El amor de la bestia

Capítulo 37

Después de mi rutina de entrenamiento he decidido salir para apreciar el ocaso. Me recuesto sobre la suave y espesa grama mientras mis pensamientos viajan hacia la lejanía junto a mis anhelos puestos en esas tierras áridas y rojas; en busca de aquél que me está prohibido y que mi alma reclama como suyo. Cierro los ojos dejando escapar unas gotas saladas, mismas que prueban lo mucho que su ausencia me afecta.

Un resoplido me hace girar. Me limpio las lágrimas con el dorso de mi mano y le regalo una media sonrisa a mi hermoso Ónix quién se acerca a mí, su trote elegante y ese aire de rebeldía es lo que más amo de él. Me levanto de un salto y lo abrazo con fuerza, él es mi valiente amigo. Paso mi mano por sobre su pelaje negro y brillante, acariciando las gruesas líneas que ahora surcan su cuerpo.

Un nudo se forma en mi garganta, esas marcas son la prueba de su amor y lealtad hacia mí.

—Me alegra ver que estás bien —susurro mientras pego mis labios a su pelaje para dejar un beso.

«No podría ser diferente, aún mi misión no está terminada» habla en mi mente.

—Gracias por estar siempre para mí, Ónix —digo mientras lo veo a los ojos.

Sé que puedo comunicarle mis emociones sin necesidad de decirlas, pero después de todo lo que mi guardián ha estado dispuesto a sacrificar por mí, yo necesito hacerle saber de mil maneras lo mucho que valoro su lealtad y sobre todo el amor que le tengo.

«¿Necesitas un paseo, princesa?» su pregunta resuena en mi mente.

«Siempre» —respondo sonriendo con amplitud—, «pero no quiero lastimarte, así que mejor caminemos juntos».

«No soy una criatura débil». Resopla y luego se inclina para que yo pueda subir sobre su lomo.

Lo dudo por un segundo, pero sé que él no aceptará una negativa de mi parte.

«Te pareces mucho a alguien que conozco». Hablo mientras coloco mi mano sobre su lomo y con un pequeño empuje me subo, luego me acomodo sobre su suave pelaje y él pronto empieza a andar.

El suave trote de mi guardián me hace olvidar mis luchas internas, es como si los dos necesitamos de este momento: disfrutar de la frescura de la noche y vagar por las verdes praderas dejando atrás todos nuestros afanes.

Luego de un tiempo llegamos a una pequeña colina, desde aquí se  observan las tenues luces de las casas de los habitantes de la ciudad de Eirlea. La tranquilidad que se siente al observar este panorama me hace recobrar las fuerzas para luchar contra todo aquel que amenace con quitarles lo poco que han logrado construir sin su propia magia.

En el pasado hice una promesa, una de devolverles la paz, y mi palabra sigue intacta, no me importa el costo, ellos se lo merecen.

«Acercame» pido a mi caballo.

No tengo que decir más, él avanza hacia dónde mis ojos están puestos...

Los pequeños zarcillos de humo salen de las chimeneas, el olor a pan recién horneado invade las calles desiertas, la noche aún es joven, pero como es de esperar, ningún alma se atreve a estar fuera de la protección que sus hogares les ofrece; esto es producto de la maldad que nos acecha y el costo que fue pagado al haber renunciado a su magia para vivir como simples mortales aún teniendo su inmortalidad.

Seguimos por un largo rato recorriendo y disfrutando de las diferentes mezclas de olores a especies que el viento nos trae; algunos de esos olores los puedo reconocer, como el olor a canela y anís; otros me son extraños.

Al llegar al final de una calle recuerdo la última vez que estuve aquí, al anciano que me dió una profecía y luego el ataque del cuervo; se supone que estamos seguros dentro de los muros que mi padre ha hecho levantar sobre la ciudad principal para el resguardo de su gente, pero en dos ocasiones yo fui testigo que el peligro siempre acecha en cada rincón, esperando el momento oportuno para atacar. 

«No te preocupes, estás a salvo»

«Lo sé, mi valiente guardián» acaricio su suave clin y él resopla con orgullo.

Luego damos media vuelta para retomar nuestro camino. No hemos avanzado mucho cuando veo que alguien se aproxima a nosotros. 

—Buenas noches, princesa. —Su voz suena ronca y firme.

—Buenas noches —respondo.

Me enderezo y permanezco tranquila, Onix también lo está, lo que me hace deducir que es alguien de confianza, así que bajo al suelo y mientras lo hago mi interlocutor se coloca en un claro para revelar su identidad.

—Ahora entiendo el motivo por el cual un buen número de guardias del palacio están en la ciudad —medita el anciano—, sentí la presencia y temí lo peor, pero gracias a los dioses se debe a su visita, majestad.

—Gran-Aldous, disculpe mi falta de modales, pero no entiendo su razonamiento, solo somos Ónix y yo —explico un tanto extrañada.

—Lo siento, princesa, creo que he cometido una indiscreción —se disculpa.

Miro a mi alrededor y entonces comprendo: en cada esquina ocultos por las sombras que la noche otorga hay varios soldados observando, son de la guardia del palacio y por lo visto siguen órdenes de alguien que pretende mantenerme vigilada. Lo peor es que yo ni cuenta me había dado, eso deja mucho que entrever sobre mis entrenamientos.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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