El amante mestizo

Capítulo 8

  • Sato san, uno de los motores está presentando problemas al recalentar. Debemos hacer una parada de emergencia antes de llegar al destino –comunicó el capitán del avión del Conglomerado Sa-Na en el que viajaba Kenji. Este aceptó la recomendación de la máxima autoridad de la tripulación y el avión descendió en el aeropuerto de la ciudad de Tokio.
  • ¿Cuánto tiempo demoraremos en retomar el vuelo? –preguntó Kenji tras haber pasado una hora desde que aterrizaron en la capital japonesa.
  • Según los ingenieros y mecánicos, el motor se ha recalentado porque al despegar de Seúl y chocamos con una bandada de aves, algunas de estas se atoraron entre las hélices, obstruyendo la ventilación del motor. Deben desmantelar el motor para limpiarlo y cambiar algunas piezas. Si el equipo trabaja sin parar durante el resto de la tarde, noche y madrugada, para mañana a las 8 am estaremos listos para partir a Nagoya –a Kenji le apremiaba llegar a reencontrarse con su familia, ya que el viaje de negocios que le había obligado a permanecer fuera de casa por casi tres semanas lo había alejado de su amada esposa e hijos, en especial del pequeño Yori, quien estaba por cumplir quince meses de vida.
  • De acuerdo. Por favor, trabajen diligentemente, me urge llegar mañana a reunirme con mi familia.

Kenji marcaba el número de su amada Natsuki, pero esta no contestó a ninguno de los dos intentos que el Director Sato hizo para comunicarse con su esposa. Ante ello, y estando solo en el aeropuerto de Tokio, pensó en llamar a Osamu para que lo recogiera y llevara al dúplex, pero al recordar que en el hangar que el Conglomerado Sa-Na tenía en el aeropuerto de la capital permanecía un automóvil para uso de quien necesitara transporte, pidió que le prepararan el vehículo, ya que manejaría hacia el apartamento donde vivía su hija mayor para pasar la noche.

Al ser viernes por la tarde y conocer el horario de Mika, Kenji pensó que esta se encontraba en clases, por lo que no la llamó para avisarle de su repentina llegada porque no quería interrumpirla. Al llegar al edificio pudo acceder al estacionamiento sin problemas al tener el sistema de seguridad registradas las huellas dactilares y la lectura del iris derecho del Director Sato. Tras dejar parqueado el vehículo, accedió de la misma manera al ascensor y subió hacia el último piso.

Kenji regresaba a Japón después de un largo viaje de negocios que lo llevó por Taiwán, China y Corea del Sur. Él no había viajado solo, lo hizo acompañado de Manuel Tuesta, su incondicional amigo y mano derecha en los negocios al ser el Gerente de Finanzas del Conglomerado Sa-Na; sin embargo, Tuesta se quedaría unos días más en Corea del Sur para coordinar unos últimos detalles del acuerdo comercial que Kenji firmó antes de dejar la ciudad de Seúl. La premura de Kenji por regresar a casa se debía a que, durante su ausencia, el pequeño Yori había empezado a dar sus primeros pasos sin apoyo alguno, algo que él lamentó perderse, ya que desde que el pequeño comenzó a caminar sosteniéndose de las paredes o de la mano de quien lo acompañaba, estuvo pendiente de él y su progreso. Para Kenji los negocios eran importante, producían el dinero que daba las comodidades que gozaba su familia, pero no eran lo primordial en su vida; su prioridad era su familia, y gozar de los pequeños detalles del desarrollo de las vidas de sus hijos era algo que él no quería que le contaran, quería vivirlo.

Al salir del ascensor caminó hacia la mano derecha del corredor. Por algunos años estuvo abriendo esa puerta para luego cruzar la otra que unía a esos dos dúplex, ya que el que ahora sirve para hospedar a visitantes transitorios alguna vez fue la vivienda de su primer amor, de aquel que pensó que nunca dejaría, pero estaba equivocado, ya que al final su corazón estaba destinado para Natsuki Nagata, terminando la relación con Yuriko Inoue, quien tomó la iniciativa al encontrar en Bastian Müller lo que Kenji nunca le pudo dar.  Él siempre sonreía al recordar esa etapa de su vida, en la que sentía tanto por su esposa, pero no era capaz de decírselo porque la creencia de que debía casarse con la mujer a quien le había prometido todo, porque tomó todo de ella, estaba tan incrustada en su mente que le llevaba a hacerse daño al negarse la felicidad de compartir la vida junto a quien en verdad amaba. «Solo espero que todo lo feliz que ahora soy, Yuriko lo sea el doble. Ella se merece que la amen como amo a Natsuki», pensó Kenji antes de ingresar el código de seguridad que abría la puerta principal de ese apartamento de lujo.

Al cambiar su calzado por las sandalias para ingresar a la vivienda se encontró con unos zapatos de varón talla 47 que definitivamente no podían ser de Osamu porque este apenas si calzaba 43. Kenji reconoció los zapatos de su hija, los de la escolta y el chofer, pero esos que reflejaban ser de un hombre que superaba el 1.90 m no los supo relacionar con alguien que conociera. Manteniendo la mente en blanco, para alejar los celos de él al pensar que su hija podría estar empezando a conocer a un joven con el que se topó en las aulas universitarias, Kenji caminó por el pequeño corredor que lo alejaba del recibidor y lo aproximaba a la sala.

Lo que encontró en la sala no se lo esperaba. Mika, su princesa mayor, estaba sentada a horcajadas sobre un muchacho que tenía el pecho descubierto al no llevar camisa y cuyas manos estaban tocando a su hija por debajo de su blusa. Él sonreía mientras hablaba, y ella lo escuchaba recostada en su pecho, con la cabeza descansando sobre el hombro y los ojos cerrados. La escena le hubiera parecido tierna si fuera cualquier otra pareja, pero al ser su joven hija, de quien desconocía que tuviera tanta cercanía con algún muchacho, de tal manera que se reunían en el apartamento, Kenji no pudo medir sus celos y gritó, expresando su molestia sin necesidad de tener a su lado a Natsuki tocándolo.

  • ¡Pero qué mierda es esto! ¡Mika! –la voz de Kenji sonó con tanta furia que asustó a los jóvenes, ya que el grito del padre Sato se escuchó como si un demonio hubiera aparecido en medio de la sala.
  • ¡Papá! –dijo Mika dejado el regazo de Akira de un salto gracias al empuje que este le dio al querer también pararse de inmediato-. ¿Qué haces aquí? –preguntó Mika sin mostrar ninguna emoción en su rostro, pero sí en su cuerpo, ya que empezó a jugar con sus dedos al estar muy nerviosa.
  • ¡¿Que qué hago aquí?! ¡Este es mi apartamento! ¡Yo puedo estar aquí! –soltó Kenji aún muy molesto-. ¡¿Quién es este muchacho y qué relación tienes con él para encontrarlos como lo hice?!
  • Buenas tardes, Sato san –dijo Akira dando un paso hacia delante, colocándose entre Kenji y Mika, ya que de alguna manera él buscaba protegerla de los gritos de su padre, quien lucía calmado en sus gestos, pero no en su voz-. Soy Akira Müller, estudiante del tercer año de Medicina de la Universidad de Tokio y enamorado de Mika chan –escuchar el apellido del muchacho y la relación que sostenía con su hija hizo que Kenji abriera los ojos llenos de sorpresa-. Soy el mejor alumno de toda mi facultad, es más, el mejor alumno de la carrera de Medicina de todas las universidades del país según el último ranking que informó la Dirección de Educación. También entreno con los equipos de fútbol y béisbol de la universidad, ya que el deporte es importante para mí. Tengo diecinueve años, mido 1.96 m, peso 102 kg, calzo 47, soy géminis, cabra en el horóscopo chino y amo a su hija como no se lo imagina. Por favor, Sato san, no le grite a Mika. Gríteme a mí, pero no a ella –Akira estaba tan nervioso que no sabía qué más decirle sobre él que pudiera causar que el humor de Kenji cambie.
  • Eres el hijo de Yuriko y Bastian –soltó de inmediato el furioso padre.
  • Sí, lo soy, pero mamá desconoce de mi relación con Mika –aclaró Akira.
  • ¿Y tu padre? Él sí sabe que vienes a mi apartamento a manosea a mi hija –Kenji cuando quería podía ser muy intimidante, y Akira lo estaba comprobando.
  • Padre, no estábamos haciendo nada malo –dijo Mika queriendo ayudar a Akira, pero Kenji respondería de una manera nada comprensiva.
  • ¡Cállate! Me has decepcionado por completo. Si estás en Tokio es para estudiar, no para que estés metiendo al apartamento a cualquiera para que te manosee como le dé la gana –las palabras que lanzaba su padre le dolían a Mika, quien se sujetaba a Akira tomándolo por la correa de su pantalón.
  • Él no es cualquiera. Es Akira, mi enamorado por dieciocho meses –escuchar de su hija que la relación que sostenía en secreto con el hijo de Yuriko no era cuestión de unas cuentas semanas hizo que Kenji se diera cuenta que había sido traicionado por la escolta y el chofer en quienes había confiado el cuidado y protección de su hija.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.