Dylan y Malena

II.- En distintos caminos

Durante el fin de semana, se dedicó a buscar departamentos cercanos a su trabajo, pensó en consultar personalmente una agencia de bienes raíces y siguiendo esa idea, eso debería ser lo primero que hiciera apenas inicie la semana. Cuando ella regresará de su viaje, casi todas las cosas debían ser sacadas en tiempo récord por lo que estaban ajustados de tiempo. El nuevo dueño estaba encantado con el diseño del lugar y no era para más si él mismo contrató al mejor arquitecto que pudiera plasmar los sueños de Lena en ese lugar, el hogar que construyeron debía ser donde criaran a su familia.

— Suficiente, deja de pensar en ella

Regreso a su búsqueda. Miró con atención la página de la agencia. No necesitaba un lugar muy grande, solo que pudieran vivir dos personas con comodidad y algunos muebles pequeños además de un buen servicio de transporte y seguridad. Lena decía que lo más importante de todo sería la seguridad y precio pues en los últimos años cada vez era más difícil adquirir una vivienda y los departamentos eran tan pequeños para solteros que apenas había una cama o de lo contrario, si encontraba algo a su gusto, pero fuera de su presupuesto, tendría que buscar compañeros de habitación algo que en definitiva está fuera de discusión.

— ¿Dylan? ¿Estás en casa?

Tan pronto escuchó su voz, se levantó a recibirla. Ella estaba en la entrada sosteniendo su maleta y con el abrigo en su brazo, le saludaba alegremente. Se acercó con la intención de besarla a modo de bienvenida, pero ella lo esquivo, se conocían bien pero ya no era suficiente. Tenía que respetar ciertos límites.

— Lo siento, no creí que te extrañaría tanto. No lo volveré a hacer.

— Pues… ve haciéndote a la idea porque estaremos separados muy pronto.

— ¿Debemos mencionarlo a nuestros colegas? — pregunto, pero no quería decirlo, era como una tortura.

— No… pues… yo no diré nada. Lo último que necesito es compasión y miradas exigiendo que les diga porque nos separamos.

— ¿Comiste? Estaba a punto de preparar algo

— Salgamos a comer, ¿sí?

Se dio una ducha y se cambió para salir. La calle que habían recorrido tantas veces juntos ahora parecía un camino con sutiles diferencias que no llamaban la atención. Ya no se tomaban de la mano y las conversaciones que parecían no terminar ya no continuaban, llegaron a un sitio donde ofrecían platillos del día y comieron hasta llenarse. Lena era conocida por saludar a todos, pero no era muy amigable sino educada mientras que Dylan era conocido por ser un esposo cariñoso y amable pero los rumores sobre ambos eran un poco bulliciosos cuando se mencionaba que aún con muchos años de matrimonio a cuestas, todavía no tenían hijos, provocando cientos de chismes e insinuaciones entre sus vecinos que parecían murmurar a su paso sin la mayor discreción. Entre los chismes de barrio que se contaban, se decía que a ella la vieron embarazada alguna vez pero que ese bebé lo perdieron por culpa de él y sus actos. Nadie era lo suficientemente cercano a ellos para preguntar, pero no se negaba ese hecho y los atrevidos que quisieron obtener más detalles, los abordaron de manera descarada.

Iban a tener un hijo.

Era cierto.

Hace cinco años, esperaban su primer hijo.

Nadie sabía que ocurrió, pero no llegaron a ver a los jóvenes padres con bebé en brazos. Ambos salían a trabajar a la misma hora, de repente los atuendos de ella cambiaron, así como sus hábitos, las atenciones de un futuro padre primerizo también eran notorias, pero de un día a otro, la mirada de ambos parecía decirles que su alma abandonó su cuerpo. Eran distintas personas. La curiosidad era grande, pero ellos mismos levantaron la ceja ante preguntas inadecuadas.

Aunque eran un buen vecindario, no se indagó mucho. Lena estaba más consciente de los rumores, pero no había necesidad de aclararlos. Dylan se había molestado antes pero ahora, quería mantener esos recuerdos intactos sobre los dos y el lugar que llamaron hogar.

— Oye, ¿de verdad me lo prometes?

— Por supuesto.

Ella lo miró

— ¿De verdad? ¿No te molesta?

— ¿No me molesta?

— Si… si llegase a suceder… ¿no te molesta que me vuelva a casar? No hablo de mañana sino de diez o veinte años…

— Ah, debe ser mejor que yo.

— Está difícil… no hay nadie como tú

— Entonces, ¿qué te estoy prometiendo?

— Que, si cuando seamos ancianos y seguimos solteros, ¿viviremos juntos de nuevo?

— ¿Por qué no comenzar desde ahora?

Lena lo miró con ojos vidriosos. Aún era difícil

— Por supuesto, ¿debería elegir el asilo donde nos quedaremos? Preferiría uno con vista al mar. Tenemos que ahorrar para un buen retiro.

Ella lloró en silencio.

Ella fue la que propuso divorciarse.

No fue fácil para ella como tampoco lo fue para él. Poner en palabras lo que sentía y lo quería mejorar sin lastimarse mutuamente requirió que pensara el asunto hasta los más mínimos detalles. Le ofreció el pañuelo que llevaba en su bolsillo.

— Tranquila, antes de ser tu esposo fui tu mejor amigo. Si encuentras a alguien mejor que yo, te entregaré en el altar y si me vuelvo a enamorar, serás la madrina de mi boda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.