El amor de la bestia

Capítulo 30

La mirada acusatoria de Breymont me hace sentir incómoda, me ve de una forma en la que me hace pensar que él sabe lo que estuvo a punto de suceder entre Mondrag y yo. 

Sus ojos color ámbar tienen un fuerte brillo que parece como si se están fundiendo en lava ardiente mezclados con esa mueca de dolor que refleja su rostro.

Aparto rápidamente la mirada de él, me siento incómoda y de cierta forma culpable, pero siendo sincera conmigo misma yo nunca le he dado esperanzas, sin embargo él parece como si me está juzgando por un crimen que no cometí.

Dirijo mi atención a mi padre, él se encuentra absorto en sus pensamientos y mirando por la ventana hacia la noche interminable.

Hace un par de minutos atrás él y Breymont llegaron a interrumpir lo que estuvo a punto de suceder entre Mondrag y yo. Ahora que mi mente está despejada me siento agradecida por eso, no puedo creer que por un momento perdí el juicio y estuve a punto de entregarme por primera vez a un hombre; eso no habla bien de los principios con los cuales mis abuelos me educaron, pero no es esa la razón por la que estamos los tres en el salón de reuniones.

Al parecer Breymont escogió el mejor momento para prevenir a mi padre del inminente peligro que corre no solo nuestro reino sino todo Arontanium.

—¿Confías en él? —pregunta Mondrag dirigiéndose a mi padre.

—Ya nos ha demostrado que lo podemos hacer —responde mi padre girándose hacia nosotros—. Todos merecemos una segunda oportunidad, no podemos condenarlo por las acciones de su madre. 

—Pero no olvidemos que en su momento también ha formado parte de esas acciones —advierte Mondrag—. ¿Quién nos asegura que no fue él, el que ayudó a los Delgars a entrar a nuestro reino, valiéndose del juramento que Eire y él hicieron?

Mi padre me observa con esa mirada llena de comprensión y amor, no hay ni una pizca de desaprobación para mí.

—Ella puede cometer errores de los cuales en el mismo instante se arrepiente, pero te aseguro que el pacto que hicimos no forma parte de esa lista —responde Breymont dirigiéndose a Mondrag. 

—Te aprovechaste de su ingenuidad y le hiciste creer que así lograría controlar sus poderes, la pusiste en riesgo, no solo a ella, también al reino y gracias a tu actuar la magia que dormía en ella despertó prematuramente —acusa Mondrag.

—¿¡Yo aprovecharme!? Qué equivocado estás bestia rabiosa, el que se aprovecha de ella eres tú —reprocha Breymont.

Esta conversación se está saliendo de contexto y mi padre no hace nada para hacerlos callar. Debo hacer algo o estos dos van empezar la guerra antes de tiempo.

—¡Basta los dos! —exclamo al tiempo que me pongo de pie—, las decisiones que yo he tomado han sido bajo mi propio criterio y como princesa de Eirlea asumo mi responsabilidad, no soy una niña como para no saber diferenciar lo bueno de lo malo. Además no sé cuál es el problema si ustedes mismos dejaron pasar a Breymont el día que los Delgars me lastimaron. 

—Es verdad que él ayudó en tu curación —interviene mi padre—, pero lo permití porque sabía de tu juramento y tu cuerpo lo necesitaba. —Lo miro de soslayo temiendo que sus palabras fueran de reproche.

—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunto nerviosa.

—¡Lo sabemos! —interrumpe Mondrag haciéndome saber que él también está al tanto de todo lo que hago; como es de esperar.

Suspiro exasperada. 

—¿Desde cuándo lo saben? —corrijo.

—Desde el día que perdiste el control en la fogata —responde mi padre.

—Yo lo supe desde el mismo instante en que hiciste el juramento —revela Mondrag.

Arrugo mi frente dubitativa pensando en si he entendido bien y luego recuerdo ese día cuando él mostró su verdadera naturaleza y me había dicho que algo estaba diferente en mí, en esa ocasión no le di importancia y creí que estaba entendiendo mal y ahora que lo ha vuelto a mencionar me doy cuenta que Mondrag lo supo en ese instante.

—Me gustaría saber cómo es posible que tú percibes esos cambios en mi magia —cuestiono un poco enfadada—. ¿O es que me espías? 

—A mí también me gustaría escuchar tu respuesta —reta Breymont con una chispa de triunfo.

Mondrag cierra con fuerza los puños y sus ojos azules se tornan rojos al momento de responderle a Breymont.

—Mira, perro faldero, no vengas a pretender provocarme, te recuerdo que cuando tú estabas en pañales yo ya era un temible guerrero y no querrás ser testigo de mi furia —amenaza Mondrag.

—Pero a mí sí me debes una explicación. Y no, no me importa cuán poderoso seas, no te temo —digo enfrentándolo. 

La atención de Mondrag recae en mí, sus ojos de fuego me ven con intensidad, pero luego su mirada se suaviza mostrándome esa perfecta sonrisa, pero antes que él pueda hablar escucho la voz de mi padre. 

—Es momento de que los tres se calmen —reprende con autoridad—, Eire, hija mía. Mondrag es mucho más viejo y por ende sabio y aprendemos a sentir la energía de los seres mágicos y al hacer el juramento de sangre con Breymont tu magia sufrió un pequeño cambio el cual fácilmente se puede percibir —explica mi padre.

Mondrag parece un tanto relajado y Breymont opta por mostrar indiferencia, pero yo también he aprendido a conocerlos y sé que los dos están actuando así solo porque les convienen, no por estar de acuerdo con la explicación de mi padre. Al ver la forma de actuar de los tres me doy cuenta que hay algo que me siguen ocultando y por lo visto no se atreven a revelar y eso me molesta, pero no me quedaré de brazos cruzados hasta averiguarlo, ya sé cuál es mi descendencia y al parecer ellos no están del todo seguros, sin embargo, hay secretos por descubrir.



#45 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.