Tres meses eran los que faltaban para el día de la boda desde la noche en que Los Shimizu y Los Yamazaki se reunieron para cenar y comunicar a sus familias el cambio de la novia. A la madre de Naoki no le agradaba Suki, pero el ver a su hijo feliz, algo que no aparentaba al lado de Kazumi, hizo que acepte a la nueva novia. Al enterarse las amigas de Suki que esta se casaría pronto llegaron a la casa de Los Shimizu al día siguiente para felicitar a la dichosa prometida. La hija menor de Los Shimizu sonreía conteniendo las ganas de reír socarronamente, ya que quería burlarse de su hermana en todo momento, pero se controlaba porque nunca ella debía quedar como la mala de la película. Sus amigas, pobres niñas sin cerebro ni mayor aspiración que la de conseguir esposo adinerado, la llenaban de halagos y buenos deseos.
Esa mañana empezaba el día libre de Kazumi, algo que no se daba muy seguido porque la médica ofrecía sus días de reposo a realizar alguna actividad de ayuda social que manejaba el hospital donde trabajaba, pero ese día quería relajarse, ya que la tensión que sufrió al creer que por su culpa su padre perdería el contrato de su vida la había afectado, pero no contó con que las malcriadas de las amigas de su hermana llegarían para malograrle el día de descanso. Aprovechando que el clima se tornaba más cálido, la médica vistió un bikini azulino que le lucía muy bien y fue a la piscina a nadar un rato, luego tomaría un poco de sol y leería un libro. Su hermana, quien la vio disfrutando sola de ese relajante momento de esparcimiento decidió que debía alegrar su día arruinando el de Kazumi.
Suki y sus amigas caminaron hacia la piscina para tomar unas bebidas mientras se relajaban apreciando la belleza del jardín posterior de la casa de Los Shimizu, pero al ver a Kazumi, a quien le quedaba muy bien ese bikini, mejor que a muchas de ellas, cuyos cuerpos parecían de pequeñas púberes sin desarrollar, decidieron empezar a fastidiar a la médica, a quien su educación y buen corazón le impedía ignorar a las arpías amigas de su hermana menor. Kazumi las saludó con un «buenos días» y una ligera reverencia, ya que ellas eran menores, pero estas, con un ego por encima de los límites de normalidad, creían que la médica las saludaba no por ser educada, sino porque ellas eran superiores, cosa que solo en sus pequeños cerebros podría concebirse, ya que ellas, en su mayoría sin estudios, solo esperaban que llegue el día en que se oficializaran sus matrimonios y así ser alguien en la vida, puesto que no tenían talentos ni ambiciones que las hicieran llamativas ante la comunidad.
Kazumi no entendía por qué, desde niña, recibía maltratos de Suki. Ella sabía que su hermana era de esa clase de personas que necesitan llamar la atención y acapararlo todo para sentirse bien, pero de ahí a ser rencorosa porque ella pudo aparecer en televisión o en los diarios y revistas por las entrevistas que le solicitaban al ser interesante para el público la difusión de sus logros académicos y los descubrimientos médicos que iba alcanzando, no tenía sentido. A la médica ni siquiera le gustaba ni la pasaba bien cuando era entrevistada o tenía que participar en una sesión de fotos para algún medio escrito, pero eso era algo que su hermana nunca sabría, ya que ellas no eran de hablar ni de compartir momentos juntas.
Aunque toda su vida se sintió sola en esa casa, ya que ni sus padres ni su hermana compartían algo de interés con ella, Kazumi no podía abandonar ese lugar en donde creció. Desde que inició la residencia en el Hospital Mayo Clinic -en Jacksonville, Florida, Estados Unidos-, empezó a amasar su propia fortuna, ya que no era de gustos lujosos ni de ostentar ante los demás. No manejaba un deportivo ni vestía prendas de marcas exclusivas, tampoco era de comprarse joyas o accesorios caros, así fue como en su cuenta de ahorros en el banco tenía una suma de seis ceros a la derecha, en dólares americanos, que su familia desconocía. Con todo ese dinero podría comprar su propio espacio e iniciar una vida lejos de ellos, pero Kazumi, por más que viera el rencor en los ojos de Suki, el desprecio en los de su madre y la decepción en los de su padre, no podía sentir lo mismo por ellos. Para ella, ellos eran su familia.
El tiempo pasó entre las vociferaciones de la madre Shimizu y Suki sobre los preparativos de la boda. La ilusión que mostraba su progenitora no la había visto cuando ella era la novia, algo que la entristeció. Su padre cada día lucía menos cansado al haber contratado a dos profesionales para que se hicieran cargo de una parte del trabajo que él realizaba en la importadora. En algún momento se tuvo que ver cara a cara con Naoki, quien la miraba con una sonrisita de burla en el rostro y cada vez que podía besar a Suki lo hacía mirándola a ella. Kazumi sabía que su exnovio nunca entendió que ella no estaba enamorada de él, pero no haría nada para romper con esa idea, ya que, si él se sentía mejor pensando que había alguien sufriendo por su causa, pues que así lo creyera, a ella no le haría daño. O eso pensó.
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Editado: 01.05.2023