Ecos del tiempo

Capítulo 13

El silencio en el laboratorio de Ambrose era abrumador. La máquina que había presentado, el dispositivo temporal, estaba en el centro de la habitación, con sus componentes brillando bajo la luz fría de las lámparas. Nathaniel observaba la máquina con atención, sintiendo que sus dudas se desvanecían a medida que sus pensamientos se ordenaban. Estaba dispuesto a dar el siguiente paso, a comprometerse con el experimento que Ambrose había propuesto. La posibilidad de avanzar en sus investigaciones sobre el tiempo, de comprender la naturaleza misma del flujo temporal, lo fascinaba.

Era una oportunidad que no podía rechazar.

Ambrose observó a Nathaniel desde la mesa de trabajo, esperando su respuesta. Sabía que el joven científico estaba cerca de tomar una decisión. Había sido paciente, pero la oportunidad de trabajar juntos era demasiado importante como para dejarla escapar.

– ¿Qué dices, Nathaniel? –preguntó, con su tono grave y seguro.– ¿Te unirás a mí en este proyecto?

Nathaniel levantó la vista, encontrando los ojos de Ambrose llenos de determinación. En su interior, la emoción de la posibilidad de avanzar más rápido, de descubrir lo que aún era un misterio, lo empujaba a aceptar.

– Sí –respondió finalmente, con firmeza.– Estoy dispuesto a trabajar contigo.

Ambrose sonrió de manera contenida, sabiendo que había ganado.

– Sabía que tomarías la decisión correcta. Juntos, vamos a hacer historia.

Ambrose se acercó a Nathaniel, tendiéndole la mano.

– Bienvenido a bordo –dijo con una sonrisa calculada.– Te aseguro que este será el principio de algo mucho más grande.

Nathaniel estrechó su mano, aunque una ligera sensación de inquietud permaneció en su pecho. Había tomado una decisión que cambiaría todo, y aunque confiaba en sus habilidades, no podía ignorar la sensación de que algo no estaba completamente claro en esta asociación. Pero por ahora, no podía dar marcha atrás.

La puerta del laboratorio se cerró con suavidad detrás de él cuando Nathaniel salió, decidido a comenzar con su nuevo rol junto a Ambrose. Pero antes de irse, algo lo detuvo. Una figura conocida apareció en el umbral de la puerta, una figura que le había estado dando vueltas en la cabeza durante toda la tarde: Catherine.

Ella estaba allí, observándolo con una mirada de preocupación que hizo que Nathaniel sintiera una punzada en el corazón. Había algo en sus ojos que no podía pasar por alto. Ella siempre había sido intuitiva, y esa intuición la había llevado hasta él en este momento.

– Catherine –dijo Nathaniel, tratando de ocultar la incomodidad que sentía.– ¿Qué haces aquí?

Catherine dio un paso hacia él, sin dejar de mirarlo.

– Sabía que estarías aquí –respondió con calma, pero su tono estaba cargado de una preocupación palpable.– Nathaniel, tengo que hablar contigo.

Nathaniel frunció el ceño.

– ¿Sobre qué?

Ella no titubeó.

– Sobre Ambrose.

Una ligera sorpresa cruzó el rostro de Nathaniel.

– ¿Ambrose? ¿Por qué estás tan preocupada por él?

Catherine se acercó un poco más, como si buscara un espacio más privado para hablar, lejos de cualquier posible escucha.

– No sé cómo explicarlo, pero... hay algo en él que no me gusta, Nathaniel. Algo que no encaja. Siempre he confiado en mi intuición, y desde que te vi interactuar con él, siento que hay algo oscuro en sus intenciones.

Nathaniel la observó, desconcertado.

– Ambrose es un hombre de ciencia. Lo conocí por su trabajo, y lo que propone podría llevarnos a descubrir cosas que ni siquiera imaginas. Estoy tomando una decisión importante, Catherine.

Catherine lo miró fijamente, pero había una tristeza en su rostro.

– Lo sé, lo sé. Pero a veces, la ciencia puede nublar el juicio, Nathaniel. Te lo digo porque te aprecio. Creo que Ambrose tiene un objetivo que no te está revelando. Tal vez ahora todo parezca emocionante, pero no puedes confiar en alguien que actúa como si todo fuera un experimento, sin considerar las consecuencias.

Nathaniel se sintió dividido. Por un lado, entendía las preocupaciones de Catherine. Ella lo conocía mejor que nadie, y su intuición nunca lo había decepcionado. Pero por otro lado, la oportunidad de trabajar con Ambrose, de avanzar en sus estudios, era algo que no podía dejar pasar.

– ¿Qué propones que haga? –preguntó Nathaniel, su voz un poco más suave.– ¿Debería rechazar la propuesta?

Catherine suspiró, dejando caer sus hombros.

– No te estoy pidiendo que tomes una decisión apresurada. Solo te pido que seas cauteloso. No todo lo que brilla es oro, Nathaniel. Tienes que considerar los riesgos que implican trabajar con alguien como él. La ciencia no siempre tiene las respuestas, y hay fuerzas que no podemos controlar.

Nathaniel guardó silencio por un momento, procesando sus palabras. La oferta de Ambrose seguía sonando tentadora, pero las advertencias de Catherine lo mantenían alerta.

Finalmente, dijo con voz firme:

– Voy a tener cuidado, Catherine. Pero esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar. No puedo ignorar lo que podría descubrir.

Catherine lo miró en silencio, con una mezcla de tristeza y preocupación.

– Solo espero que no te arrepientas –murmuró, antes de dar un paso atrás y salir del laboratorio sin decir más.

Nathaniel se quedó allí, mirando la puerta por donde Catherine se había ido. Sabía que había tomado una decisión importante, pero las palabras de ella seguían resonando en su mente. Había algo en Ambrose que no terminaba de encajar, y por primera vez, Nathaniel dudó de si había hecho lo correcto.




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