La noticia se puso más interesante aún. La película era para hoy. Así que, me fui a mi casa a ducharme y a ponerme un elegante traje acompañado de un oloroso perfume que había regalado mi padre el día de mi cumpleaños.
La alegría que tenía me sobresaltaba. Mi madre se dio cuenta y me preguntó ya estando listo para irme:
— Primera vez en mucho tiempo que te veo de esta forma ¿Para dónde vas?
Dando una vuelta de 360° grados respondí:
— ¡Mami! Necesitaré que me preste algo de efectivo. Me acaban de invitar al cine y no tengo suficiente plata.
Mi madre me miró con aprecio, le gustaba verme así, no suelo estar de esta manera y cuando lo estoy hay que aprovecharme.
Ella procedió darme algún dinerito para gastarlo por ahí. Pero como era de esperarlo, ella tiró su segunda pregunta:
— ¿Con quién vas a salir? ¿Acaso conociste a alguien por ahí?
— No, mami linda. La que me invitó fue Flor.
— Y ¿Ella no tiene a su madre en cama?
— Se presentaron las circunstancias y se dio esto. Descuide, luego le informo.
Mi madre no se comía este cuento. Inclinó un poco la cabeza y retorció los labios, luego agregó poniendo una sonrisa:
— Cuidado con lo que hacen por ahí.
Mirándola fijamente le recordé:
— Mami, recuerde que somos muy buenos amigos.
Ella mientras se entraba a la habitación dijo:
— Solo un ciego no ve cómo miras a esa muchacha. Que te vaya bien y no lleguen muy tarde.
— Adiós mami linda. Gracias por todo.
Dije estas palabras saliendo de la casa.
En seguida me dirigí a la casa de Flor. Ella ya estaba lista.
— ¡Wao! Es como si la belleza se vistiera de la belleza suprema.
Fue lo que me salió al verla.
— ¿Nos vamos? Ya estamos tarde.
Dijo ella, mientras que yo aún seguía en el mundo de las maravillas.
— ¡Sí! Madame.
Respondí un poco apresurado.
Me colocaba en su espalda haciéndole entender que ella debía salir primero. Su esbelta opacaba los harapos que llevaba puesto.
Hoy me había vuelto francés. "Son élégance transcendée"; su elegancia trascendía, no sólo a este mundo, sino a todos lo habidos y por haber.
En definitiva, nos fuimos, medimos un Uber y nos dirigimos al cine "Original".
Llegamos justo a tiempo para la presentación de la película. Antes de entrar compramos una súper bolsa de palomitas y dos refrescos. Ella quería compartir las palomitas, sentirse que estaba en sincronía conmigo mientras veíamos la película, por eso decidió una sola bolsa de palomitas.
Entramos a la sala, nos sentamos en la parte del fondo y ya ella llevaba la cuarta parte de la palomita consumida. La miré con una sonrisa burlona. Ella al darse cuenta me dice:
— Es la ansiedad, perdón.
— Descuida, no hay nada que disculpar.
Le contesté mientras nos sentábamos.
La película dio inicio con una casa muy bonita, en la sima de una colina.
Tiempo después, llega la escena tan esperada por los espectadores. La escena del romance. Creí que sería incómodo para Flor, por todos sus malos momentos en el amor. Sin embargo, ella estaba viviendo al igual que todos, ese momento.
Al ser una sola bolsa de palomitas, nuestras manos se encontraron justamente mientras rodaba la escena. Obviamente nuestras manos se llegaron a topar otras veces, pero solo nos reíamos.
Pero ahora, nos arropó un suspenso. Ambos mirábamos fijamente como estatuas la gran pantalla. Quería sacar la mano y a la vez no quería. Ella no hacía el intento de sacarla, al contrario, buscaba encontrar la cómoda posición de su mano con la mía.
Movía los dedos para tratar de hacerle creer que buscaba palomitas. Ella por su parte hacía lo mismo, pero no buscando palomitas, sino buscando hacer contacto con mis manos callosas de tanto escribir.
Fue un momento agradable. Ella seguía mirando su película, mientras que yo me perdida en los arados mentales. Mi mente construyó algunos cinco formas diferentes de cómo agarrarla y besarla. Lo difícil de ser idealista es que pensarlo no cuenta, sino el hacerlo, el hacerlo se nos hace imposible. Quisiera ser pragmático en este instante y dominar su mundo con la práctica. Un sueño es más aterrador que una idea que quiere salir y no se sabe transmitir.
La escena había culminado. Ella sacó su mano con un grupete palomitas como si no hubiera pasado nada. Yo saqué la mía con una sola palomita y me la comía mientras me reía de todo esto.
Me miró y me dijo:
— Si no comes rápido, te quedarás sin palomitas. Después no te quejes.
Pensé que me iba a decir otra cosa. Sin embargo, mira con que sale. Para seguir su juego, metí nuevamente la mano en la bolsa y saqué un grupete más grande que el que ella sacó. Entonces dijo: