El amor de la bestia

Capítulo 43

Narra Eire…

 

La daga atraviesa mi corazón, un fuerte escozor me quema desde adentro. Me llevo mi mano y veo como la sangre sale a borbollones de mi cuerpo. Lo último que mis ojos ven es a él y luego oscuridad…

—Eire, mi pequeña princesa, despierta.

Las palabras resuenan dentro de mi mente haciéndome abrir mis ojos. Por instinto llevo mi mano al pecho, pero ya no está sangrando. Espero que mi visión se adapte a la claridad y luego me levanto. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que estoy en medio de un jardín de rosas blancas.

Me llevo la mano a la cabeza ya que estoy sintiendo mucho dolor, los recuerdos empiezan a desvelarse en mi mente. Caigo al suelo mientras veo mi vida pasar, mis manos están temblando, siento un sudor helado que atraviesa todo mi cuerpo, mis energías parecen estar abandonando mi ser. 

«¿Acaso es así cómo se siente morir?», me cuestiono.

Lo recuerdo a él y mi corazón se estremece. Una lágrima rueda por mi mejilla. Nunca tuve la oportunidad de demostrarle cuánto lo amo. 

El entendimiento llega a mí como un rayo de luz. Dos vidas y en ninguna mi amor se pudo completar. 

Me veo a mí misma morir en sus brazos, siento su dolor como mío. Son dagas atravesando nuestros corazones. Siento su sufrimiento por todos esos siglos, su odio, su rencor y también su esperanza.

Él me amó más allá de su propia existencia. 

Mi alma es arrastrada a través del tiempo. Lo veo hablando con Dragfor. Planeando mi regreso. Todo lo hizo por mí. Renunció incluso a su poder y gloria con tal de traerme. Mi ser se estremece, tantas vidas segadas para que yo volviera a la vida. Mis lágrimas salen sin poder evitarlo.

—No lo hagas —suplico, pero tan solo son viejos fantasmas. 

Él extrae su corazón y se lo entrega a su hermano. 

—Aquí quedarán sellados mis sentimientos más puros, mi amor por mi reino, mi deseo por preservar la existencia de mi mundo, pero sobre todo mi amor por ella. Guárdalos y haz lo que hemos planeado.

El dragón toma el corazón de su hermano y lo coloca dentro de la joya mágica que guarda el fuego. El corazón de Mindrac.

—Mi bestia —susurro mientras intento tocarlo pero su imagen se disuelve…

—¡No voy a permitir que mi hija! muera. —Me giro y es cuando veo a mis padres.

Mi madre está sangrando, a punto de perder lo que gesta en su vientre.

El rey está angustiado. El mundo está en guerra y Dorentria acaba de caer. Veo entrar a Breymont con el cuerpo de Tirsha en brazos.

—Majestad, usted es el rey que posee el poder de la llama de la vida. Se lo suplico, no permita que mi amada muera. —El príncipe está angustiado y sus lágrimas salpican el rostro de la mujer que tanto ama y que el destino está a punto de arrebatarle.

Dragfor entra al gran salón y le susurra algo al rey. El príncipe de Mindrac pronto llega. Colocan un hechizo de protección y pronto los tres están en dónde mi madre sufre la amenaza de perder el bebé.

—Breymont, la única manera que tu amada vuelva es atandola a la vida del bebé que se forma en el vientre de mi esposa.

—No me importa, solo deseo que ella viva. 

Ahora entiendo porque él siempre creyó que yo era su amada. Todos fueron engañados esa noche. En realidad el bebé que se gestaba ya no existía, en cambio plantaron en el vientre de mi madre el pequeño fragmento de mi espíritu primordial mientras que el alma de mi hermana fue utilizada como vasija. Para darle forma y hacerla eficaz fue utilizado el fuego del dragón el la forjó con el resto de la magia de Arontanium misma que fue obtenida de los que ahí estuvieron presentes. Cada uno fué engañado y seducido por sus deseos. Así fue como pude regresar a la vida después de más de quinientos años.

Siento pena y dolor. Había tomado una decisión por amor, pero él no pudo aceptar mi partida. Ahora todas esas guerras y muertes, incluso la pérdida de magia de los inmortales de Arontanium fue por mi causa, por mis decisiones. Mi pecado fue amarlo.

Mi propósito era unir las dos razas y darle a las bestias por medio del matrimonio una alianza con los dioses, pero fallé. Mi corazón se agrieta, tanta verdad me funde en el dolor más grande.

—No llores, nada de eso fue tu culpa. —Levanto mi vista y veo a mi madre.

Me pongo de rodillas para hacer una reverencia.

—Diosa luna, reciba mis respetos.

Ella se acerca a mí y acaricia mi rostro con maternal afecto.

—No te sientas triste. Tú no eres culpable. La mano del mal estuvo detrás de todo y si no hubiera sido por la intervención a tiempo Arontanium hubiera encontrado su final. Ahora tienes una oportunidad para devolver lo que fue quitado y regresar al mundo de los inmortales su gloria.

—¿Qué debo hacer? Juro que estoy dispuesta a lo que sea con tal de redimir mi pecado. 

Ella me sonríe con ternura.

—Pequeña mía, mi confianza siempre ha estado en ti. Ahora ha llegado el momento de que elijas tu destino. Tienes dos caminos por tomar. —Se acerca a mí y me susurra mis opciones.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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