Érase una vez en los remotos barrios de Frankfurt, dónde apenas surgían las primeras pandillas modernas, en las que habitaba un joven de aspecto fino, pero de procedencia mala y desagradable, el cuál vivía junto a su madre en una casa vieja en los bordes de la ciudad, el nombre de aquel chico era Frederick Von Anderson, Von de madre y Anderson de padre, quien resulta difunto en esta historia. Mire pues que aún con todo esto, este jóven tenía el anhelo de salir del rincón oscuro donde procedía y poder ascender al cielo terrenal para escapar de las manos de los viles hombres y mujeres que habitaban está ciudad.
Érase que un día su madre, quien andaba en labores domésticos, pidió un poco de Ritalin para sus viejas lesiones, pero era puro cuento lo de esa patraña, pues sus lesiones sanaron, pero jamás sanó su obsesión con los analgésicos. Bien que pudo haber omitido esta decisión, tuvo que hacer caso a la petición dada, pues al fin y al cabo era la mujer que lo mantenía
Así que agarró un saco y boina y partió hacia más adentro en la ciudad, dónde se hallaba el preciado Ritalin, en eso andaba cuándo se topo con unos tipos de apariencia formal, parecían ir hacia un lugar y vestían de manera cotidiana, uno de ellos se le acercó al muchacho
-Miren bien que está aquí, es Frederick “Dust” Anderson, pero que sorpresa toparte por estos lares ¿Es acaso de que habrás querido salir de tu cueva finalmente?
El tipo que hablaba era Rommel Mainstein, un joven compañero del Gymnasium de Frederick, de fama buena y humildad, quien siempre había querido saber sobre nuestro muchacho, pero el mismo siempre se había negado a una interacción
-Vengo aquí por unas medicinas, no para andar de fiesta en estas calles, en cuanto tenga lo que busco partiré
-Venga hombre, no está mal pasar el rato de vez en cuando, morirás de viejo antes de llegar a los 30 ¿Por qué no mejor tomas el rato y vienes con nosotros? Partimos hacia el centro comercial de la ciudad
Cómo si nada tocó el hombro de Frederick, misma acción hizo que este lo viera con desagradó y le dijera que se fuera, y como el tipo no quería armarse líos con aquel muchacho, partió junto con sus amigos a su ruta antes dicha, por lo que el muchacho siguió a por las medicinas
Llegando a la farmacia, buscó al señor que siempre lo atendía todas las ocasiones, pues aquel don conocía a su madre y era quien le vendía la tan hablada medicina, entró a la tienda y sólo vio a una muchacha en el mostrador
-Disculpe las molestias, pero me gustaría saber dónde está el señor Mascherano, he venido por él pues el sabe la medicina que mi madre necesita
La jovencita le explicó que el señor Mascherano había partido a Berlín por asuntos familiares y que llegaba aquel día, solo tenía que esperar una hora para poder verlo. Con esto en mente, él partió hacia la estación (Que estaba a unas esquinas de la farmacia) para esperar al susodicho señor, llegó al lugar y se sentó a leer las noticias del periódico cada vez más trágicas, ya que el creciente resurgimiento del Crack y la metanfetamina había causado algunos problemas en la salud pública, cuya culpa recaía en 2 pandillas inmigrantes: Bloods y Crips
Al caer el medio día en la estación los trenes llegaron a la parada, luego de esperar por 30 minutos finalmente llegó el tren del señor Mascherano, él se había dirigido hacia el vagón donde se suponía que saldría, camino entre la gente para poder ver al señor y observó su figura ahí
De la nada y sin previo aviso, un cuerpo impacto junto al suyo mientras se dirigía a ver al señor, el impacto fue tan fuerte que tiro a Frederick hacia el suelo, perdiendo de vista al dichoso señor, y sin dudarlo levantó voz ante el causante de su caída
-¿Es acaso que tienes los ojos volteados o estás más bizco que una camaleón?- Grito sin importar la gente que pasaba por el lugar.
Tan solo alzó la vista y vio a quien le dirigía tales palabras, era una joven oculta entre su sombrero veraniego, la cual tapaba su cara y solo dejaba ver un vestido blanco como lana y piel clara como las nubes, entre ese sombrero estaba una chica de pelo largo y rubio, ojos verdes como las hojas de un árbol.
-Disculpe mi mala vista, andaba distraída por la euforia de llegar a un nuevo lugar
Aquel joven quedó atónito ante la mirada de la chica, incluso el enojó que tuvo desapareció, pues no sabía de la persona quien estaba por delante de él. Incluso con algo de pena se disculpó por haber mentado insultos
-No te preocupes tanto en ello, bien merecido lo tengo después de andar corriendo sin fijarme, pero lo pasado el pasado se queda
-Disculpa la molestia, parece que no eres de esta zona ¿Es acaso que vienes de pasada o por algún familiar
-Por algo familiar más que nada- comentó- Mi padre tiene un empleo en este lugar y me tocó acompañarlo hasta aquí, soy Elena Wagner y vengo a esta lugar por cuestión de oportunidades, espero que nos topemos en un futuro, buscaré la manera de enmendar está situación tan vergonzosa
Antes de dar su nombre la chica partió hacia afuera de la central, mientras que el jóven siguió pensando en aquel suceso durante un buen tiempo
La cosa fue qué tras ese momento incómodo, él joven Frederick siguió con lo pensado y encontró a el señor Mascherano, quien lo atendió al llegar a su farmacia y obtuvo la tan hablada medicina, con lo que pudo partir hacia su casa. Mientras viajaba sin alguna molestia, notó que había un par de jóvenes en un callejón, un encapuchado y otro con varios euros en mano, asomó su cabeza para verlos de cerca.
Cuando el negocio había terminado, se quedó esperando a escondidas a aquel joven encapuchado, el hombre misterioso salió hacia la calle y tomó una piedra, lanzó aquella piedra hacia un basurero, mismo donde Frederick estaba como comadreja
-Sal de ahí sucia alimaña y déjate ver, no creas que no noté tu presencia mientras negociaba, sal ahora o enfréntate a las consecuencias