Daina
Me tocó recibir su adiós, su despedida y su dolor.
La vida cambió de un momento a otro, sin pensarlo y sin quererlo. Ya no existía nada que pudiéramos hacer.
El hilo rojo unió a nuestras almas; una leyenda que siempre quise que fuera real. Y fue casi verdad: los enamorados sí se encontraron, aunque un gran nudo los terminó separando.
Sé que mi padre, Susan y Jason me dieron una parte de su adiós, cada uno a su manera. Me habían perdido; fui su hija, su amiga y —quiero irme pensando que— su gran amor. Al menos eso creían ellos en el momento, y al creerlo lo volvieron realidad.
Mi luz se había apagado, y mi rastro los acompañaría para siempre.
Recuérdenme al ver la luna, el sol y las estrellas, porque en cada uno de ellos estoy. En las mariposas y en la esperanza.
Aunque con ilusión desean volverme a ver, el adiós es lo único que les puedo dar en estos momentos. No me voy porque quería, me voy porque la vida lo pactaba.
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Susan.
Estaba sentada en la pastelería, en la mesa donde nos gustaba sentarnos, yo en su silla favorita. Aunque sé que le molestaría mucho, no deseaba moverme de aquí.
Ver a mi alrededor me recordaba a ella. Me quedé mirando a la entrada fijamente; con gran ilusión la estaba esperando, como si en cualquier segundo ella pudiera entrar.
Eran las 8 de la noche, la hora en que cerrábamos, y esperaba a que me diera las galletas que no se vendieron, pero ella ya no estaba.
Nunca llegó. No me dio mis galletas, no me dio mis regaños, ya no me abrazo.
Sentada en la silla estaba solo yo, sola y llorando. Ahora, ¿quién me ayudaría con mis dudas?, ¿quién me pasaría los apuntes de las recetas?, simplemente ¿quién me contaría los chismes?, ¿quién estaría para mí?.
En esencia, ella.
Mi refugio, ella.
Físicamente nadie.
Si me escuchas, vuelve. Te necesito. No me enseñaste a soltarte y no pretendo hacerlo. Además, mis galletas no son tan ricas como las tuyas.
Deseo volver a verte para pegarte un golpe por dejarme. Solo espero que seas tan feliz como siempre lo has merecido.
ADIÓS, PASTELERA LOCA
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Jason
Sentado en la banca del parque.
Aquella banca que guarda bellos momentos y preciadas confesiones de amor. Nunca dejaría de ver ese hermoso rosal; ahora estaba marchitándose lentamente. El olor de su perfume invadía cada espacio.
Cerré los ojos en el intento de sacarte de mis recuerdos y de mis pensamientos. Se sentía tan real tenerte a mi lado abrazándote.
Sé que en otro universo estamos bailando el vals el día de nuestra boda y, de fondo, se escucha Beauty and the beast. Yo, cantando suavemente en tu oído, con tu cabeza en mi hombro mientras bailamos lentamente.
Te veo a mi lado y no me puedes responder, aunque lo deseo.
Mis mañanas no son las mismas, sin ti: sin tus galletas, y sin tu amor.
Extraño tus abrazos, tus besos y tu timidez.
Fue un honor ser tu primer amor y tu primer novio. Para mí, fuiste mi primer todo. No sé qué hacer sin ti.
Vengo a sentarme aquí para recordar nuestros momentos, porque me da pánico olvidar cada minuto que vivimos.
Encontré tu libreta, dónde escribías de nuestro amor. Cada palabra que escribiste era cierta: cada momento fue real.
Duermo con tu pijama, aquella de princesas que me obligaste a usar aquel día. Así siento que estás junto a mí.
Sentí su delicado beso, tan fugaz que se fue con el viento. Abrí los ojos y el recuerdo se esfumó, como si fuera un fantasma que jamás volveré a tener.
Si vuelas muy alto, asegúrate de dejarme tu camino trazado, así cuando sea mi tiempo yo pueda seguirte y hacer que este recuerdo se vuelva realidad nuevamente.
ADIÓS, PASTELERA. ADIÓS, AMOR MÍO. ADIÓS, MÉXICO. ADIÓS, MI LINDA NOVIA. ADIÓS, MI FUTURA ESPOSA.
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Carlos
Dentro de estas cuatro paredes queda tu recuerdo, mi niña. Te veo correr por todos lados, escucho tu risa en cada rincón y abrazo tu cobija favorita como si eso te pudiera traer de vuelta.
Yo debía ser el que se fuera, no tú. Yo debí haber muerto, no tú. Tú debías vivir.
Las personas te necesitan.
Yo te necesito.
No deseo que está sea una despedida. No le deseo a nadie que pierda a alguien tan importante en su familia. No tengo las palabras suficientes ni prudentes para hacerlo.
No te quiero mentir: estoy enojado porque no te pude decir adiós correctamente; me lo impidió una caja cerrada, y me enfurece pensar que alguien más tuvo la culpa.
Tú ya no estas aquí y solo deseo que esa persona culpable se refunda en la cárcel, que la pase mal, que sufra tanto y lentamente, que sienta el dolor cada segundo de su vida.
Luego te recuerdo, y recuerdo que no soy así. Por ti decido dejarlo ir, decido creer que fue la vida quien te llevó y no alguien más.
Por ti te digo adiós: para tu descanso y para tu paz.
En mi mente solo quedan hermosos recuerdos de tu vida, de nuestros momentos y de nuestras aventuras. El olor de tu perfume quedó impregnado en la casa y tu esencia se guardó en las paredes; puedo sentirte en cada rincón de este, tu hogar,
Deseo que seas libre, por eso te digo: yo estoy bien aquí, no tienes nada de qué preocuparte.
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Editado: 18.11.2025