El amor de la bestia

Capítulo 34

—¡Padre!  

—Eire, es una verdadera sorpresa el encontrarte aquí —responde en forma apacible.

—¿Lo es? Bueno es que no podía dormir y de pronto encontré este hermoso lugar —aclaro con nerviosismo. 

Miro a la persona que está junto a mi padre. Viste con túnica blanca, misma que la cubre por completo. Su rostro permanece inclinado hacia abajo haciendo que el gorro de su vestimenta la cubra completamente, lo cual no me permite verla. Ladeo mi cabeza con curiosidad, el ser misterioso muestra inquietud y luego remueve sus manos llamando mi atención a ese punto y es cuando me doy cuenta que se trata de alguien antiguo por sus arrugas. 

—Ella es Ariam, nuestra suma sacerdotisa, encargada de este lugar —explica el rey al darse cuenta en donde está puesta mi atención.

—Es un gusto, sacerdotisa —digo  poniéndome de pie y mostrando el debido respeto.

—El gusto es mío, princesa y por favor llámame Ariam —responde al tiempo que levanta su cabeza dejando al descubierto su rostro. De pronto siento que el aire me está faltando por la impresión, sobre el rostro que estoy segura alguna vez fue belleza pura; ahora lleva marcas tan profundas que lo hacen ver desfigurado y el tiempo no es el responsable.

—Espero no incomodarte por mi apariencia. —Su voz es tan dulce y calmada, y esos ojos grises me transmiten un sentimiento bastante familiar.

—Perdón, Ariam —susurro recobrando la compostura—, solo fue la impresión, pero te aseguro que soy yo la que no pretendo que te sientas incómoda ante mi comportamiento.

—Princesa, no tienes porque disculparte. Mi corazón se regocija al comprobar que sigues teniendo un alma pura. —Luego se gira hacia mí padre y hace una reverencia—. Paso a retirarme, su majestad. Mi horario de meditación está próximo.

Mi padre parece que tiene algo que preguntar a la sacerdotisa, pero se limita a despedirla.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —pregunta el rey al tiempo que toma asiento frente a mí.

—Tuve una pesadilla —respondo sin dar mayor detalle—. Así que decidí explorar el palacio y sin darme cuenta estaba bajando por un montón de gradas las cuales me condujeron hasta aquí. 

—Eso explica el porque no fuiste vista por ninguna de las sacerdotisas —reflexiona mi padre.

—¿Estoy en problemas? —cuestiono un poco apenada.

—No, pero debes tener cuidado. Dentro del palacio aún existen pasadizos secretos que ni siquiera yo conozco y seguramente hay criaturas mágicas que vienen de la oscuridad y puede ser contraproducente que te encuentres a una —explica  dedicándome una media sonrisa.

—Lo tendré en cuenta —respondo al tiempo que mi vista se posa en el libro.

—¿Qué lees? —pregunta mirando el libro que está frente a mí.

—La verdad nada, este libro solo contiene un montón de símbolos y como podrás imaginar no los sé interpretar —digo suspirando derrotada. 

—¿Cómo lo obtuviste? —indaga mientras toma el libro entre sus manos.

—Mi nuevo amigo lo descubrió por mí —respondo recordando al perezoso felino que había estado sobre mi regazo, pero ahora que lo busco no está por ningún lado—. Padre, pensarás que miento, pero te aseguro que aquí había un gato blanco de ojos verdes. Antes de que me sorprendieras descansaba sobre mí.

—Al parecer estás siendo atraída por las antiguas criaturas que pertenecieron a la tribu Luna, pero no entiendo porque ya que tú no eres descendiente directa —asegura un tanto pensativo.

Por instinto toco el lugar en dónde mi luna ha brillado, pero siento que aún no es tiempo de confesarselo a mi padre. Sin embargo, ahora sé que ese felino me reconoció de alguna manera.

—Padre, me gustaría poder aprender más sobre los inmortales, soy una princesa y es mi deber conocer más de su historia —pido ya que deseo seguir indagando sobre mi origen y el porque mi padre aún no se ha dado cuenta que soy una princesa descendiente de la luna.

—Estaba esperando a que lo pidieras —responde con esa voz que siempre me hace sentir aceptada y segura.

Le dedico una sonrisa, mi padre no es un rey que impone sino un padre que enseña y comprende. 

—Necesito hacerte una pregunta que ha estado rondando por mi cabeza desde hace un tiempo.

—Te escucho.

—Shani piensa que soy la reencarnación de su hermana, yo misma he experimentado recuerdos y emociones de la princesa Tirsha, pero también he visto recuerdos de la princesa Luna, sin embargo, soy la hija de un inmortal con una mortal, ¿por qué creés que me sucede eso? ¿Qué es lo que me une a ellas?

Mi padre me observa con asombro.

—Eire, nunca me dijiste que tuvieras recuerdos de la princesa Luna, no entiendo cual es la conexión, más bien, no debería haber ninguna.

Arrugo el entrecejo ya que él no mencionó nada sobre Tirsha y es claro que lo que le ha sorprendido es la mención de la princesa Luna.

—¿Y con Tirsha, que es lo que me une a ella? —cuestiono.

—Supongo que son recuerdos plantados gracias al juramento que hiciste con el príncipe Breymont. —Lo dice de una forma tan vaga que yo no le creo y sé que me está ocultando información. Además, Shani lo ha repetido desde el primer día que llegué a Arontanium.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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