Un año antes del divorcio
Las reuniones familiares eran estresantes, no, incluso esa palabra se quedaba corta para describir la manera en que la familia la trataba a ella especialmente frente a otros; no porque fuera una fiesta familiar donde todos los invitados se reunían para presumir, sino que aprovechaban la oportunidad para dejarle en claro a ella que no era ni sería bienvenida bajo ninguna circunstancia, a nadie le gustaba que ella fue quien se llevó a un chico tan trabajador y de buena familia.
Tener una relación cercana desde hace mucho tiempo, tener una relación amorosa que nació de una genuina amistad lo único que había logrado fue ser un objetivo odiado. Nadie dejaba pasar la oportunidad de intentar humillarla. Desde la manera en que le hablaba su suegra hasta la forma de presentarla, la incomodidad para ambos era evidente incluso con la intervención de su marido, el mal trato solo pasaba de ser público a privado.
La comida no se hizo esperar después de ser testigo de cómo tiraban la ensalada que ella había preparado sin darle chance de defenderse y la obligaron a sentarse en la misma zona que sus cuñadas.
— Lena, has engordado. Pasa a mi clínica durante la semana para hacerte un plan de alimentación. Si sigues así además de no tener hijos, desarrollaras enfermedades cardiovasculares.
— Solo voy con nutriólogos certificados — recalcó en la cara de su cuñada
— ¿A qué te refieres?
— Tengo un nutriólogo a mi servicio… no te necesito así que, no intentes venderme un servicio que no necesito.
— Deberías aprender que esa encantadora manera de hablar solo te traerá problemas. Somos familia, por supuesto quiero ayudarte. Nada me alegraría más que ayudar con tu problemita.
— Gracias, pero buscaré ayuda por otra parte.
El sonido de los cubiertos había desaparecido. Todos tenían una oreja en su conversación esperando el momento oportuno para meter su cuchara.
Lena dejó de comer. Llegaba un momento en que no sabía si estaba siendo grosera o no. Si ella no se defendía nadie lo haría porque en el momento en que su marido cruce la puerta de entrada, todos sonrientes le darían la bienvenida convirtiéndose en la razón por la cual el ambiente era tenso, él los visitaba con frecuencia, pero casi no platicaba con ellos sin perder los estribos ante cualquier queja.
Aun así, Dylan no era ciego ante ese trato. En cada oportunidad hablaba con sus padres sobre el asunto y con claridad mencionaba lo que no le gustaba del trato que dirigían su esposa, aun así no ganaba nada con sus palabras que parecían malintencionadas lo que al final la convertiría en el objeto de abuso y discordia. Muchas veces escucho que ella era la culpable de engatusarlo con semejante mentira para casarse.
Sin poder replicar, cansado de decirles que en ese momento se casaron porque querían y no porque tuvieron un "accidente". Lena le había dicho antes que dejara de pelear por esos detalles, pero Dylan no quería dejar las cosas así. No quería una gran bienvenida ni reconciliación, sino que dejarán de hostigarla antes de usar medios legales.
Y aun así…
Reunirse con la familia de ella no era diferente. Su suegra había dejado claro que la hubiera detenido en ese momento para evitar que abortara, aún joven, tendría el apoyo de su familia y ahora tendrían nietos corriendo en la casa. Malena ya se había cansado de explicar que nunca estuvo embarazada, al menos no al principio de su matrimonio, y que dejarán de molestar con el mismo asunto, aunque nadie creía en sus palabras tomándolo como una manera de defender a su marido. Ambos padres se quejaron aún más cuando la discusión subía de nivel dejando ver qué solo aceptaron su registro matrimonial porque él se aseguró de que a ella no le faltaría nada y se haría cargo de su responsabilidad algo que desde su perspectiva nunca se cumplió.
Dylan también estaba incómodo con ese comportamiento y se alegraba de no compartirles las dificultades que estaba atravesando, viviendo al día, pagando tratamientos de fertilidad y orando para que todo saliera bien.
Pero había un límite.
Y Malena fue la primera en abordarlo.
Esa tarde no había nada inusual; ella llegó del trabajo, lo saludó con la misma alegría de siempre y después se dio una ducha. Él había llegado antes así que lavo y seco la ropa. Cómo se quedó sin tiempo, optó por una sencilla cena y espero que ella terminara su rutina de belleza para comer juntos.
Cuando le sirvió la comida, ella salió de la habitación con su tablet en mano y lo miró.
— Está vez no hay ninguno. — anuncio con la voz quebrada
El tratamiento al que se sometieron la última vez no tuvo ningún resultado. Ninguno de sus óvulos fecundados logró sobrevivir. Su médico le había enviado alguna información y una cita para el día siguiente.
Dylan se acercó a ella, la tablet cayó de sus manos y lloró.
— Ya no aguanto más… Estoy cansada, ya no quiero intentarlo.
Nunca la había escuchado hablar así. La voz rota con la que suplicaba ya no intentarlo más, como no intentaba irse de sus brazos y quizás él también sabía que el proceso fue difícil para ella, intentarlo sin saber con seguridad si funcionaria o esperar que todo vaya bien aún contra pronósticos.
Esa noche, no durmió, ella sollozo hasta quedarse dormida y al amanecer, se puso hielo en los ojos para bajar la hinchazón.
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Editado: 30.10.2025