El amor de la bestia

Capitulo 46

Narrador omnisciente.

Reino de Chandria.

 

Los Hyperion surcan marcando los límites de las fronteras, bajo su sombra cientos de soldados guardan en espera de las órdenes de su reina. 

Ellos temen la guerra que se avecina, pero nunca se atreverían a ir en contra de la voluntad de su líder. Por cientos de años han servido al reino jurando proteger sus tierras de cualquier amenaza. Chandria en realidad no se ha visto afectada por las últimas guerras, sus tierras se mantienen fértiles bajo la bendición de la luna plateada, poder que proviene de Aine. Sus hijos aunque privados de la magia que una vez poseyeron, viven una buena vida, siempre y cuando ellos no desobedezcan las leyes del reino.

Más al centro se encuentra la ciudad principal, los vientos otoñales han hecho que las hojas caigan tiñendo de tonos naranjas sus calles. El castillo se alza majestuoso, tiene tres torres, la principal da la ilusión de perderse entre medio de las nubes que siempre lo cubren, a su alrededor hay vastos jardines de rosas plateadas, una especie nativa de Chandria. En medio de la plaza principal hay una fuente con forma de cupido como atracción principal, bajo él tres ninfas esculpidas sonríen dando la sensación que tienen vida propia. 

Sus calles siempre lucen en orden y limpias, las casas de los habitantes son todas blancas con ventanales de vidrio. Es un reino hecho para hacer brillar a su soberana. 

En el salón principal la reina descansa en su trono. Dentro de su corazón no hay paz y mucho menos felicidad. 

Desde lo alto mira con desprecio a dos de sus doncellas, quienes se inclinan con reverencia.

—¿En dónde está el inepto príncipe? —cuestiona con desdén.

—Majestad, desde que regresaron no lo hemos visto —responde una de ellas.

Aine niega molesta. Se levanta y baja de su estrado dando pasos lentos y elegantes. 

—¿No son ustedes las que lo sirven en su alcoba? —Toma del mentón a la más joven y la hace verla a los ojos. La chica esquiva su mirada ya que teme hacer enfadar a la reina y pagarlo con su vida—. ¿O es que están haciendo mal su trabajo y por eso el príncipe salió a buscar diversión a otro lado?

—Servimos a su majestad en todo lo que él nos pide —responde con temor—, pero no hemos vuelto a ser bendecidas por su gracia desde hace varios días y tampoco ha regresado a sus aposentos. Perdonenme por no serle útil, su majestad. 

La reina camina mostrando su semblante altivo. Llega hasta la ventana desde donde se divisa gran parte del reino. 

«Aún bajo mis estrictas enseñanzas, saliste igual que tu padre. Un inútil y bueno para nada», piensa molesta.

Breymont no nació del vientre de Aine. Después de que los inmortales perdieron su magia, las nuevas leyes la obligaron a desposar al general de Chandria, él era un hombre valiente y ágil con la espada. Estaba enamorado de la reina y haría cualquier cosa para ganar su corazón y hacerla feliz, pero ella en cambio se aprovechó de su bondad y amor. En su noche de bodas lo engañó haciéndole beber un brebaje que hace alucinar a las personas, y de esa forma le hizo creer que habían consumado el matrimonio cuando en verdad había obligado a una de sus doncellas a estar con el general. Luego de eso hizo que su esposo se fuera a una misión y ahí utilizó a sus Delgars para matarlo, quedando de esa forma viuda y libre. A su doncella la encerró hasta que dió a luz, la dejó morir en el parto y presentó al pequeño ante la llama como su hijo. Fue fácil engañar al mundo y más aún a la llama ya que durante todo el embarazo alimentó a su doncella con su sangre. Es por eso que el príncipe no lleva la marca de la luna en su frente, pero sí posee magia.

—Majestad —interrumpe el líder de los Delgars.

Ella se gira y mira a la criatura quién está inclinada esperando a ser atendida.

—Levantante y habla —ordena.

—Eirlea ha quedado desprotegida, los dragones han decidido quedarse a proteger sus tierras ya que su líder ha entrado junto a la princesa Eire al sueño del señor de las tierras de fuego. Se dice también que el volcán Ignis Ardentes ha despertado convirtiéndose en una amenaza para todo Arontanium —informa.

«Así que mis sospechas eran ciertas», analiza la reina.

—Nuestro momento ha llegado. Atacaremos Eirlea. Dile a todos nuestros aliados que retrocedan y dejen Mindrac. Ellos estarán ocupados con su volcán ya que las primeras tierras en alcanzar serán las suyas —ordena—. Yo misma iré al frente y tendré el privilegio de matar con mis propias manos a ese maldito rey. Reduciré a cenizas todo Eirlea. 

—Como usted ordene su majestad.

—No tendré piedad de nadie, quiero que todos mueran y que de ese maldito reino no quede nada, borraré para siempre su existencia.

Su sonrisa se amplía justo en el mismo instante en que lanza su poderoso hechizo para convocar a todas sus malignas criaturas.

 

***

 

El gélido clima pinta de blanco el paisaje. El príncipe Breymont limpia con sus propias manos la piedra que cubre la cueva. Toca los símbolos con sus dedos, esos que hace siglos talló. Una luz blanca ilumina las escrituras y segundos después la entrada es desvelada. 



#46 en Fantasía
#6 en Magia

En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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