Capítulo 17
El tiempo siguió su curso y seis meses transcurrieron con Shiro metido en su rutina, con los domingos familiares que incluían a Kazumi y las noches de sábado solo para ellos. La médica sentía que estaba viviendo en un cuento de hadas al tener a su lado a un hombre maravilloso que la hacía sentir valiosa, valorada, querida, respetada, escuchada y a quien consideraba para toda decisión que tomara, aunque ellos no eran una pareja oficial, ya que todavía no llegaba el día en el cual él se confesara ante ella y le pidiera que sean novios. Sin embargo, Kazumi no vivía en un cuento de hadas, o quizás sí y ese sábado tocaba que se topara con las malas de la historia, con las brujas miserables y envidiosas que no podían verla feliz.
Esa noche Shiro la llevó a un exclusivo restaurante que se ubicaba en la nueva Torre de Tokio. En algún momento la médica le había comentado que le gustaría visitar ese sofisticado lugar y probar la muy buena y recomendada carta. Como la médica había tenido en los últimos dos meses complicados sus horarios por emergencias que se presentaban a última hora y por la escasez de cirujanos recurrían a ella, haciendo que varias veces haya tenido que dejar el spa de los sábados con Yuna a medias, no había confirmado con el restaurante la reservación, pero esa semana Kazumi se había tomado una semana de vacaciones porque en esos días sería el cumpleaños de Shiro.
La médica lucía un hermoso vestido en un degradé de tonos azules, de gasa, vaporoso, sin mangas y sujeto en el cuello, entallado en su esbelta figura. Lo acompañaba con tacones plateados muy altos, ya que Shiro era más de veinte centímetros más alto que ella. Se había recogido el cabello en un sencillo moño que dejaba algunos mechones caer desprolijamente, pero que le daban un toque sensual y natural que le gustaba. Él vestía un traje de tres piezas hecho a su medida, diseñado por la casa de modas italiana Sartori, la que se especializaba en ropa masculina. Cuando el heredero Fukuda fue por la médica, esta no pudo evitar quedar con la boca abierta al ver lo guapo que se veía en ese traje azul que combinaba perfectamente con su vestido.
- ¿Cómo sabías que mi traje sería azul? –le preguntó él bromeando mientras tocaba la punta de la nariz de Kazumi.
- ¿Tú cómo te enteraste que mi vestido sería de tonos azules? –repreguntó ella sonriéndole de esa manera tan especial que él amaba.
- Está bien, digamos que es una hermosa casualidad de que ambos hayamos elegido el azul para nuestros atuendos –ella asintió con un movimiento de cabeza y le pidió un momento para ir por su bolso. Al regresar, Kazumi traía en sus manos una caja finamente decorada.
- Sé que tu cumpleaños recién es en unas horas, pero no quería esperar. ¡Feliz Cumpleaños número veintiocho, Shiro kun! –y la médica le entregó el obsequio que tenía para él.
- Un portarretratos de oro blanco –dijo con una sonrisa en los labios al ver el detalle que le entregó Kazumi.
- Cuando estuve en tu habitación hace unos días noté que la fotografía de tu madre la sigues guardando en el interior del poemario y pensé que sería mejor que la bonita sonrisa de tu mamá esté iluminando tu habitación, por eso compré el portarretratos.
- Gracias, Kazumi chan –y Shiro dejó un beso sobre la mejilla de la médica, uno que se tomó su tiempo en despegar sus labios de la suave piel de la médica.
- Espera, aún no has visto tu otro regalo –dijo algo nerviosa y sonrojada tras recibir un beso tierno de él, y tomó una bolsa pequeña y se la entregó.
- ¡Vaya! No debiste molestarte, Kazumi chan –dijo Shiro encantado al ver el par de gemelos de oro blanco y diamantes a los que se les había tallado una S y una F, las letras de su nombre y apellido en romaji, que es el aproximamiento de la lengua japonesa a la lengua occidental, en donde se usa letras del alfabeto de occidente para graficar los sonidos que forman las palabras en japonés.
- ¿Te gusta? –preguntó con entusiasmo Kazumi.
- Me encanta –dijo Shiro y la atrajo hacia él para darle otro beso.
Aún no eran pareja, pero el contacto físico entre ellos había aumentado y se hacía cada vez más casual, claro que no habían vuelto a unir sus labios desde aquella vez en que Kazumi inició el beso para sacar a Shiro de ese estado de furia en el que cayó al enterarse de la verdad de su origen y que su madre hubiera podido sobrevivir al cáncer si otras hubieran sido las decisiones que se tomaron.
Al llegar al restaurante la anfitriona, que había sido especialmente instruida para reconocer al heredero Fukuda ni bien lo vea pasar el umbral de la puerta del restaurante, se acercó a ellos, los saludó con una reverencia y les pidió que la siguieran para mostrarles su mesa. Durante la cena estuvieron disfrutando el momento con una amena charla que siempre entre ellos se daba de manera casual y fluida, ya que ambos tenían cientos de miles de temas de los que podían hablar, por lo que ambos lucían como una pareja feliz.
Desde otra mesa alguien había notado la presencia de la médica y empezado a observar fijamente el desenvolvimiento de ella y de su acompañante. Suki Yamazaki, la hermana menor de Kazumi, ahora con apellido de mujer casada, era quien no perdía de vista la interacción de la médica con el apuesto y alto hombre que la acompañaba. Como de repente dejó de participar en la conversación y el semblante le cambió a uno que demostraba enojo, llamó la atención de sus acompañantes. Suki estaba junto a un pequeño grupo de amigas celebrando el cumpleaños de una de ellas, algo que solían hacer desde sus años en la escuela. Cuando una reconoció a Kazumi empezaron a preguntarse qué hacía ahí y quién la acompañaba.
- ¡No puede ser! Tu hermana está cenando con Shiro Fukuda –dijo una de las amigas de Suki.
- ¿Te refieres a Los Fukuda de Osaka? ¿A la familia multimillonaria cuyo patriarca es Masaki Fukuda, el rey Midas? –preguntó otra que había escuchado alguna vez a su padre alabar las cualidades del abuelo de Shiro.
- Esa misma. Pero qué suerte tienen las feas –soltó la amiga de Suki que reconoció a Shiro, alguien que no se caracterizaba por ser bella al natural, solo después de poner varias capas de maquillaje sobre su rostro.
- No sabía que Los Fukuda tuvieran nietos que vivieran con ellos –comentó una tercera amiga.
- Este nieto recién ha llegado del extranjero. Resulta que es el hijo del difunto Aki Fukuda, el cual nació antes de que se casara. Resulta que la madre se fue a vivir al extranjero sin saber que estaba embarazada, y estando en Europa tuvo sola a su bebé sin interesarse en volver tras saber que el padre de su hijo se había casado con otra mujer. Tras la muerte del padre, Masaki san se enteró de la existencia de su nieto y lo fue a buscar. Como el joven estaba solo porque su madre murió, aceptó formar parte de la Familia Fukuda y ser el heredero.
- ¿Aceptó por soledad o por interés? –preguntó maliciosamente Suki-. Sería un tonto si rechazaba la oportunidad de ser el único dueño de tremenda fortuna.
- Eso es lo mismo que piensa mi padre –dijo una cuarta amiga-. No hay empresa que no quisiera hacer negocios con Los Fukuda, y de seguro por eso tu hermana está cenando con el nieto de esa familia, de seguro están hablando de negocios.
- No seas ingenua, Kazumi es médica, no empresaria. Sería terrible que ella tenga una cita con Shiro, a mí me gusta mucho y pensé poder ganarme su corazón ahora que mi padre me ha llevado a participar de los acuerdos de negocios que ambas partes están evaluando sobre una posible relación comercial entre mi familia y Los Fukuda, dijo la amiga que reconoció a Shiro. En eso las cinco mujeres reunidas en esa mesa vieron a Shiro dejar su asiento y caminar hacia el tocador para caballeros.
- Síganme, cuidando las apariencias –dijo Suki a sus amigas y dejó su silla para ir hacia la mesa donde su hermana mayor aguardaba a Shiro-. Pero qué pequeño es el mundo que por desgracia nos tenemos que encontrar en el mismo restaurante –soltó Suki dirigiéndose a Kazumi, quien recién se percató de ella al tenerla enfrente.
- ¿Suki? –pronunció con tristeza y duda el nombre de su hermana menor la médica.
- No sé por qué te sorprendes de encontrarme aquí, si este es mi ambiente. Lo raro es que tú estés en tan fino y bello restaurante –dijo la esposa de Naoki Yamazaki buscando herir a su hermana mayor.
- Solo no esperaba encontrarme contigo hoy y mucho menos aquí –soltó Kazumi tratando de que no se le note la tristeza al recordar la última vez que vio a su hermana menor.
- ¿Y qué haces con el hermoso Shiro Fukuda, fea Kazumi? –preguntó una de las amigas de Suki.
- De seguro es una reunión para pedir a Los Fukuda una donación para alguna actividad social que el hospital donde trabaja quiere realizar –respondió otra de las amigas de la nueva Yamazaki san.
- No, te equivocas, Shiro y yo somos amigos desde que éramos unos adolescentes y estamos aquí celebrando su cumpleaños que es mañana –dijo Kazumi sin querer sonar especial.
- ¡Mentirosa! Es imposible que lo conozcas desde que era un adolescente, él no creció en Japón, lo hizo en Europa. Todo lo que eres capaz de hacer con tal de llamar la atención –dijo la amiga de Suki a quien le gustaba Shiro. Kazumi recordó la historia que se había creado para despistar la verdad sobre el nacimiento de su amado amigo, por lo que en ese momento lamentó haberlo olvidado.
- Siempre buscando cómo llamar la atención, Kazumi. El que nos hayamos dejado de ver seguido ha hecho que no tengas a quien te recuerde lo poca cosa que eres, que no tienes nada especial que llame la atención de los demás. Mírate, ¿acaso crees que, con ese maquillaje, peinado y vestido luces hermosa? –la mentirosa era Suki y sus amigas, quienes no soportaban ver que Kazumi tenía una belleza natural que con ese maquillaje y peinado resaltaba aún más-. E imagino que el heredero Fukuda tendrá problemas de vista, si es que está aquí contigo por un tema romántico –todas rieron sin elevar mucho la voz.
- Solo te digo que no te llenes de esperanzas, Kazumi. Yo estoy a diario muy cerca de Shiro al estar trabajando con él el acuerdo que marcará la sociedad entre mi familia y la suya. Hasta te diré que no te sorprenda si uno de estos días te enteras que mi padre y su abuelo han pactado nuestro matrimonio –dijo la amiga de Suki interesada en Shiro y las otras cuatro la alentaron a que así será-. Si ha puesto sus ojos en ti, es solo para divertirse un rato porque un hombre como él no necesita una poca cosa como tú.
- ¡Repite lo que acabas de decir! –una potente voz varonil se escuchó detrás de las cinco mujeres que estaban atacando a Kazumi. Estas giraron para ver de quién se trataba y se encontraron con los ojos dorados llenos de ira al saber que estaban ofendiendo a su amada médica-. ¡¿Acaso eres sorda?! ¡Te he dicho que repitas lo que acaba de decir! –la amiga de Suki estaba un poco nerviosa porque todo lo que dijo eran mentiras-. Te reconozco, eres hija de Yamaguchi san, ¿acaso eres tan escaza de mente que has confundido mi amabilidad y buena educación con un supuesto interés de mi parte por ti? ¡Pero qué mujer para más ilusa! –la burla en la voz de Shiro hizo que la amiga de Suki empezara a derramar lágrimas.
- No es necesario que la trates mal –dijo otra de las amigas de la hermana menor de la médica.
- ¿Y ustedes sí pueden tratar mal a mi querida Kazumi? –el adjetivo con que la nombró a la médica sorprendió a esas cinco mujeres-. Escuchen bien. A ninguna de ustedes les voy a permitir que se atrevan a tan si quiera poner mala cara a Kazumi chan. Y a ti, con cuyo padre estamos a punto de cerrar un trato que más le urge a tu familia que a la mía, te diré que, si no te disculpas en este momento, haré que lo avanzado se paralice y que desistamos de la sociedad –las palabras de Shiro hicieron que la amiga de Suki empezara a llorar de verdad porque sus lágrimas anteriores eran completamente fingidas.
- No es necesario que lleguemos a esos extremos –dijo Suki sonriéndole a Shiro-. Nosotras no estábamos haciendo nada malo, ¿verdad, hermanita? –Shiro miró a Suki con mucho rencor al recordar el mal momento que le hizo pasar el día de la boda entre esta y el hijo de los Yamazaki.
- ¿A sí que tú eres la famosa hermana menor Shimizu? –el tono burlón de Shiro se acentuó con el barrido de mirada que le dio a Suki de pies a cabeza-. La que se cree bonita, ¿no? –el sarcasmo en las palabras de Shiro tomó por sorpresas a esas cinco mujeres y dejó con la boca abierta a Suki-. Que sea la última vez que te acercas a tu hermana buscando herirla. Kazumi chan no está sola, y sabes muy bien que solo necesito unos cuantos movimientos comerciales para llevar a la quiebra a la empresa de su padre y la de tu marido, así que más te vale que cuando veas a mi querida Kazumi te alejes corriendo para que tu venenosa lengua no te gane y se te ocurra maltratarla una vez más. Ahora, tú –dijo mirando a la amiga de Suki que confesó que Shiro le gustaba-, estoy esperando escuchar que le pides perdón a Kazumi chan –a la joven no le quedó de otra que dar dos pasos hacia adelante e inclinarse haciendo una reverencia de 90° para Kazumi.
- ¡Lo siento mucho, perdóname, Kazumi! –dijo la joven llorando, muy nerviosa y sintiéndose avergonzada.
- Para ti es Dra. Kazumi Shimizu, no pretendas poner a esta inteligente, talentosa y bella mujer a tu nivel, ella te supera por mucho –la dureza en las palabras de Shiro herían el orgullo de las cinco mujeres que quisieron fastidiar una vez más a la médica. Kazumi miraba sorprendida a Shiro, ya que nunca pensó que podría dejar de ser cálido y dulce como siempre era con tal de defenderla.
- ¡Lo siento mucho, Dra. Kazumi Shimizu! ¡Por favor, perdóneme!
- Está bien, acepto tus disculpas –dijo Kazumi dejando su asiento y aferrándose a la mano de Shiro, detalle que Suki y sus otras tres amigas notaron, quedando más sorprendidas aún.