El amor de la bestia

Capítulo 23

Despierto sintiendo lágrimas salir de mis ojos y el profundo dolor aún sigue haciendo mella en mi corazón. Me limpio los ojos mientras recuerdo el sueño con claridad. Me quito las sábanas y me levanto, la cabeza aún me duele, los rayos del sol que se cuelan por mi balcón hacen que me ardan los ojos, necesito un baño, quizá eso me ayude a sentirme mejor.

Con dificultad llego hasta la puerta del baño, al abrirla casi me caigo del susto al encontrarme con la imagen del cuerpo desnudo de Mondrag.

Trago saliva y me giro rápido tratando de huir, pero en mi afán lo que logro es cerrar la puerta, me sostengo de la pared dándole la espalda.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin voltear a verlo, pero ya es tarde, en mi mente se ha quedado grabado su musculoso cuerpo, sin mencionar el hecho que he visto hasta su parte privada.

—Lo siento, Eire —responde. Por el rabillo del ojo lo veo cubrir su desnudes con una toalla. No, no estoy espiando, es solo que mis ojitos me han vuelto a traicionar—. He estado cuidando de ti y al ver que aún no despertabas, pensé que sería buena idea tomar una ducha rápida, pero por favor mantén la calma, no le hace bien a tu cuerpo si te alteras. 

—No te preocupes, estoy bien, solo me sorprendí —digo evitando verlo ya que si lo hago seguramente descubrirá el rojo en mis mejillas. 

«Demasiado tarde para que me pidas que no me altere con tan espectacular vista, has condenado mi mente llevándola a imaginar cosas que no son dignas de una princesa». Es lo que me hubiera gustado responder, pero no me atrevo.

—Te llevaré de regreso a tu cama y le pediré a una doncella que venga a ayudarte, todavía te ves débil —dice al tiempo que se acerca a mí, sin previo aviso me toma entre sus brazos y me alza. Tenerlo así de cerca hace que mi corazón casi se salga de mi pecho.

Su piel aún recién mojada se siente tibia. Unas gotas de agua cristalina se deslizan desde las puntas de sus cabellos, recorriendo su rostro hasta llegar a sus carnosos y suaves labios, trago saliva al sentir el deseo de probarlos. 

—Eire, no me veas así. —Su voz suena demasiado ronca—. De lo contrario no podré comportarme como un caballero.

Sus palabras me hacen darme cuenta de mi comportamiento y de lo obvia que estoy siendo. Él se ha dado cuenta del deseo que ha despertado en mí.

—Bájame, no estoy inválida, puedo caminar y no necesito ayuda de nadie —exclamo molesta.

Su mirada pasa de la incertidumbre al asombro, luego deja salir un pequeño suspiro de derrota mientras me deja sobre mis pies. 

 

—Estuviste tres días dormida —habla con una aparente calma—, tu cuerpo está débil, te guste o no mandaré a alguien para que te ayude, y... Siento no poder comprenderte Eire. —Lo último lo dice en un susurro, luego cierra la puerta dejándome sola.

«Es un idiota, no pudo solo fingir que yo no lo veía, a no, él me puso en evidencia y yo soy una tonta por no saber disimular», me reprendo a mí misma. Resignada, me quito la ropa y me meto a la tina, es verdad me siento débil, pero puedo manejarlo; o eso creo. 

El recuerdo de lo que soñé vuelve a mí, todas esas emociones se sintieron tan reales que solo cuando vi a Mondrag las había olvidado, él tiene ese efecto en mí, me hace olvidar todo y sentir que solo existimos nosotros dos. Sonrío negando. Ahora debo concentrarme en lo que ella me dijo y me mostró, lo primero que haré es hablar con Breymont, él debe aclarar muchas cosas. Es difícil para mí lidiar con todos estos sentimientos y más ahora que sé el porqué dos futuros reyes no pueden enamorarse y mucho menos unir sus vidas en matrimonio.

Ahora empieza a tener sentido lo que había escuchado decir a Beriatric; no importa lo profundo de mis sentimientos hacia Mondrag, estoy condenada al igual que lo estuvieron ellas. Aunque yo no soy descendiente de la luna; o eso es lo que creo. Soy la princesa de Eirlea, mi deber es gobernar, por eso debo renunciar al amor que estoy sintiendo. Una lágrima se desliza por mi mejilla, ya no necesito del diario de mi madre para saber lo que es el verdadero amor, he podido sentir lo que Tirsha sintió por su amado, y puedo jurar que lo que yo siento es mucho mayor por Mondrag, pero ese amor también está prohibido.

No sé cómo es que ahora lo sé, pero desde que desperté las leyes se repiten como una grabación en mi mente, tanto que queman mi ser al recordarlas: 

«Los reinos deben mantener lazos de amistad para que haya armonía y puedan mantener su existencia, recordando que al perder parte de su magia los inmortales dependen de las llamas de los otros reinos».

«Nunca dos herederos a un trono de diferente reino podrán unir su vida en matrimonio, pues su amor sería un impedimento para cumplir con su destino. Nacidos con un propósito: cuidar de la llama de su reino y traer prosperidad a sus pueblos. Los inmortales dependen de sus reyes y de la magia concedida, por lo que cada heredero será muy poderoso, teniendo en cuenta del enorme poder que se les concedió no permitiremos que hayan alianzas para aumentarlo; si eso sucede el balance se rompe y el que juró destruir podrá regresar».

«Ningún inmortal es capaz de controlar más de una llama, un poder de esa magnitud puede llevarlos a la destrucción, si eso sucede los dioses nos veremos obligados a intervenir, no podemos permitir que vuelva a existir un ser inferior a nosotros portando el poder de un dios».



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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