El amor de la bestia

Capítulo 40

Narra Eire…

 

He pasado toda la noche pensando en lo que descubrí sobre mi verdadera naturaleza, y ahora que tengo las respuestas a varias de mis interrogantes, ha llegado la hora de ser honesta con mi padre. Me levanto del asiento y salgo de mi recámara en busca del rey, pero en el camino me encuentro con Breymont quién parece tener prisa.

—Princesa, me da gusto encontrarte —me saluda—. Me gustaría que me acompañes, tengo algo que hablar contigo.

—Será un honor, príncipe —respondo con cortesía.

Salimos del palacio y al llegar a uno de los jardines él toma una rosa blanca y me la ofrece. 

—Necesito que me acompañes fuera del reino —pide al tiempo que yo tomo el obsequio.

Lo miro extrañada.

—¿A dónde exactamente me quieres llevar? —cuestiono.

—No voy a mentirte, mi madre ya ha hecho su movimiento, los soldados ya están en camino para atacar el reino de Eirlea, pero también ha convencido al príncipe Mondrag para que asesine al antiguo señor de las tierras de fuego.

—¿Asesinarlo? —cuestiono—, no sé supone que lo que desea era despertarlo.

—Así es, pero su objetivo ha cambiado y si Mondrag irrumpe en el valle del sueño profundo recibirá el castigo divino y me temo que no saldrá con vida. Su esencia vagará sin descanso por el río de las almas perdidas y su sufrimiento será eterno.

Mi corazón casi se detiene al escuchar esa información.

—Entonces lo que ella pretende es matarlos a ambos —digo con mi corazón afligido.

—Así es. Mondrag es un obstáculo más para los planes de mi madre y ella no se detendrá hasta acabar con el reino de Eirlea y cobrar su venganza. 

—Breymont, por favor, dime cuál es el verdadero objetivo de la reina.

—Acabar con el reino de Mindrac, borrar de la existencia a los dragones, ganarse la voluntad de los dioses y reinar Arontanium.

—¿Qué podemos hacer para detenerla? 

—Por ahora, no permitir que Mondrag irrumpa en el valle del sueño profundo para intentar matar el espíritu primordial de Black-drac, pero me temo que él ya está en camino.

—Debemos informar a mi padre —digo al tiempo que intento salir de ahí, pero él me detiene.

—Tu padre no te dejará ir, además, si el rey deja el reino, me temo que su gente correrá peligro y la caída de Eirlea será inminente.

Un pequeño dolor surge en mi pecho. Me llevo la mano al corazón e intento respirar con normalidad.

—¿Estás bien? —Breymont me ayuda a sujetarme.

Cierro los ojos ante el dolor.

«Princesa mía, yo siempre te amaré»… escucho una voz familiar que me susurra.

Un sudor helado me recorre por completo. 

—Estoy bien —respondo—. Llévame al valle de los sueños.

—Es una buena decisión, princesa, pero antes quiero que me prometas algo.

Asiento mientras lo veo a los ojos.

Breymont toma mis manos entre las suyas y su mirada denota nostalgia y amor.

—Ya me he dado por vencido contigo, pero te suplico que cuando el momento llegue me devuelvan lo que me pertenece.

Una punzada atraviesa mi corazón. Y sin verlo sé que mi Luna está resplandeciendo. Breymont no parece sorprendido. Aprieta mi mano y su mirada es de súplica.

—Todo lo que te corresponde será devuelto a ti. Lo prometo —digo sintiendo nuevamente un profundo dolor en mi pecho.

—Bien —dice mostrando alivio—, ahora démonos prisa.

Él me envuelve en su capa y mientras el absoluto silencio nos rodea me abraza, su bruma nos rodea y luego de unos segundos siento que el aire acaricia mi cabello. Abro mis ojos y veo a mi alrededor.

»Bienvenida al valle del sueño profundo, en dónde descansan las almas de los inmortales que han dejado este reino para vivir sus nuevas vidas y en otros casos para quedarse atrapados en sus sueños y anhelos.

—¿A qué reino pertenece este valle? —cuestiono mientras veo las áridas tierras y la niebla que dificulta la visibilidad. 

—Al reino de Mindrac —responde una voz femenina.

Me giro para ver de quién se trata y mi respiración se estanca al ver a la reina de Chandria en persona.

Su presencia es más poderosa de la que alguna vez imaginé. Incluso la magia de mi luna se está volviendo inestable. Mis rodillas tiemblan, ella me sonríe mientras me mira fijamente.

—Madre, reciba mis respetos —dice Breymont al momento que se inclina ante ella.

Maldigo para mis adentros. Debí suponerlo. Breymont me ha traicionado.

—Y tú, no te inclinaras ante tu reina —dice con esa voz tan melodiosa y dulce.

—Tú no eres mi reina y yo no te debo respeto —digo sintiendo como mis venas pulsan al llamado de su sangre porque me guste o no las dos nacimos de las semillas de la diosa Luna.

—Inclinate ante tu mayor —me ordena y sin poderlo evitar mis rodillas caen al suelo haciendo que broten sangre de ellas.



#45 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.