La cruenta pisada de aquel hombre emanaba una cordial tiranía que se difuminaba tras su camino, dejando marcas sobre la nieve, que yacía inquieta bajo los cansinos pasos del viajero; Presionando ligeramente su brazo izquierdo, el derecho buscaba el momento oportuno para poder descansar, casi como si tuviese alma propia, sus ojos no miraban más allá de la batalla que libraban sus pies y la nieve, pero no podía dejar de caminar, tal vez era su instinto, tal vez era el cruel invierno que se dibujaba lúgubre y tenebroso frente a sus ojos, tal vez ambas cosas.
-Maldición, ni el más repulsivo e infortunado humano merece padecer estas calamidades-. Recitó tristemente al levantar un poco la mirada, arrastrando aquella gabardina negra, que más que abrigo, servía de inútil y pesada carga en aquellos momentos.
-¡Amo!
Aquel casi muerto y desgarrador grito irrumpió protestante entre el espacio confinado por los árboles, hasta llegar a los relajados oídos del hombre.
-¡Jamás imaginé volverlo a ver, Valentine!-. Exclamó aquella adolescente joven carente de juventud y adolescencia. -Acaba de salvarme la vida, amo, el sólo volver a verlo me trajo de vuelta a este mundo-. Mencionó la desgraciada joven, mientras sus brazos buscaban el palidecido cuerpo de su amo.
-Priscila, siempre tan dependiente, ¿Acaso habrá un día en el que puedas subsistir por ti misma?-. Reclamó Valentine con un dejo de asco en sus palabras. -Anda, levántate, te vas a congelar ahí tirada.
Más que servir de sostén para la frágil humanidad de la pequeña chica, ésta ayudó a Valentine a continuar con sus pasos, sintiendo una clase de alegría vacía por el hecho de ser útil para su amo; La nieve seguía cayendo, pero ahora acompañada de un gélido viento que penetraba sus pupilas así como sus prendas, haciendo que ambos tuviesen una sensación de desnudez que los ponía tensos más que fríos.
-Amo, para nuestra fortuna, encontré un pequeño pueblo de refugiados, son gente pacífica y agradable, no son muchos, pero podremos estar bien, se lo prometo-.
Tras decir esto, ambos continuaron su camino hacia la incertidumbre, arropados por una leve capa de nieve, débiles y sumisos ante los caprichos de aquella tormenta.
-¡Al fin, amo, hemos llegado!-. Alertó Priscila al pálido hombre que casi cedía ante las inclemencias del entorno. -Vamos amo, tenemos que resguardarnos en el granero principal, ahí están todos los pobladores de esta pequeña aldea-.
Valentine sigue caminando al lado de su subordinada, arrastrando los pies mientras su pequeña ayudante mostraba signos reales de agotamiento. -Priscila, ya estás muy cansada, tienes que guardar reposo enseguida, te hará bien-. Dice el viajero viendo el perfil de su rostro, que se había convertido en una masa enrojecida a punto de reventar, debido a la temperatura tan extrema.
-¡Pasen, adelante, veo que trajiste compañía, Priscila!-. Exclama un hombre no mayor a 40 años, de cabello rubio y ojos grandes y azules. - Espero que podamos ser de gran ayuda para su recuperación.
-Muchas gracias por aceptarme aquí, estoy muy agradecido con ustedes, buen hombre-. Replica Valentine.
-Chicos, chicas, les presento a mi amo, el conde Valentine, Valentine Nosferatu; A pesar de estar en condiciones precarias, mi amo será de gran ayuda para nuestra supervivencia, el invierno es duro, pero en cuanto mi amo se recupere, podremos encontrar comida mucho más rápido-. Expuso alegremente la chica.
-Mucho gusto, Conde Nosferatu, es un placer tenerlo aquí, hemos pasado por muchas miserias últimamente, y solo quedamos 27 personas de esta aldea, esperamos poder sobrevivir al invierno.
-Mucho gusto, joven, ¿Usted es?
-Vasili, Vasili Shevshenko, Solía ser Soldado y médico en el ejército, sin embargo después del accidente, ya nada ha Sido igual.
-Disculpa la intromisión, pero, ¿en qué parte del mundo estamos?-. Preguntó el Conde.
-Estamos en una aldea en la región de Pripyat, señoría.
-¿Pripyat?.
-Si, Pripyat, Ucrania, ¿Ha escuchado hablar de la explosión de la planta Chernobyl?
-No, desconozco totalmente sobre ese hecho, la verdad es que...
-Vaya, ¿que podría saber un hombre tan importante como un conde, de un pequeño pedazo de infierno como este?-. Interrumpió sarcásticamente una mujer como de 30 años, de cabello rojizo y ojos azules.
-¿Y usted es, señorita?-. Replicó Valentine.
-Mi nombre tiene menos importancia que mi región, Conde-. Contestó la chica.
-¡Victoria!, ¡Discúlpate con el Conde!-. Irrumpe exasperado Vasili.
-¿Disculparme?, ¿Sólo por qué es un Conde? Por favor, hermano, mañana querrás que sea su sierva, de seguro.
-¡Si tan solo mi padre estuviera aquí, te recordaría un poco de modales!
-Está bien, Vasili, comprendo-. Interrumpe Valentine. - Mucho gusto Victoria, Soy Valentine Nosferatu, espero mi presencia no la moleste a usted y a sus compatriotas durante mi estancia aquí-. Dice desviando su miraba hacia la joven.
-Amo, creo que debe descansar, ha Sido un largo viaje, por lo que veo, así que no debe fatigarse aún más, venga, le prepararé un baño y un poco de comida, siéntese en ese lugar-. Priscila apunta hacia un rincón lleno de paja, al lado de un anciano decrépito que solo observaba a su alrededor.
-Bien, Priscila, espero poder ser de ayuda para ustedes y no solo representar una carga más-. Asiente el Conde.
Valentine se dirige al rincón que Priscila le había cedido, mientras su sierva se dirige a la parte trasera del viejo y destrozado granero para preparar su baño, por otro lado, Vasili y Victoria preparaban la fogata que los calentaría esa noche.
-Dígame Conde, ¿Que lo trajo por aquí?-. Preguntó Vasili curioso.
-A decir verdad, amigo mío, no sabría cómo responder a eso, sólo puedo decir que después de la guerra, fui abandonado muy cerca de aquí, abandonado a mi destino-. Contesta el Conde, con un dejo de amargura.
Vasili continúa preparando la fogata, mientras la mirada inquisidora de Victoria se posaba en el rostro de Valentine, mostrando una severa desconfianza digna de un soldado enemigo.