A las seis treinta de la tarde, todo el mundo sale de la oficina.
En la empresa que actualmente trabaja, está prohibido hacer horas extra sin supervisión; se cuenta que modificaron su reglamento laboral interno después de que empleados prometedores robaran y compartieran secretos comerciales durante esa extensión de su jornada laboral provocado graves pérdidas monetarias y nula confianza empresarial más aparte, un lento resurgimiento en el mercado que provoco cientos de despidos; hay más rumores respecto a ese caso pero nadie se molesta en añadir información, en realidad, trabajar en un horario fijo era mejor para los empleados como él que, no encontraban quejas y sentía que así aprovechaba más el tiempo.
Siendo sinceros, es el empleo soñado que ha mantenido con esfuerzo durante los últimos dos años después de una larga e infructuosa búsqueda de lugares donde pudieran contratarlo, no era la mejor, pero era conveniente, tenía un sueldo fijo y puntual. Solo de pensar que pudo haber sido diferente, se recordaba a si mismo que la necesidad de un empleo lo hizo escoger la mejor opción que tenía entre sus manos.
Era feliz y estaba conforme de recibir un pago por sus pocos conocimientos.
Esa tarde, añoraba regresar a su hogar y descansar.
Apagando las luces de su oficina y saliendo tras despedirse de su jefe directo, no había nada más que deseara que llegar a un lugar tranquilo y comer algo rico.
De camino a su casa, se le ocurrió comprar tempura sabiendo que a su esposa le encantaban los camarones. Cómo si fuera un día rutinario más, visito su restaurante favorito donde pidió ese platillo y al salir, compro un ramo de flores rosas en la primera florería que vio, estaba seguro le encantarían y recibiría esa sonrisa que tanto lo enamoro. Al llegar a casa, la ausencia del aroma de la comida recién hecha y el silencio le hicieron recordar por cuál momento de su vida estaba atravesando: el divorcio.
Usualmente, la mentira más contada por las parejas que se juran amor eterno es "juntos para siempre" pero no muchos tenían la osadía de pasar todo ese tiempo con la misma persona y aunque lo tuvieran, no serían considerados héroes sino parejas acostumbradas a la rutina, parejas que les gusta la comodidad y la compañía de una sola persona. Y estaba bien pensar así, cada pareja era un mundo y no quería compararse de esa manera. Él también cayó en esa mentira que salió de sus propios labios y no creyó que, tras siete años de un feliz matrimonio, tenía que rehacer su vida lejos de ella.
Dylan solo tenía 29 años. Un trabajo con buenos ingresos y un divorcio a cuestas.
Antes de notarlo, de pie frente a la puerta de su casa solo dejo pasar el tiempo como si quisiera tomar un camino distinto y reiniciar todo.
No podía desear tonterías, solo quería que todo esto fuera un mal sueño.
Entro a la casa. Los muebles seguían en su lugar, pero todos los ornamentos ya estaban empacados y ordenados en la sala. En sus manos llevaba la comida y las flores, a medida que caminaba el sonido de cajas deslizándose se hizo más fuerte.
— Lena, ya llegué — anuncio
— Bienvenido — saludo la mujer que estaba en el suelo moviendo las cajas que acaba de armar. — En un momento recojo mi tiradero
— Si… apúrate para que cenemos… traje camarones… — menciono esperando distraerla y fue directo a la cocina para tomar algunos platos estaban a la vista. Fueron tantas cosas que compraron para su hogar que ahora terminaran en distintas casas.
— Excelente… en la mañana hablé con el hombre de bienes raíces… la casa ya fue vendida y el nuevo dueño quiere conservar los muebles y pagarlos a través de él, ¿tienes los recibos para hacer la cuenta? No serán nuevos, pero están en buenas condiciones o si tienes otra idea para cotizar el precio de segunda mano, puedes decirme…
— Al fondo del clóset… Sí… allí los dejamos… entonces, ¿cuándo debemos desocupar?
— A fin de mes…
Solo queda una semana. Se le hizo un nudo en la garganta. Siete días y ya.
— Tendré que buscar un departamento… ¿y tú?
— Viviré en una casa de la compañía. Ya hice el trámite y… bueno, no lo había mencionado, pero acepte la trasferencia de trabajo así que me mudare a otro estado. Solo unas horas en auto y …
— ¿En serio? ¿Debería ir contigo?
Reímos.
Nuestro divorcio no es por falta de amor si no por exceso de el.
— ¿Vas a vender todo esto? — señaló las cosas que estaban envueltos con cuidado.
— Si… excepto la ropa. Aún me queda y es nueva… ah, mañana tengo que viajar temprano…
— Y no has planchado tu traje… ¿qué harás sin mí?
Ni siquiera noto en qué momento le entrego las flores. En toda la conversación, ella mantuvo su ramo en las manos como si fuera tan natural ese comportamiento que ahora pasaba desapercibido. Ella terminó de ordenar mientras él planchaba uno de sus trajes y empacaba su maleta. Un viaje de negocios a mitad de la semana era seguramente un asunto importante pero no urgente de su compañía. Sabía que tuvo un ascenso en el trabajo y nadie lo merecía más que ella.
Malena trabaja en una empresa de renombre que se dedica a la industria alimentaria. Su puesto era bueno y bien pagado por lo que era su orgullo.
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Editado: 09.10.2025