Jason
Mamá siempre estuvo a mi lado. Aun cuando no se lo pedía, la necesitaba tanto en mis días.
Cuando las cosas iban mal, estaba ella allí para decirme que todo mejoraría, incluso cuando la esperanza estaba perdida. Si las cosas iban levemente bien, las celebraría lo suficiente por los dos, recordándome que las pequeñas victorias importan, más en la vida de este exigente al que nadie lo puede complacer.
El desayuno familiar se volvía el momento en el que las peleas se originaban, y está vez no fue la excepción.
—Madre, ¿podrías hacerle ver a tu esposo que con Daina no? Por favor, mom, sabes que ella ha pasado por mucho.
Esta vez la discusión la inicié yo. No era necesaria una más. Era necesaria una última para finalizar esto. Una que detuviera por completo la estúpida idea de mi padre.
—Dylan —expresó mi madre entre suspiros de resignación,
—No continúe con la idea de casarse, pero no puedo hacer nada con esa pastelera —se excusó mi padre.
—¿Qué tal dejarla en paz? —sugerí con un toque de prepotencia—. Si alguna vez, sentiste lástima por mi, si me quisiste como tú hijo, déjala en paz, por favor.
—No —cortante y a la yugular.
Un simple “No” me otorgó. Como siempre, como era su costumbre.
No iba a ganar esta vez, y prefería molestarme más. Mamá volteaba a vernos a ambos, en la espera de que esto no empeorara.
—Jason, no entiendo que tan especial debe ser ella —habló Dylan, con su tono de burla—. ¿Por qué no quieres que continúe con esto?.
—Porque la amo —lo interrumpí, tajante como él. Había aprendido su forma de responder, su forma de evadir y su gracia de fastidiar —. Así como tú amabas a mamá.
Mis palabras le causaron algo en su interior, lo noté.
Levantó su ceja y volteó los ojos. Mordía el interior de sus mejillas y apretaba su boca. Deseaba decirme miles de cosas, pero no lo hizo.
Esta batalla no había terminado, no hasta que él lo quisiera.
—Jason —sonaba indignado, no podía esconder su molestia y eso generaba una sensación de victoria que me encantó—. No te atrevas a decir eso. Yo amo a tu madre.
—¿Lo haces Dylan? —sin dejarlo terminar, mamá se interpuso —. ¿Aún lo haces?.
—Kate, ¿por qué dudarías de mí?¿Alguna vez has dudado de mi amor?.
Mi madre se quedó en silencio y consideré que lo mejor era que yo también lo hiciera.
Al cabo de los segundos los ojos rojos de mamá se fueron directos a la pared y se levantó de inmediato. Dylan se paró y se dirigió hacia ella, tomándola de los brazos, la sacudió.
—Kate, ¿has desconfiado de mí?.
De un golpe me levanté de mi silla. Me aproximé hacia ellos y le quité bruscamente las manos que estrujaban a mi mamá.
—Déjala, la lastimas —le ordené.
—Perdón, Kate —dio un paso atrás y yo me paré firme delante de mi madre —. No has respondido mi pregunta.
—¿Alguna vez te preguntaste qué sentiría al ver tu odio hacia mi hijo? Traté de justificar tu exigencia, tus acciones, tus palabras. Traté de hacerme creer que solo querías lo mejor para él, pero últimamente no te reconocí. No reconocí quién eras. No eras el Dylan del que me enamoré.
—Intenté hacer todo por el bien de él. ¿Por qué debo ser yo el villano cuando siempre me preocupo por todos?
—No necesitaba tu preocupación, te necesitaba a ti. Te necesitaba aquí, cuando la ansiedad de la noche llegaba, cuando el insomnio acompañado del llanto me atormentaba, deseando no estar aquí, deseando protegerlos al ya no ser una carga para ustedes. ¿Sabes cuántas veces me despedí de ustedes? Le rogaba a lo que sea que existe más allá que me llevará, porque ya no podía con la vida —Respiró profundamente, tomando fuerza para seguir—. ¿Cómo los dejaría solos?,¿cómo dejaría a mi hijo con este monstruo que se supone que es su padre? Necesitaba poder voltear y que mi amor, mi esposo, el amor de mi vida estuviera allí.
—Siempre estuve allí.
Nunca estuviste, nunca lo hiciste.
—No —habló firme mi madre, tomando mi brazo con sus manos temblando—. Tu cuerpo tal vez estaba acostado a lado de mí, pero tú alma, tu esencia y tu amor nunca estuvieron. Qué lástima que nunca lo hayas notado. ¿Alguna vez tú dudaste de tu amor por mí?.
—Jamás.
—Ojalá me lo hubieras demostrado. Ojalá lo demostraras. Porque por mi parte nunca dudé de mi amor por ti. A diferencia de ti, yo sí te lo demostré cada día y cada segundo de mis días. Espero que recuerdes cada grito, cada regaño, cada palabra y cada mal comentario que alguna vez dijiste, porque mi amor siempre estuvo muy claro.
—Kate, si alguna vez te hice sentir de esa manera, me disculpo —expresó por cortesía.
La disculpa más falsa de la vida.
Permanecía callado, solo estaba allí como apoyo de mi madre. Como su escudo y su paño de lágrimas.
—Te podré perdonar, pero nunca lo olvidaré. Me hubiera encantado que nuestro hijo hubiera conocido al Dylan del que me enamoré. Deseo que con esto te des cuenta de tus errores y, con suerte, nuestros nietos lo podrán conocer.
Dylan, sin decir ninguna palabra, salió de la casa enojado.
—-------
Dylan.
Jamás había llorado tanto como aquella vez que la dejé ir.
Cuando la vi de la mano con Carlos y su hija.
¿Por qué no podíamos ser Anne y yo?
¿Por qué elegí a Kate?
Sentado en las escaleras de la entrada, mirando al patio, entre lágrimas llamé a Anne.
— Buenos días Dylan, iba a ir a tu oficina.
—Detente con la insistencia de la pastelería de tu hija.
—¿Por qué? —Anne sonaba confundida y preocupada.
—Por favor.
—No entiendo.
—Anne, acabo de pelear con Kate. No sé si seguirá siendo mi esposa al volver. Mi hijo me odia. Créeme que lo menos que me importa es la pastelería de tu hija
—Entonces, ¿qué se te ocurre para recuperarla?.
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Editado: 18.11.2025