El amor de la bestia

Capítulo 24

Han pasado más de dos meses desde el suceso que casi me cuesta la vida, por esa razón mis entrenamientos físicos no estaban avanzando y hasta me han prohibido entrenar con Breymont; ni hablar de intentarlo por mi propia cuenta. Estoy segura que tienen miedo a que de nuevo pierda el control, pero una cosa es lo que ellos ordenan y otra muy distinta lo que yo hago. 

Aunque en la última semana mi entrenador se ha tomado la molestia de retomar las clases, pero se está comportando más estricto conmigo. Mondrag se ha estado presentando a mi puerta a las cinco de la mañana… Eso es un delito, debería de haber una prohibición para tal abuso. Lo interesante es que eso fue después de la discusión que tuvimos, sí, exactamente desde el día en que llegué corriendo cerca de las ocho, en esa ocasión perdí el horario por haber estado despierta hasta altas horas de la madrugada riendo de las ocurrencias de mi gemelo favorito: Emanoc. 

Mondrag se enfadó mucho y me dijo que era una irresponsable e irrespetuosa, que él no tenía tiempo de sobra para estar desperdiciando con una chiquilla a la que no le importaba nada más que sí misma. 

Yo traté de excusarme, pero él simplemente me cayó diciendo que no le importaba lo que tenía que decir y como yo no voy a estar rogando a nadie lo dejé así. Que piense lo que le dé la gana. 

Ahora estoy de nuevo frente a él  sintiendo como si tuviera mariposas en mi estómago y les prometo que no es por el hambre.

—Ten —dice al tiempo que me ofrece un recipiente de barro con algo dentro—. Desde ahora esto será parte de tu desayuno, veo que como siempre no te alimentas bien y te desvelas demasiado —asegura estrechando sus ojos en mi dirección.

—Estoy bien, gracias —respondo declinando su ofrecimiento.

—Tómalo o yo mismo te lo daré a beber en la boca —amenaza mientras que sus ojos taladran mi alma.

Resoplo molesta al tiempo que tomo el recipiente, lo destapo y enseguida siento que mi estómago se revuelve. El color es verde y la consistencia es espesa.

—No tengo hambre, acabo de desayunar y no me cabe absolutamente nada más —miento.

Él se cruza de brazos sin dejar de observarme. 

—Eire, no está a discusión, así que bébelo sin protestar.

La forma en que lo dice hace que me ponga nervioso, realmente es un ser demasiado intimidante y sobre todo un mandón.

Me empino el recipiente y casi lo devuelvo al instante, sabe a hierbas y yo no soy gusano para que esto me guste, pero al final me lo termino bebiendo todo.

—¡Satisfecho!, ¡ni una gota, vez! —digo mostrando el recipiente vacío y poniendo cara de asco. 

—Pronto le tomarás el gusto —responde con indiferencia.

—No lo creo, hablaré con mi padre, soy una persona en crecimiento y necesito mi desayuno; uno que incluya postres dulces —replico cruzándome de brazos.

—Ya hablé con él y sabe que tu dieta la decidiré yo —asegura triunfante.

—¿Qué?¿Estás loco? Yo no tengo porque hacerte caso —respondo enfadada.

—Oh, princesa mía, puede que sea un loco, pero uno al que te guste o no, debes obedecer —responde sonriendo con amplitud.

Trago saliva, Mondrag es el único ser que me hace sentir tantas emociones al mismo tiempo, ahora mismo lo estoy odiando. En primer lugar porque estuvo mucho tiempo evitandome, y ahora se presenta ante mí a darme órdenes y a fingir como si no hubiera sucedido nada. Siento que nunca podré entenderlo; en un momento actúa como si yo le importo y al segundo es otra persona. 

Para mi desgracia yo cada día estoy más y más perdida por esos ojos azules, esa sonrisa encantadora y ese cuerpo perfecto…. En los días pasados estuve actuando como tonta cubriéndome con el abrigo que me regaló, imaginando que era él, y ahora que lo tengo de frente, su actuar solo me confirma que le gusta hacerme rabiar y que no me toma en serio, yo solo soy una niña caprichosa ante sus ojos. 

Suspiro con nostalgia, quizá deba intentar olvidar este sentimiento.

—Como hubiera deseado traer mis chocolates —susurro sin darme cuenta. Adoro el chocolate negro y siempre me ayuda a calmar mis nervios y a pasar con mejor cara mis penas. 

—¿Chocolates? —pregunta con intriga.

Lo miro fijamente y me aclaro la voz.

—Sí, es algo delicioso, pero que vas a saber tú, a leguas se nota que eres de esos que piensa que la comida es solamente combustible y no algo que se disfruta.

—Se muy bien que es disfrutar y te aseguro que no solo en la comida hay placer —responde guiñandome un ojo.

—¡Eres un bruto! —le grito enojada.

—La niña necesita su chocolate para el mal humor —dice divertido.

—¡Eres una bestia sin sentimientos! 

—Gracias, es lo que soy, princesa —responde mirándome fijamente.

Sin poderlo evitar miro sus alas, esas que se mantienen pegadas a su espalda. Esquivo su mirada. Por primera vez me he quedado sin poder decir nada más que no sea algo que me comprometa. Así que me limito a seguir en lo mío y a aplicar la ley del hielo...

El día transcurre como siempre, él haciéndome hacer los ejercicios más matadores y haciendo que cada vez rebase mis límites, pero gracias a eso siento que ahora estoy en muy buena condición física.



#45 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.