. Yo haré esto.

Buscaba comprar tiempo en lo que lograba librar a Daina de esta situación. Conocía a mi padre y la podía salvar de él. También conocía su poder y de ese no podía salvarnos.

No permitiría que la lastimará o que la usará solo para su beneficio.

La junta terminó y por fin podía salir de este infierno lleno de víboras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.