Ecos del tiempo

Capítulo 16

La tarde había caído, y la luz suave del atardecer se desvanecía en la quietud de la habitación. El viento frío se colaba por la ventana entreabierta, moviendo las cortinas con suavidad. Nathaniel y Catherine se encontraban en el pequeño salón de la casa de ella, donde tantas veces se habían encontrado, pero hoy el aire entre ellos era diferente, cargado de algo que ninguno podía ignorar.

Nathaniel observaba a Catherine, su rostro iluminado por la luz de las velas. Ella parecía perdida en sus pensamientos, pero al mirarla, él pudo ver cómo sus ojos brillaban con una intensidad que solo él entendía. Era la misma mirada que había visto tantas veces, la misma mirada que había sentido sobre sí mismo sin poder ignorar.

– Por eso me mirabas así –dijo Nathaniel, rompiendo el silencio con una voz que, aunque calmada, estaba cargada de emoción.– Siempre lo supe, aunque nunca lo dijimos. Siempre hubo algo en tus ojos, algo que no podía negar.

Catherine lo miró sin apartar la vista. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, como si la verdad finalmente hubiera salido a la luz.

– Lo sabías, ¿verdad? Por eso tus sonrisas sin razón, por eso tus palabras siempre tan cuidadosas, como si intentaras ocultarlo. No pude dejar de notarlo. Yo también lo sentía, Nathaniel.

Un suspiro escapó de los labios de Nathaniel, y se acercó un poco más, como si su cercanía fuera la respuesta que ambos necesitaban.

– Y yo, Catherine. He sentido lo mismo desde que te conocí, aunque pensaba que solo era una ilusión. Pero... por eso no pude apartarme de ti, por eso todo en mí siempre volvía a ti. A tus miradas, a tus gestos, a la forma en que te preocupabas sin decir una palabr

Catherine dio un paso hacia él, acercándose más, sintiendo cómo el aire entre ellos se cargaba de una tensión que, por fin, ambos comprendían.

– ¿Y por qué no dijimos nada antes, Nathaniel? ¿Por qué seguimos escondiéndolo?

– Porque siempre supe que esto significaba algo más grande que solo un sentimiento pasajero –respondió Nathaniel con firmeza.– Porque todo en mí temía que si lo admitía, lo perdería. Pero ya no puedo seguir callándolo, Catherine. No puedo seguir ignorando lo que siento.

Catherine sonrió suavemente, su expresión llena de ternura.

– Yo tampoco puedo seguir ignorándolo. Te he amado de la misma forma, desde el principio. Las veces que fingí no entender, las veces que traté de alejarme... todo fue porque, al final, siempre quise lo mismo que tú.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, las palabras flotando entre ellos, pero sin necesidad de decir más. No hacía falta. Ambos sabían que sus corazones ya se habían entregado, que la verdad había estado ahí todo el tiempo, escondida en los gestos, las sonrisas y las miradas.

– Entonces... esto es real –susurró Nathaniel, como si necesitara confirmar que por fin todo lo que había sentido tenía un nombre.

– Sí –afirmó en respuesta Catherine, con una sonrisa plena en el rostro.– Esto siempre fue real. Solo necesitábamos aceptarlo.

La habitación quedó en silencio, pero un silencio cómodo, lleno de comprensión. Nathaniel dio un paso al frente, y tomando suavemente las manos de Catherine, la miró a los ojos.

– Te amo, Catherine. No hay duda en mi corazón.

Catherine sintió que su pecho se llenaba de una calma que nunca antes había experimentado. – Te amo también, Nathaniel. Siempre lo supe.

En ese momento, como si todo estuviera en su lugar, Nathaniel se inclinó hacia ella y la besó, un beso profundo, lleno de promesas y certezas. Era un beso que no dejaba espacio para dudas, porque todo lo que ambos necesitaban había sido dicho en ese instante.

Se separaron lentamente, pero esta vez no había incertidumbre. Ambos sabían lo que había entre ellos, y nada podría apartarlos de lo que sentían. Ahora estaban en un lugar en el que caminarían juntos, sin miedo.




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