El amante joven

Capítulo 7

Ann se lavó la cara y colocó maquillaje en sus ojos para que no se notara que estuvo llorando. Luego acompañó a su sobrina al salón en donde se iba a realizar la primera sesión del taller. Su intención era solo conocer en dónde iba a estar Emma para, después de terminada la sesión, buscarla y proponerle dar un paseo por las instalaciones, de ahí usar la tina con hidromasaje que había en la cabaña donde se quedaban mientras degustaban un buen vino y algunos bocadillos. Estaba saliendo del salón cuando el coach le pidió que se quede porque el número de participantes era impar y necesitaba que sea par, por lo que la invitó a formar parte del taller, al menos para esa sesión. Ann miró a los asistentes y, como tenían un acuerdo establecido que sabían que la periodista no iba a romper, aceptaron de buena manera que se sume a ellos.

El coach empezó a hablar de la importancia de la confianza en las relaciones interpersonales, en especial en aquellas en donde implica un trabajo en equipo. Todos estaban atentos, menos Phelps que no quitaba los ojos de encima de la Houston. Tras terminar de introducir el tema, el coach presentó una bolsa de tela roja en la que había colocado pequeños retazos de papel en donde había escrito el nombre de cada participante. Como Ann se acopló a último, enfrente de todos el coach preparó el papelito con el nombre de la periodista y lo colocó en la bolsa. «La suerte determinará las parejas», se escuchó decir al coach y empezó a sacar de dos en dos los papelitos para saber cómo se juntarían los asistentes para iniciar la práctica sobre la confianza. Las parejas empezaron a formarse, y Phelps pedía al universo que el nombre de Ann apareciera seguido del suyo, para que sean pareja, aunque sea en el taller; pero la señora fortuna no le sonrió y le tocó trabajar con uno de los actores. El coach sacó el papel con el nombre de Ryusei, y algunas señoritas del equipo de producción oraban para que les toque ser pareja con él, pero el nombre que se escuchó fue el de Ann Houston.

Al tener listas las parejas, el coach les pidió que se presentaran como si no se conocieran, así que Ryusei con una expresión muy seria ofreció una reverencia de 90° grados para Ann y le dijo su nombre. La Houston esperó que el japonés enderezara la espalda para extender su mano derecha y saludarlo, a la par de mencionar su nombre. Ryusei aceptó el saludo uniendo su mano a la de la periodista, y en ese momento ambos sintieron una descarga eléctrica muy intensa que los obligó a despegar rápidamente el contacto. «Aquí hay un choque de fuerzas o una atracción de almas. Como sea, Ryusei y Ann van a ser un equipo que dará que hablar esta tarde», dijo el coach al informársele lo que sintió la pareja formada por el actor japonés y la periodista de espectáculos al rozar sus manos. Ryusei y Ann se miraron serios, aún incómodos por la descarga que les recorrió el cuerpo, pero no duró mucho para que unas sonoras carcajadas aparecieran entre ellos, llenando de alegría el salón y contagiando a los demás. Emma reía, pero en su cabeza empezaba a circular una idea que manifestaba que esos dos sean pareja por esa tarde no era cosa de suerte, sino de destino.

Luego de la presentación, el coach les pidió a todos en el salón que se miraran fijamente e intentaran mantener una expresión seria. Ryusei y Ann no podían mantenerse serios por más que lo intentaran. El japonés apretaba sus labios para no formar una sonrisa y la periodista a cada rato tapaba su rostro con sus manos. «¿Acaso hay vergüenza o timidez por aquí?», preguntó el coach a la pareja, algo que negaron. Al repreguntar sobre el porqué de la risa, ambos dijeron a la vez que recordar la cara que puso el otro al sentir la descarga eléctrica que los sobresaltó cuando sus manos se tocaron, no les permitía permanecer serios. «Ustedes llegaron demasiado rápido a la alegría. Normalmente esta terapia lleva por diversas emociones hasta acabar en alegría, pero ustedes se han saltado directamente al gozo, a la felicidad. Quizás me aventuro al decir esto, pero creo que ustedes dos, si tienen la oportunidad, podrían ser muy buenos amigos, hasta pareja». Ann miró a Ryusei tratando de lucir seria, sin reír, pero se notaba la tensión en su rostro para no esbozar una sonrisa. En cambio, en Ryusei se formó una enorme sonrisa al mirar a su compañera por esa tarde. «Después de esta reacción, ya sé quién está más encantado con el otro», dijo el coach lanzando un guiño de complicidad al japonés y se dirigió a hablar con las demás parejas.

Ryusei y Ann aprovecharon para conversar y conocerse más mientras que las demás parejas hacían la terapia de las emociones. Ambos reían bajito, como si se tratara de un par de cómplices amigos que estuvieran burlándose de los demás. Ellos observaban a las parejas y Ann repetía que todo esto que veía era oro para su programa, pero que tenía un acuerdo con todos, incluido él, y que lo iba a respetar. «Yo no he prometido nada. Si quieres grabo un vídeo y lo hago llegar a la producción de tu programa anónimamente», esa ocurrencia del japonés hacía que Ann riera cada vez más alto. Emma miraba asombrada, pero a la vez maravillada. Era la primera vez que veía a su tía reír mientras conversaba con un completo extraño, ya que el hecho de haberlo entrevistado en alguna oportunidad no significaba que Ryusei fuera su amigo. Asimismo, todos sabían del carácter introvertido del japonés, de que era de pocas palabras y solitario, por lo que verlo cuchicheando con su tía como si se tratara de su mejor amiga era raro, pero esa reacción la alegraba.

La siguiente técnica que pusieron en práctica fue la del espejo. Cada pareja elegiría al azar un nuevo papelito en el que se indicaba la acción que uno debía hacer y el otro imitar, como si se tratara de un espejo, por un minuto. En la primera ronda Ann sería el espejo, así que tendría que imitar lo que el japonés hiciera. Ryusei eligió al azar el papelito de los que el coach repartía, y su potente «no» hizo que Ann se acercara de inmediato para leer lo que les había tocado hacer: «eres una femme fatale». Ann reía mientras Ryusei se lamentaba. «Decide: villana o heroína», propuso Ann y Ryusei eligió villana.




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