El amor de la bestia

Capítulo 39

Narra Mondrag.

 

La oscuridad se empeña en devorar mi alma, el deseo por poseerla me quema, estar en mi primitiva forma hace que la bestia que hay en mí exclame con desesperación su nombre. El sabor de ese beso aún me consume, estar en mi reino es la única forma de no cometer una locura. Estoy seguro que ella no me rechazaría, puedo sentirlo, mi princesa también me desea tanto como yo, pero no puedo traicionar la confianza del rey, este no es el momento y yo soy consciente de ello. 

Extiendo mis alas y vuelo por los aires sintiendo como el sol acaricia y reconforta mi piel. Detrás de mí los gemelos se alzan tratando de darme alcance, doy media vuelta mientras mis rugidos hacen eco para luego atacar a Vitrug. Él me esquiva con facilidad.

—Has estado distraído esta mañana —dice mostrando preocupación. 

Sin tener tiempo para responder unas poderosas garras me atacan por la espalda, enviándome directo al pico de una de las montañas sagradas de Mindrac, mi cuerpo cruje ante el impacto, los troncos secos de los árboles se astillan y el polvo se eleva en una gruesa nube.

Emanoc aterriza frente a mí.

—Mi hermano tiene razón, te estás llevando la peor parte en este entrenamiento.

—Y ustedes lo están disfrutando —les sonrío a los gemelos, pero estoy seguro que es solo una mueca mostrando mis poderosos dientes afilados.

—Mentiría si dijera que no —responde Vitrug mientras hace su aterrizaje haciendo que la montaña se estremezca. Estar en la piel de nuestro dragón nos vuelve más poderosos.

 —Está en nuestra sangre, nacimos siendo guerreros, así que tener la oportunidad de patearle el trasero a nuestro rey es una dulce victoria que saboreo lentamente —asegura Emanoc.

 —No perdamos más tiempo, porque esta vez el que les pateara el trasero seré yo. —Alzo mis alas y detrás de mí los gemelos rugen salvajes en respuesta.

Emanoc me ataca de frente, alza sus garras y se abalanza de nuevo, pero esta vez estoy listo, conocemos muy bien los movimientos uno del otro. Lo esquivo y con agilidad me giro golpeándolo con mi cola y haciéndolo chocar contra la montaña que antes me recibió. Vitrug ruge en respuesta mientras me ataca con una poderosa descarga de fuego, las llamas salen con la intención de dañar, el calor pasa rozando mi cuerpo, me giro, bato mis alas para elevarme por encima de él, me introdujo entre las nubes y luego me vuelvo a lanzar en picada, extiendo mis garras y lo apreso, luego lo envío al encuentro de su hermano.

Bajo mostrando una gran sonrisa que estoy seguro, no parece como tal. Mi forma de dragón es bastante aterradora y todas mis muecas lucen como una amenaza. 

—Creo que esto lo convierte en empate —anuncio a mis oponentes.

—Eso es suficiente para mí, por ahora —responde Emanoc.

—Pienso que como tú, nos llevas un par de siglos más, diré que ganamos —espeta Vitrug.

—Ustedes son dos —digo resoplando.

—Extrañaba esto —exclama Dragfor a modo de saludo y aterrizando frente a nosotros.

—Dragfor, me alegra que hayas venido. —Saluda Emanoc—. Ahora podemos retomar el entrenamiento, dos contra dos, para que nuestro mal perdedor rey, no sienta que está en desventaja.

—¿¡Perdedor!? —dice Dragfor mirando en mi dirección—. ¿Cuánto suma? 

—De las dieciocho mil quinientas cincuenta veces que nos hemos enfrentado, cinco mil novecientos treinta y seis; son nuestras victorias —se apresura a responder mostrando satisfacción Emanoc.

—¡Increíble!, han mejorado mucho, su porcentaje ya pasó el treinta por ciento —los elogia con orgullo Dragfor.

—Es solo suerte —intervengo tratando de fastidiarlos—. Aún no puedo entender cómo es que no pierden la cuenta. 

—Es importante —responde Vitrug con orgullo 

El día que los gemelos cumplieron cincuenta años, la edad en dónde se alcanza la adultez en nuestro mundo, me habían hecho saber que deseaban ser tan fuertes como yo, en ese momento me pareció que eran solo palabras de unos chiquillos extrovertidos, así que les propuse entrenar conmigo una vez por semana, hasta que lograran su objetivo, pasaron más de nueve mil enfrentamientos para que ellos lograran su primera victoria, desde ese día ellos no se conformaron, querían igualar el número y cada vez van sumando, estoy seguro que no se rendirán hasta conseguirlo, ellos son muy fuertes, unos de los mejores guerreros de Mindrac. 

Dragfor los alienta a seguir y siempre está al pendiente del avance... Ellos son más que mis compañeros de combate, son mis amigos, mis hermanos, mi familia.

 —¿Entonces te apuntas? —pregunta Emanoc a Dragfor.

—Será en otra ocasión, debo regresar pronto a Eirlea, no me agrada la idea de dejar sola a Shani, más con Breymont cerca, aún no confío en él.

—Creo que no se ha ganado nuestra confianza, me temo que el rey solo lo aceptó por los lazos que lo unen a la princesa Eire. —responde Emanoc.

Dragfor me mira esperando mi respuesta, pero no estoy de humor para opinar, todos estos días alejado de ella me pesan, por las noches no logro conciliar el sueño, y cuando lo hago es solo para soñar que la pierdo, más ahora que he descubierto algo que me tiene realmente pensativo. Es como si con cada desicion que he tomado para hacer las cosas bien, más la alejo de mí convirtiendo mis días en una tortura lenta y dolorosa. Una que cada día soporto menos, me duele respirar y no sentir ese aroma que tanto amo de ella.



#45 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.