El amor de la bestia

Capítulo 28

La luz del día se cuela por el balcón besando mis mejillas y calentando mi ser. Me quedo por un instante en la misma posición, me siento un poco aturdida, luego intento levantarme, pero mis piernas están entumecidas,  alejo las suaves sábanas de seda y vuelvo a hacer el esfuerzo de sentarme, siento un leve dolor en mi cuerpo, me acomodo en la orilla de mi cama mientras me llevo las manos a mi cabeza. Los recuerdos de lo sucedido invaden mi mente. De forma instintiva coloco mi mano sobre mi abdomen. Él me había curado. Examino mi brazo y  no encuentro ninguna señal de daño. Estoy empezando a pensar que todo fue una pesadilla.

Veo la pijama que llevo puesta sin recordar y en qué momento me la he puesto. Me pongo de pie y camino hasta llegar al espejo, mi rostro está pálido y las oscuras ojeras bajo mis ojos me dan un aspecto deprimente, suspiro con resignación, cada día voy de mal en peor y todo por mi falta de madurez. Me quito la ropa para apreciar mi silueta, la pálida línea que atraviesa mi abdomen me confirma que lo vivido no ha sido una pesadilla. Con la yema de los dedos recorro todo el borde de mi cicatriz; un recordatorio eterno de que el más mínimo error me puede costar la vida.

«¿Cuánto tiempo ha pasado desde lo sucedido?», me cuestiono mientras sigo acariciando la fina línea en mi vientre.

La puerta se abre de golpe haciéndome dar un brinco por la impresión.

—¡Eire! ¿Qué haces levantada? —cuestiona Mondrag con su voz ronca mientras su mirada recorre mi cuerpo.

—¿No te enseñaron a tocar la puerta? —indago mientras intento cubrir mi desnudez con mis brazos.

No me responde, solo me muestra su arrebatadora sonrisa; esa que hace que me derrita. Luego se apresura a tomar el abrigo que está colgado cerca de la puerta y a pasos ligeros se acerca a mí sin despegar su mirada de mis ojos, me coloca la prenda y sin previo aviso me atrae hacia él y me envuelve entre sus fuertes brazos.

—Me alegra que estés bien, princesa mía —susurra.

Eso me ha tomado por sorpresa, sus repentinas muestras de afecto siempre me desconciertan. Al parecer se ha dado cuenta porque rápidamente me suelta y se aleja.

»Debes tener hambre. Iré a ordenar  que te traigan algo para que te alimentes —dice al tiempo que se da media vuelta para salir de la habitación.

—¡Mondrag! —exclamo haciendo que se detenga—, yo también te extraño cuando no estás —confieso con voz quebrantada.

Él se gira hacia mí.

—Eire, mi princesa yo…

—También quería agradecer todo lo que haces por mí —lo interrumpo teniendo miedo al rechazo—, se que últimamente he sido un dolor de cabeza.

Niega mientras acorta nuestra distancia.

—Nunca más vuelvas a decir eso, eres lo más importante de este y todos los mundos para mí. ¿Aún no te has dado cuenta, Eire? Yo por ti daría hasta mi propia vida —confiesa mientras alza su mano para tocar mi rostro, pero en el mismo segundo se arrepiente. 

En su mirada se refleja la impotencia. No hay duda, él al igual que yo está luchando en contra de lo que sentimos.

—Me gusta mucho este abrigo —digo de repente para desviar la tensión que hay entre los dos.

Él me sonríe con dulzura.

 —Es un abrigo muy afortunado ya que tiene el privilegio de cubrir tu cuerpo y darte calor. —Sus ojos se vuelven carmesí—. Confieso que me gustaría estar en su lugar aunque sea por un momento.

Estoy segura que mi piel pálida no ha ayudado a disimular mis mejillas rojas. Esquivo su mirada sintiendo mis nervios a flor de piel. 

—Creo que es mejor que retomes tu camino y órdenes que me suban algo para comer —digo sin atreverme aún a mirarlo.

Cuando por fin escucho la puerta cerrarse levanto la mirada y me reprendo por la forma tan tonta que he actuado, tampoco me dió tiempo preguntar por quién me importa ahora mismo, debo saber el estado de salud de Ónix.

Me voy rápidamente a buscar un cambio de ropa. Mi valiente guardián quedó gravemente herido. La sensación de angustia me invade, si algo le sucede yo no me lo voy a perdonar nunca. Salgo de la habitación apresurada.

—¿Eire, a dónde vas? —pregunta Shani preocupada al momento en que me cruzo por su camino.

—Voy a buscar a Ónix —exclamo angustiada.

De pronto me doy cuenta que mi amiga me está observando algo sorprendida y no se aparta de mi camino.

»¡Shani! —exclamo—, necesito que me des espacio, debo ir a ver a Ónix.

—Es sorprendente que siendo mitad mortal, dado que tu madre no pertenecía al mundo de los inmortales, te hayas curado tan pronto, si no hubiera visto con mis propios ojos las heridas y lo mal que estabas, no lo creería —dice sin hacer caso a mi demanda.

—No entiendo porque lo dices —respondo extrañada ante su comportamiento.

—Por el simple hecho que solo te llevó un día la recuperación y he visto a muchos Arontanianus que aún siendo inmortales y han cosechado su magia por milenios les lleva muchísimo más tiempo y cuando logran salir de la inconsciencia les toma días recuperarse por completo y tú pareces que no estuviste al borde de la muerte.

—¿Solo un día? —pregunto ignorando todo lo demás ya que tengo mi propia conclusión a que se debe mi pronta recuperación.



#45 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.