El amor de la bestia

Capítulo 33

El sonido de las olas del mar son un calmante para mi agitado corazón, la luz de la luna madre hace parecer la noche día. Miro mis manos, mismas que están adornadas con listones plateados los cuales suben serpenteando por mi brazo hasta perderse en mi cuello. Sé que es mi luna la que viste mi cuerpo con su baño de plata.

El viento salado acaricia mi rostro mientras sigo caminando descalza sobre la arena blanca, los pequeños granos de arena se introducen dentro de mis dedos provocando un pequeño, pero placentero cosquilleo bajo la planta de mis pies.

Sé que estoy cerca de lo que vine a buscar, pero aún no sé realmente qué o quién es al que mi corazón añora. A lo lejos veo la silueta de un guerrero que está de espaldas con sus alas extendidas, luce poderoso y su esencia es la que me llama. Apresuro mis pasos sintiendo la necesidad de alcanzarlo, pero de pronto me siento sin fuerzas, con cada paso que doy para acercarme, él parece estar aún más lejos. De pronto me invade el miedo, temo perderlo, empiezo a correr, pero muchas veces caigo sobre la arena y cada vez levantarme es más difícil. Intento gritar su nombre, pero mi voz se ha apagado. 

Veo al guerrero darse media vuelta mientras en sus labios se dibuja una genuina sonrisa. El viento sopla en mi dirección y su inconfundible aroma me hace saber quién es, pero entonces me fijo en su rostro y me doy cuenta que trae una máscara la cual no me permite verlo. Mi corazón empieza a palpitar con fuerza al ver como frente a mis ojos él empieza a desvanecerse cómo si tan solo fuera un reflejo. Intento gritar su nombre, suplicarle que no me deje sola, pero nuevamente mi garganta no emite ningún sonido. Caigo de rodillas sollozando con desesperación, lo necesito, necesito a ese guerrero como a mi propia vida, él es mi estabilidad en este mundo y la parte humana de lo que una vez existió, sin él la oscuridad me volverá a devorar. 

—Mi princesa luna, aquí estoy, he vuelto por ti. —Su voz resuena en mi mente.

Alzo mi vista, él está inclinado frente a mí. Me alza entre sus brazos trayendo de nuevo ese dulce calor y su aroma, esa misma que me hace sentir segura y en casa. Me aferro a su cuello mientras sigo sollozando.

—Nunca más vuelvas a dejarme sola —suplico.

—Tienes que venir por mí, princesa mía y te juro que no permitiré que nunca más nos vuelvan a separar.

Alzo mi rostro y es cuando me encuentro con su mirada fundida en fuego, de pronto siento mucho frío aún estando en sus brazos, miro a mi alrededor y todo está siendo devorado por la oscuridad.

—No, detente, detente, no les hagas daño —exclamo al tiempo que coloco mis manos sobre su pecho y es el destello de mi magia la que lo hace soltarme.

Caigo sobre mis pies mientras con horror miro como todo cuanto amo es destruido.

—Te daré un mundo donde cada ser vivo se arrodille frente a ti su nueva reina, gobernaremos con mano de hierro y juro que te protegeré por siempre, no importa si en el proceso reduzco a cenizas este y todos los mundos mientras que tú y yo estemos juntos todo valdrá la pena. He vuelto por ti y está vez seremos felices por la eternidad.

—¿A qué costo? —cuestiono con tristeza y sintiendo que mi corazón se rompe en mil pedazos.

—Al que sea necesario —responde mirando con odio lo que yo veo con amor.

—Nunca lo voy a permitir. —Extiendo mi mano al tiempo que una espada se forma con el poder de mi luna plateada.

Él me mira con tristeza mientras el carmesí de sus ojos se intensifica.

Al tiempo que intento atacarlo un remolino me lanza lejos y de un sobresalto me despierto. Un sudor helado recorre todo mi cuerpo y mi corazón sigue albergando esa sensación de miedo. 

Me levanto y luego me sirvo un poco de agua ya que mi garganta se siente seca. Luego me voy al espejo para observar mi reflejo, poco a poco voy quitando las prendas que guardan mi desnudez y conforme mi piel va siendo desvelada con ella las marcas que dejaron los listones de mi magia, mi vista se posa en mi pecho dándome cuenta que la marca de mi luna aún está presente. Miro de cerca mis ojos y aunque mi iris sigue siendo verde, tengo destellos plateados alrededor de mi pupila. 

Dejo salir un pequeño suspiro, me coloco nuevamente mi ropa pensando en todo lo que soñé, porque a pesar que tan solo fue un sueño, las sensaciones y las marcas que ha dejado mi magia son reales. Debo encontrar una explicación a todo esto. Sin sentir el deseo de volver a la cama, me abrigo para salir a buscar quizá respuesta, la verdad no lo sé.

Sin rumbo fijo salgo de mi recámara, camino unos cuantos minutos y me detengo a observar las suaves luces amarillas del palacio mismas que hacen un bello contraste con la decoración del gran salón, a unos cuantos metros hay un par de guardias, pero se notan cansados y distraídos por lo que no se percatan de mi presencia. 

Doy vuelta a la izquierda y camino por uno de los tantos pasillos. Luego empujo una pequeña puerta de cedro desvelando detrás de ella una fila de gradas en forma de caracol. Me inclino para ver su profundidad, pero la oscuridad se traga los secretos que guardan al final de estas. Me detengo a pensar en si es buena idea continuar, desde que estoy viviendo en el palacio no recuerdo haber visto algo parecido. No nací siendo cobarde y la verdad es que me gana la curiosidad. Enciendo una linterna y empiezo a bajar lentamente.  



#46 en Fantasía
#6 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.