Dulces suspiros

Capítulo 21. Las pequeñas victorias cuentan.

Pasando a lado de la campana de la victoria, la cual, muchos han logrado sonar, como símbolo de su resistencia y valentía, la han hecho sonar por su gran logro al vencer estas horribles enfermedades y por todas aquellas personas que aunque fueron valientes, fuertes y resistieron todo lo que pudieron también llamados vencedores no llegaron a tocarla. Daina le decía a su padre, —Ya llegará el día en que hagas sonar tan fuerte como desees esa campana, ya es una victoria poder irnos a casa y que tú estés mejorando. Dándole un beso en su mejilla. La cara de su padre no solo reflejaba su nueva esperanza por vencer su enfermedad, deseaba con todo su corazón salvarse para poder pasar el tiempo que pudiera con su hija.

Jason estaba esperándolos en la puerta del hospital, al verlos podía notar la felicidad y esperanza que ambos irradiaban, se acercó para poder ayudarlo a subir al carro y saludarlo, —Es un gusto verlo listo para volver a casa.

—Nunca deseé estar tanto en mi casa. Decía el padre de Daina al subirse al carro, Jason casi cerraba la puerta cuando, esté le dijo, —Ah, muchacho. Jason inmediatamente detuvo la puerta y se quedó pasmado. —Por cierto, no me molesta que duermas en mi casa. El chico solo comenzó a tartamudear, su cara se ponía roja y sus ojos se abrieron tan grande, puesto que sentía una gran vergüenza, Daina se aproximó y le dijo, —tranquilo, él sabe todo, no tienes porqué preocuparte. Aún así el chico sentía una gran pena y vergüenza.

En el transcurso a su hogar, Jason le comentó al padre de Daina, —Llevo intentando que su hija aprenda a manejar pero no quiere, tal vez, usted la convenza.

—Es una buena idea hija, además necesito quien me lleve a las visitas con el doctor.

Daina un poco nerviosa replicó,— Es que me da miedo.

—A mi también me daba, pero alguien me enseñó a ser valiente, que no, decía su padre, intentando chantajearla.

—Si, la misma persona me enseñó lo mismo, también me enseñó a tomar cada reto de mi vida como una aventura. Jason también intentaba convencerla,  Daina aún no tan segura contestó, —está bien, pero si no puedo a la primera, estoy fuera. 

—Perfecto, entonces iniciamos tus clases hoy. Muy alegre, con una risita de maldad al conseguir lo que quería, le dijo Jason.

—Si, a unas calles de la casa, hay un parque donde no pasan casi carros. Ordenaba el padre de Daina, Jason le respondía, —Si, conocemos muy bien ese parque.

—Entonces vamos Jason, yo quiero ver esto, decía el padre de Daina. Jason asentaba con su cabeza y se dirigía al lugar.

—¿Qué?, ahora, papá no me prepare mentalmente. Los nervios de Daina disparaban su ansiedad al 1000, sus manos sudaban y la taquicardia empeoraba.

Al llegar al parque, Jason llamó a Susan, pues el parque también estaba muy cerca de la pastelería, ella llegó de inmediato, mientras todos estaban sentados en las bancas que miraban a la calle, Daina se preparaba mentalmente en el asiento del chófer, al bajar el vidrio los escuchó hablando entre sí. El padre de Daina decía,—Apuesto 500 pesos a que no puede, Susan confiaba en su amiga y decía,—500 a que si puede. Un poco indignada Daina les gritó, —¿De verdad, están apostando esto?. —Noo, respondieron ambos. Daina volvía a preguntar, —¿Y tu Jason a que le apuestas?, el chico se quedaba callado al sentir la presión de todos sobre él, hasta que Daina dijo, —No creen que necesito alguien que me diga como manejar.  Jason le respondió, —Cierto, subiéndose al carro inmediatamente. Su padre y Susan se quedaron observándola para conocer quién sería el ganador de la apuesta.

Jason y Daina se encontraban en el carro, ella estaba cada vez más nerviosa, él al verla la tomó de la mano, diciendo, —Tu puedes, solo confía en ti. Daina asentó con la cabeza, tomó un gran suspiro y puso firmemente las manos en el volante, decidida, cuando preguntó, —¿cuál es el acelerador?, Jason se burló un poco de ella y le comenzó a explicar cada parte del carro. Cuando por fin pudo hacerlo avanzar, otros grandes retos se presentaron, aprender a frenar y a dar vueltas poniendo las intermitentes.

 Su padre y Susan estaban intrigados y un poco nerviosos, al lograr ver qué había pasado ese gran reto, cuidadosamente Jason le indicó como estacionar el carro. Todos estaban felices porque lo había logrado, venció su miedo a estar tras el volante, ellos brincaban de la felicidad y celebraban ese gran avance, Susan le decía, —Me debe 500.

Ambos se bajaron del auto y lo primero que hizo Daina fue abrazar y darle un gran beso a Jason, esté solo le dijo,—Si por cada lección me pagarás de esta manera, tienes mucho que practicar. Su padre replicó, —Iugh, no creí que esto sería tan incómodo, todos rieron y se incorporaron a la celebración. Daina por fin pudo dar un suspiro de alivio y la presión que sentía junto con la ansiedad desapareció en ese instante.

—Hija, le debes 500 pesos a Susan.

—Yoo, ¿por qué?, si ustedes fueron los de la apuesta.

—Ni modo, alguien tiene que pagar. Burlándose le decía Susan.

—Mejor, para celebrar los invitó a cenar. Dijo Jason.

Daina le contestó, —mejor, que tal si tú preparas la cena. A lo que su padre, sarcásticamente añadió, dirigiéndose a Jason, —Sí creo que es lo menos que podrías hacer por vivir en mi casa y robarte a mi hija, aparte Daina es malísima cocinando. Un poco insultada, su hija le dijo, —oye. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.