Dulces suspiros

Capítulo 23. Amelia y Ali.

Daina.

Mi elección era mi propio calabozo.

El poder de decidir sobre mí y sobre mi camino se llenó de pequeñas piedras impuestas por las personas. No era para elegir por mí, sino para frenarme.

¿Es un error? No.

¿Es mi error? Sí.

Entregué mis miedos a manos frías que me ayudaron a sobrevivir ante mi propio caos.Ya no lo necesitaba; ya no necesitaba sobrevivir. Ahora anhelaba vivir. Aunque eso implicara que las personas que vivían conmigo cambiaran su rumbo para seguir juntos.

Estaba en mi lugar favorito, donde puedo jugar: en la cocina, cuando escuché entrar a Jason.

—Hola, linda pastelera, Mira —Extendió con orgullo unos documentos.

—¿Qué es esto? —acoté, limpiando mis manos para abrir la carpeta.

—Oficialmente, ya no soy empleado de mi padre.

No entendí de lo que hablaba, hasta que miré que en el interior estaba su renuncia.

Jason rompió el lazo de empleado que lo ataba a su padre, por querer protegerme.

No ocupaba ser más “el hijo perfecto”, ya era perfectamente imperfecto para mí.

—No, eso no está bien —negué con mi cabeza. Esto era el error. No podía mandar todo a la basura por mí—. Tú has luchado por ello. No voy a dejar que lo hagas. Tu padre puede ser una muy mala persona, tratar a los demás horrible, sangrón, déspota, prepotente.

—Entendí.

—Quiero decir que tú viniste aquí por una razón. Cambiaste tu vida en Inglaterra por venir a México. Hiciste todo por tu madre, por tu negocio y por tu herencia. No porque una chica apareció en tu vida vas a dejar todas tus metas pendientes.

—Te equivocas. Vine aquí a cumplir los sueños de mi padre, no los míos. Si lo piensas es triste no saber cuales son tus sueños porque siempre estás cumpliendo los de los demás. Nunca me enfoque en lo que me gustaba por darle el gusto a él. Nunca supe que quería en la vida —extendió sus brazos permitiendo abrazarnos—. Sí, tú abriste mis ojos para que viera que existían más cosas en el exterior. No fue únicamente por ti: lo hice por mí.

Mis manos, sobre su cuello se movieron por instinto. Lo acerqué a mi cara y lo besé firmemente, dejándome llevar por el control y el ritmo.

—¿Tienes miedo? —me separé apenas

—Bastante. No sé ni siquiera qué me gusta. Dejé lo que tenía estable por conocer el mundo y por conocerme a mí. De lo que estoy seguro es que tengo con quién recorrerlo, y eso será lo más bonito.

Miré sus labios y luego sus ojos. Un suspiro se escapó de mi pecho y la necesidad de seguir besándolo ganó la partida.

—Estoy comprometida a ser tu compañera de aventuras.

—Eso quiere decir que si consideras casarte conmigo.

Alcé los hombros, dejando la duda en su sistema.

.—Mejor cambiemos de tema —le propuse, separándome para seguir llenando las cajas con las galletas—. Tu primera aventura conmigo, bueno, no tan aventura: es una buena acción. Es ir a repartir comida y galletas a los niños del hospital.

Se colocó a mi lado, indagando los postres de la mesa.

—Pastelera, pintora, panadera, escritora y ahora también altruista, vuelvo a repetir, ¿Hay algo que no hagas bien?.

Di un leve golpe en su pecho, halagada.

—¿Vienes? —murmuré de nuevo.

—Me encantaría.

—¡Ay que emoción! —gritó Susan, tan fuerte que nos espantó. Ambos volteamos rápidamente—. Es que me siento como el mal tercio, pero también me siento como si yo fuera su hija —aún más confundidos nos mirábamos de reojo—. ¡Amo aquí! ¿Cómo les explicó que estoy muy feliz por ustedes? Amo que dos de mis personas favoritas, mi mejor amiga y mi casi mejor amigo, terminaran juntos.

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Un postre no los podía salvar, pero sí los alegrarles un ratito.

Reconocía su valentía y deseaba regalarles un poquito de felicidad, con la intención de distraerlos en esos momentos tan difíciles.

Papá continuaba en la sección de los pacientes más graves. Me sabía de memoria el camino y ya me había hecho amiga de todos los enfermeros, a quienes también les repartí un poco de lo que preparé en el suspiro.

Al entrar a la sala, me percaté de la niña pequeña que se encontraba en el cuarto junto al de papá. Estaba muy chiquita para estar sufriendo tanto. Su cabeza estaba cubierta por un gorrito color rosa y sus ojitos se veían hundidos.

Nuestras miradas coincidieron. Me descubrió espiándola, así que me acerqué y, con el permiso del doctor, le regalé una galleta.

—Gracias —susurró mientras tomaba la galleta —. Eres muy linda, y me gusta mucho tu cabello —Los ojitos de la niña se comenzaron a llenar de lágrimas mientras tocaba los rizos que se salían de mi broche de mariposa—. Yo tenía el cabello como tú, cuando nací. A mi mami le encantaba, pero después de la quimioterapia, ambas tuvimos que cortarlo. Incluso ella, que no tenía nada, se lo cortó. Me dijo que ambas nos veríamos bellas sin cabello.

La madre de la niña entró al cuarto acompañada de Jason. Ambos tomaron su lugar al lado de la camilla, donde yo me encontraba parada.

—Tu mami tiene razón, te miras muy bella de cualquier manera, ¿verdad, Jason? —respondí con un nudo en la garganta.

—Sí, hermosa —me apoyó Jason.

—Te presento a mi novio. Él es Jason, es el príncipe que trajo las galletas.

— Hola, soy Ali, y mi mami se llama Amelia —la pequeña niña estiró su mano para saludarlo, sonriéndole.

—Es un placer conocer a una princesa como usted —tomó su mano y le devolvió el saludo..

—Tu novio es guapo —murmuraba Ali.

—Sí, sí lo es.

Pasé un buen rato con Ali, platicando de absolutamente todo. Antes de ir a la otra sección del hospital, seguimos averiguando quién era nuestro superhéroe favorito y con qué princesa haría bonita pareja.

—Ali, ¿Estás lista? —pregunté.

Caminábamos de la mano por los pasillos para poder ir a la otra sala.

—¿Para qué?

—Para tu nueva peluca —enuncié, señalando mi cabello.




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