Dulces suspiros

Capítulo 29. Las despedidas no son fáciles y mucho menos si todo me recuerda a ti.

El adiós nunca será fácil, al menos no cuando sabes que será un adiós definitivo, nunca volverás a verlos, pero no es tu decisión, no depende de tí y eso es lo más injusto de la vida.

En el cementerio de la ciudad, lloviznaba, el aura estaba azul y el lugar pacífico, el césped estaba más verde que nunca, las flores lucían hermosas y radiantes, en algunas tumbas habían flores marchitas, como si no las visitarán muy a menudo, el estar allí te removía las emociones, al ver distintos partes podías sentir paz, tristeza, miedo e incluso enojo por algunas almas, nunca será fácil ver la cara de los familiares al perder a alguien, todos deseaban y esperaban que todas las almas encuentren la paz que necesitaban, que ya no sufrieran más, pero nadie lo sabía.

Al lado de un rosal de color blanco vívido, sus espinas verdes relucian, allí estaba la caja con los supuestos restos de Daina, a lado podias ver a Carlos, su padre con una maceta en los brazos y en ella un rosal rojo sangre, Susan estaba acompañándolo con una bolsita de papel con semillas de diversas plantas. 

Por su parte Jason llevaba un maceta con un rosal igualmente rojo,  él y Carlos sabían perfectamente que era su favorito, en la maceta de Jason estaba una pequeña nota que decía:

Podrán cortar todas las flores, pero nunca podrán detener la primavera.  Pablo Neruda.

Mi amor quedará plantado y sellado, en cada una de estas flores, en cada una de estas rosas, en cada una de estas semillas, para que mi cariño, mi amor, mis palabras y mis besos, que fueron enterrados contigo, siempre estén cercas de ti. Nuestras almas se conectaron desde aquel primer encuentro y quedarán unidas hasta el final de los tiempos.

Con amor que desde un inicio siempre fue amor, Jason.

 Jason al ver su caja cerrada, no lo podía creer, no podía verla por última vez para decir adiós a su gran amor, muy angustiado se acercó a Susan y a Carlos, diciendo, —A ella no le gusta estar encerrada, a ella le gusta ver el cielo, abran su caja, déjenla que se despida del cielo, que se despida de mi. Las palabras del chico eran de súplica y dolor. 

Jason se comenzaba a alterar rápidamente, Kate y Dylan se acercaban para calmarlo, diciéndole, —Hijo, hijo, no, nos recomendaron que no abrieramos la caja. Jason en medio de su llanto le respondía, —Ma, a ella no le gusta estar a oscuras se va a asustar, por favor abran la caja.

—Jason, no, basta, no podemos hacer eso. Decía Dylan mientras lo tomaba del brazo.

—Quiero verla por última vez, una última vez, por favor.

—No, con voz firme le decía su padre.

—Quiero verla, decirle adiós, darle su último beso, déjenme verla. Gritaba Jason, quitando a sus padres y él dirigiéndose a la caja, golpeándola levemente por la parte de arriba. —Vamos Daina, levántate, quiero dos galletas de chispas de chocolate, vamos responde, soy inglaterra, tu chico misterioso, decía el pobre muchacho destrozado. Carlos y Susan se acercaron a él, abrazándolo tan fuerte como podían,  

Era hora de sepultarla, el chico al ver que las demás personas lanzaban rosas rojas a su caja, él volvía a decirles, —Se van a marchitar, quitenselas, a ella no le gustan las flores marchitas, quitenselas. Mientras Jason se tiraba al suelo para quitarle las flores, Susan se acercaba para levantarlo, diciéndole,—No Jason, no. 

—Señor, a ella no le gusta la oscuridad, a ella le gustan los colores, le gusta el cielo, los paisajes, no le gusta que sus flores se le marchiten. Carlos solo lo abrazaba fuertemente, sintiendo el gran dolor de Jason.

—Ella verá muchos desde allá arriba, decía Susan, yendo a abrazar a ambos. —Ella verá las mariposas, los colores, los atardeceres y los pintara, y cada que veamos uno la recordaremos y la haremos sentir orgullosa. 

Pasando unos minutos abrazados los tres y un poco más tranquilos, Jason se colocó a lado de su amaba, la caja comenzaba a bajar lentamente y Jason solo apretaba en su corazón su anillo y el broche de mariposa que ella tanto usaba.

 Antes de sepultarla Amelia y Aly llegaron corrieron, agitadas, Aly gritó, —Noo, esperen. Todos de inmediato se detuvieron —Tenemos que tocar la campana juntas. Aly lleva la campana de la victoria, había logrado superar el cáncer, quitándose la peluca para abrazarla, le dijo, —Gracias, siempre serás mi favorita, soy como tu, lo logré, lo logré Daina. Amelia la apartaba de la caja y mientras la enterraban Aly no dejaba de hacer sonar la campana.

Carlos no dejaba de llorar, había perdido a su hija, sumándole que la campana estaba ahí, pero no era culpa de la campana sino de las circunstancias que la acompañaban, aquellas que la separaron de su hija por un largo tiempo.

Impresionante como alguien podía hacerle creer que la vida de una persona terminó, como las personas lo creyeron, nuestro subconsciente, nuestro corazón puede creer semejante idea y sin poder verificarlo, se quedaron con la idea, sin poder corroborar si era cierto.

Todos colocaron sus macetas alrededor de la tumba, se separaron y se quedaron unos minutos allí observando, nadie nos prepara para ese momento, suena irónico porque es a lo que vinimos a esta vida, es lo único que tenemos seguro, ¿por que nos da tanto miedo?, tal vez será la incertidumbre de saber que hay después, el enojo porque no pudimos valorar a la persona cuando estaba con nosotros, nunca lo sabremos, no sabemos quién sufre más, si él que se va o él que se queda aquí en la tierra, con el dolor y la tristeza de no verte nunca más, ningún dolor es igual pero todos compartimos la tristeza de perder a alguien, de sentirte solo, tal vez el dolor disminuya con el tiempo, pero no pueden negar, que cada que ves su película favorita,  escuchas sus canciones, su música, su comida favorita, su olor, su perfume, cualquier cosa que nos recuerda a esa persona, el dolor vuelve, momentáneamente pero vuelve y se siente 100 veces más horrible que el de la primera vez que los perdiste, porque el recuerdo atormenta. 




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