El conocer al otro en la intimidad fue como encontrar un vicio que los podría arrastrar hacia el desastre. Ryusei no podía pasar una noche sin poseer el cuerpo de Ann, y ella no podía vivir sin sentir las manos de su amado japonés acariciando los lugares más íntimos de su anatomía. Por suerte no eran unos chiquillos que se dejaran llevar por la pasión, sino se hubieran metido en más de un problema. Aquí tuvieron que hacer uso de toda la fuerza de voluntad que habían desarrollado en sus vidas para calmarse y mantenerse alejados, al menos hasta que llegara el fin de semana, momento en que nuevamente se perdían entre las sábanas para ser uno solo.
Para Ann habían sido demasiados años sin sentir al ser amado brindándole un satisfactorio placer. Para Ryusei había sido toda una vida sin ser correspondido con el mismo intenso amor cada beso, caricia, abrazo. Al estar próximos al matrimonio y querer tener hijos lo antes posible, después de la primera noche que consumaron su amor decidieron no usar ningún tipo de anticonceptivo y dejar que Dios, el destino, la vida o el universo, como quieran llamar a lo más sagrado que existe, haga su voluntad. A ellos ya no les importaba el qué dirán, solo ser felices porque ahora sabían que al permitir que alguien los alejara, perderían demasiado al ser ya uno solo.
Los días pasaron y como se indicó en la cena de compromiso, Harumi llegó a los Estados Unidos. Ryusei y Ann la recibieron en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, para luego partir con ella en otro vuelo hacia la ciudad de Salem, en donde el chofer de Los Tanaka los esperaba para iniciar el recorrido por carretera hacia el poblado de Sisters. Para la recién llegada desde Japón el trayecto le pareció eterno, pero no se quejó al gozar de los paisajes que aparecían en el camino. Inosuke y Aiko los esperaban en la que fuera la mansión de Los Clark, ahora Mansión Sakura, por los árboles de cerezo que plantaron en los alrededores y eran un hermoso espectáculo durante todo el año, ya que ver nacer la flor en primavera, fortalecerse en verano, caer en otoño y desaparecer en invierno era mágico.
Ann estaba un poco nerviosa porque esa era la primera vez que regresaba a sus orígenes después de que se anunciara la relación secreta que mantenía con Ryusei. Su prometido, así como sus padres de corazón y futura suegra, la animaban a no agachar la cabeza ni sentirse avergonzada porque era completamente respaldadas por ambas familias, y para darle mayor seguridad, los cuatro la acompañaron a caminar por las calles que miles de veces recorrió durante su niñez y adolescencia.
Caminaron hacia la iglesia, para saludar al reverendo y su familia, a la vez que aprovechaban en comprometerlo para que celebrara la boda en los jardines de la Mansión Sakura. En el estacionamiento de la iglesia se encontraron con la hermana mayor del jovencito que murió bajo las ruedas del auto de Arthur Clark. La ahora madre de cinco hijos reconoció de inmediato a Ann, y con una alegría que sorprendió a la periodista se acercó a ella para abrazarla. El gesto de cariño hizo que la Houston llorara, pero esa mujer, que recordaba que por ella pudieron dar con el asesino de su hermano y hacer justicia, la consolaría.
El reverendo los atendió de inmediato ni bien ingresaron a la administración de la iglesia. Les dio la bienvenida y felicitó a la pareja por el compromiso, así como a sus padres. El pueblo estaba enterado de que pronto se casarían, por las noticias que la prensa difundía sobre ellos. Al comentarle que estaban en Sisters porque la madre del novio había venido a quedarse para ir organizando los detalles de la boda junto con los padres de la novia, confirmó las sospechas que tenía el reverendo.
Al dejar cómodamente instalada a Harumi en compañía de Los Tanaka, Ryusei y Ann regresaron a Los Ángeles a continuar con sus deberes laborales. Una semana después, como indicara Keyko, la tía de Ryusei, esta llegaría para apoyar a su hermana mayor en la organización, mientras que el resto de mujeres de la familia del actor estaban participando desde Tokio.
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Editado: 11.09.2023